«Dada la historia que hay bajo San Quirce, no sería de extrañar que los primeros ocupantes del futuro asilo estén todavía en primero de Primaria, porque la diferencia entre aquel tiempo y el actual es que antes era un sacrilegio, y ahora un delito»
Edificar en una capital como Valladolid tiene sus complicaciones. Aquí, cuando éramos poco cuidadosos con nuestro pasado y las distintas administraciones hacían la vista gorda, la piqueta destruyó parte de la historia ciudadana. Y aunque actualmente parezca un sacrilegio, creo que algunas realidades (como ... el desvío del Esgueva) solo fueron posibles ignorando grandezas lejanas y mirando para otro lado. Pero como esas salvajadas son hoy impensables, la aparición de restos durante las obras que convertirán parte de un monasterio en una residencia de mayores obliga a replantearse todo para salvar lo que se pueda. Exagerando un poco, no me sorprendería que los albañiles encargados de la demolición acaben trabajando ataviados como los que luchan contra el coronavirus: batas, calzas, guantes, gafas y mascarillas, si es que queda alguna sin usar.
Lo que está claro es que los desmadres urbanísticos de mediados del siglo XX no se repetirán. Como tampoco volverá esa orden que solía dar el capataz al que manejaba la excavadora cuando descubría un resto aprovechable: «tira p'alante y calla, que viene el de Patrimonio y nos para la obra». Dada la historia que hay bajo San Quirce, no sería de extrañar que los primeros ocupantes del futuro asilo estén todavía en primero de Primaria, porque la diferencia entre aquel tiempo y el actual es que antes era un sacrilegio, y ahora un delito. A mayores.
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