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Las catas arqueológicas realizadas en el antiguo convento de San Quirce y Santa Julita en Valladolid han constatado la existencia de «hasta tres edificaciones conventuales», datadas entre el siglo XV y el pasado siglo XX. La última prospección, realizada a finales del pasado año, ... y que fue necesaria tras una inicial que certificó vestigios de casi medio milenio de la historia de la ciudad, ha dado paso a los trabajos de excavación, proyectados sobre todo el área que ha dejado la demolición del edificio conventual de los años sesenta.
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Los restos encontrados, «aunque de escaso valor», según apunta el arqueólogo Jesús Carlos Misiego, resumen la vida de una estructura «que ha experimentado constantes cambios», pero siempre con el sello de las monjas cistercienses o bernardas.
Es precisamente el desenterramiento de los restos de doce religiosas de esta orden lo que ha marcado los trabajos arqueológicos, que se prolongarán en el tiempo al menos un mes más, y que darán paso a la construcción de 72 apartamentos para personas mayores. «Son enterramientos cristianos en los que las monjas aparecen limpias, en algunos casos con un pequeño sudario», explica Misiego, quien también admite que se ha encontrado «un pequeño crucifijo de bronce y un aro», agrega.
El tipo de edificación, unido al carácter de clausura de las religiosas, es una de las explicaciones de que en los distintos estratos del suelo no «haya abundancia de objetos y herramientas». «Sí que existen cerámicas, que denominamos del tipo 'Duque de la Victoria', porque se elaboraban en una fábrica de la actual calle de la ciudad», afirma el arqueólogo, quien lidera unos trabajos de los que tiene constancia el servicio de Patrimonio de la Junta de Castilla y León.
Precisamente, la Comisión Territorial de Patrimonio de Cultura de Valladolid es la que determina la protección y conservación de los vestigios inmuebles encontrados, y que en la mayoría de los casos terminan en el museo Fabio Nelli. Es esta comisión la que ha hecho «una adecuación» para proteger varios elementos analizados durante las catas, como el edifico de Las Donas, bloque que utilizaban las monjas con más estatus y que poseían unos aposentos más espaciosos.
Aunque este espacio carecía de catalogación en un primer momento, se incluyó esta apreciación por Patrimonio, que certificó que fue construido en el siglo XVI y que pudo albergar también a las mujeres que asistían a la Reina durante la estancia de la Corte en la capital (1601-1606) por su cercanía al Palacio Real.
También ha recibido una protección especial el coro del convento, que se deberá mantener en el proyecto de la futura residencia, y, de hecho, el propio convento de San Quirce conservará su ala religiosa (la iglesia se mantendrá abierta al culto y continuará acogiendo a la Cofradía de la Pasión).
La visión actual, que observan los vecinos de los bloques colindantes y protegida por el perímetro de la obra, ha sacado a la luz los cimientos de los distintos conventos. Los de piedra son los más antiguos y los de hormigón ya posteriores, reedificados una y otra vez sobre una base muy similar. «Lo que no tenemos constancia hasta el momento es que haya un asentamiento previo, quizá de la época bajo medieval», indica el arqueólogo, quien detalla en los sondeos de Patrimonio la existencia de dos alineamientos de pilares (pórticos) del primitivo convento; u otros similares –o crujía– del claustro del convento del siglo XVII, cerca del extremo oriental de la Sala Capitular.
La excavación también ha certificado que el claustro del convento de los años sesenta coincide en el área sobre la ubicación del original y perteneciente al monasterio diseñado por Francisco de Praves en 1620.
Los trabajos, cuyos descubrimientos se envían a un centro de estudio y limpieza en La Cistérniga, también han datado la zona de los confesionarios, así como las estancias del paso hacia la huerta.
En la prospección se ha certificado la zona de las despensas, con la que se relaciona un pozo o artesa excavada en el subsuelo, el claustro principal del convento (en cuyo ala norte hay evidencias de los enterramientos de la comunidad religiosa durante la Edad Moderna) y el patio interior. Las excavaciones en los aledaños, donde debía estar ubicada la cocina (con un suelo de baldosas), también ha permitido descubrir «un lote de cuencos y platos» más actuales.
«En términos generales, se observa en el subsuelo un alto grado de alteración de las construcciones señaladas en el plano que tenemos de 1921, el cual recoge, a grandes rasgos, los vestigios del monasterio original», concluyen desde Patrimonio con respecto a unas excavaciones que, por estratos, muestran medio milenio de vida de la ciudad.
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