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El edificio vallisoletano, templo y refugio de la música y la danza, lo es ahora también de la campaña de vacunación masiva, que avanza a un ritmo «considerablemente bueno», con una media de 2.400 dosis inoculadas cada día por los equipos de sanitarios, según ... fuentes oficiales. Los ciudadanos que acuden al recinto para recibir la preciada inmunidad contra el coronavirus agradecen su labor y dedicación durante la pandemia.
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En el interior del vestíbulo, en la mesa de información, se encuentra Fabrizio Evangelista, coordinador de los equipos de enfermería para la vacunación. Explica que la covid golpeó de lleno al sector y «desde el principio la implicación ha sido total, igual que la incertidumbre por todo lo que iba sucediendo». La llegada de las vacunas generó un nuevo desafío para los sanitarios, que han tenido que adaptarse «día a día para poder hacer frente al gran reto que suponía suministrar el mayor número de dosis posibles», labor que depende diariamente del número de inoculaciones que llegan. En el Miguel Delibes se han habilitado doce equipos de vacunación, formados cada uno por dos enfermeras y otro sanitario encargado de recoger los datos. El procedimiento a seguir por los convocados es sencillo, pero requiere de la coordinación de todas las partes implicadas. Cuando un ciudadano llega, ha de pasar el control de Protección Civil, donde se le pregunta el año de nacimiento y se le toma la temperatura. A continuación, se le indica a qué mesa debe acudir para recibir la vacuna, donde deberá entregar su DNI y tarjeta sanitaria para realizar el registro de datos. Una vez completado este paso, se le invita a pasar tras una mampara para descubrirse el brazo. Finalmente, se suministra la dosis de la vacuna indicada para su franja de edad, tras lo que deberá esperar 15 minutos al final del vestíbulo. Si no presenta reacción adversa al fármaco podrá irse a casa con la tranquilidad de haber recibido la primera dosis de la vacuna.
El personal sanitario que realiza todo el proceso trabaja en cadena y está «cansado», pero admite que «se nota que hay ganas de vacunar para que esto termine cuanto antes», explica Evangelista. Con turnos de hasta 12 horas al día y suministrando vacunas en horario de mañana y tarde, los equipos están «muy comprometidos y con muchas ganas de trabajar, algo de lo que estamos muy orgullosos», apostilla. Son muchos los ciudadanos que llegan con dudas ante la vacuna que les va a suministrar pero «los equipos están cualificados para responder a todas las cuestiones que surjan». Además, se ha instalado un puesto médico para atender posibles reacciones adversas a la vacuna o cualquier problema de salud. «Entre la gente que viene se ve mucha disciplina, se nota que tienen ganas de recibir la inyección y, por el momento, el porcentaje de asistencia a la vacunación masiva ronda el 80%», explica Fabrizio Evangelista.
Fabrizio Evangelista, coordinador de los equipos de enfermería para la vacunación
Sergio Fernández, enfermero
En el primero de los 12 puestos de vacunación habilitados inyecta dosis de inmunidad «a destajo» la enfermera Tamara Poza, que explica que «al principio todo era incertidumbre y miedo entre mis compañeras porque no sabíamos cómo abordar la nueva enfermedad que surgió, pero poco a poco íbamos recibiendo más información gracias a la ciencia y la investigación». Tamara ha pasado la mayoría de sus jornadas laborales en centros de salud, donde la atención primaria «ha sido fundamental, porque era el primer contacto de los pacientes con el sistema sanitario», señala.
La llegada de la vacuna, apunta, supuso «alivio y esperanza» pese a que conocían que sería su obligación realizar la inoculación de las dosis. «Esto es el principio del fin, por eso tenemos que poner todas las vacunas que lleguen y conseguir inmunizar al mayor número de ciudadanos posibles en un tiempo récord», asegura. Muchos de los que llegan para ser inmunizados «se sorprenden de lo pequeña que es la aguja y comentan que en la televisión parece más gorda», destaca Tamara esbozando una sonrisa bajo la mascarilla. Esta fisioterapeuta fue llamada para realizar el registro digital de aquellos que acuden a ser inmunizados al Miguel Delibes. «Estoy muy contenta de poder echar una mano en este proceso tan importante para la sociedad. El cansancio se traduce en ilusión por ver a la gente que viene con ganas para recibir el pinchazo que acabará con todo esto». Como anécdota, destaca que «algunos se descubren el brazo según nos ven, sin esperar a que se lo digamos y sin pasar tras la mampara». Tamara recuerda que, en una ocasión, «una mujer sacó la tarjeta de crédito confundiéndola con la sanitaria y le dijimos que no tenía que pagar. Fue una confusión graciosa».
Tamara Poza, enfermera
Teresa Velasco, fisioterapeuta
Javier Chicote, enfermero
Seis puestos más allá se encuentra Javier Chicote. Este joven enfermero lleva desde el inicio de la campaña inoculando dosis y recogiendo datos de los citados. «Afrontar la vacunación masiva ha sido un reto porque nos hemos tenido que formar sobre todo lo que rodeaba a cada vacuna, pero ha sido ilusionante porque era el momento esperado por todos», señala. Por su puesto de vacunación pasan desde 180 a 400 personas diarias dependiendo de las dosis que se puedan suministrar. Entre ellos, hay ciudadanos con dudas y preguntas que han de resolver, pero Chicote explica que «se nota que la gente quiere la vacuna, la que sea, porque saben que es lo que hará que todo esto termine, pero desde aquí hacemos un llamamiento a que acudan cuando les toca, porque si ya cuesta organizar todo día a día, se complica cuando llega gente fuera de esas franjas de edad».
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Antonio G. Encinas
De un puesto de vacunación a otro pasa Sergio Fernández Velasco, enfermero especialista en comunitaria del Sacyl, mientras explica que «el reto al que nos hemos enfrentado ha sido enorme, porque primero estuvimos en primera línea y luego nos tocó realizar el rastreo de contagiados y contactos. Pero ahora, con la llegada de la vacuna, estamos muy ilusionados de poder inmunizar a la población de forma rápida y masiva». Los turnos de trabajo se organizan estimando las necesidades asistenciales de cada centro. «Se vacuna todos los días y es cierto que los sanitarios estamos cansados, pero es algo que nos ha tocado vivir y hay que continuar para acabar con ello lo antes posible». Por sus manos pasan cientos de pacientes cada día y desde su posición tiene que explicarles que «todas las vacunas son buenas y que no pueden elegir la que ellos prefieran».
En el polideportivo municipal de Medina del Campo tenían cita el jueves 15 cientos de mayores para recibir la vacuna. Con el inicio marcado a las 9:30 horas de la mañana eran muchos los que llegaban a las instalaciones deportivas una hora antes. «La vez es mía, que para eso he venido la primera», espetaba una mujer. Como si de la espera para comprar el pan se tratase, iban pidiendo turno a su llegada. Pero la cola se deshizo cuando el personal de Protección Civil les explicó que tenían que hacerla en la verja de entrada. «Bueno, pero mantenemos el mismo orden, no vaya a ser que me quede sin vacuna», señalaba la misma mujer. Y así lo hicieron: formaron la cola en el punto indicado por los agentes. Con el reloj marcando las 8:45 horas de la mañana la cola se alargaba con un número considerable de citados esperando para recibir el pinchazo.
La llegada de los taxis con los equipos de sanitarios y las vacunas se produjo con total organización a las 8:55 horas. De cada uno bajaron tres sanitarios y descargaron del maletero la nevera con las vacunas. «Tenemos que mantenerlas a entre 2 y 5 grados positivos para poder utilizarlas y tener cuidado para que no se rompa la estabilidad del fármaco». Una vez dentro del polideportivo, los equipos recién llegados continuaron con la preparación que ya habían comenzado otros compañeros.
Colocaron el material y a las 9:30 horas entraban los citados. «Por fin nos toca el pinchazo», se oía. Los sanitarios, situados en sus puestos, comenzaban una jornada en la que inocularían unas 1.200 dosis.
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