Vacunas y probabilidades
La carta del director ·
«Es desoladora deriva de referentes de opinión de todo tipo, también médicos, al ignorar los matices y despacharlo todo con comparaciones tramposas»Secciones
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La carta del director ·
«Es desoladora deriva de referentes de opinión de todo tipo, también médicos, al ignorar los matices y despacharlo todo con comparaciones tramposas»Me resulta imposible eludir la polémica desatada por el proceso de vacunación puesto en marcha contra el coronavirus, su lamentable gestión y los riesgos detectados en la administración a determinados grupos de población de las fórmulas de AstraZeneca y Janssen –mujeres jóvenes sobre ... todo–. Vaya por delante que yo me pondré la vacuna que me toque cuando me toque y aconsejaré siempre a quien me pregunte que siga las recomendaciones de las autoridades competentes en cada caso. Nada más lejos de mis intenciones que suscitar dudas respecto de un aspecto, la vacunación, clave en la protección colectiva frente a esta amenaza. Sin embargo, no me resisto a observar el debate desde dos perspectivas: la del enésimo fracaso de comunicación que vivimos relacionado con esta pandemia y la de la desoladora deriva de referentes de opinión de todo tipo, también médicos, al ignorar los matices y despacharlo todo con comparaciones tramposas o de trazo grueso.
De la comunicación, poco que añadir a lo que llevamos diciendo en este diario desde comienzos del año pasado. Mientras no se decida darle a esta faceta el importantísimo valor que tiene en una crisis como esta, seguiremos tropezando con la misma piedra una y otra vez. Ahora toca algo tan sensible como la confianza en las vacunas. Los errores son morrocotudos y no cabe atribuirlos a los medios de comunicación, sino a las autoridades, a los organismos internacionales, incluso a voces del ámbito científico que pretenden, en ocasiones, que la gente se sume a sus tesis en un ejercicio de fe religiosa.
De los matices y las comparaciones, varias cosas. La valoración de riesgos de la vacunación depende de muchos factores que por costumbre se olvidan. La epidemiología es un vasto campo de investigación y conocimiento. Por ejemplo, una cosa es el riesgo individual y otra el colectivo, pues vacunarse es un acto de responsabilidad no solo con la propia salud, sino también con la de nuestros vecinos. O la incidencia de contagio, que al ser variable también determina que una vacuna sea comparativamente más necesaria o beneficiosa en unos momentos que en otros. Así, según un estudio de la Universidad de Cambridge sobre las cualidades de la patente de AstraZeneca, en el contexto de una incidencia de 200 contagios por 100.000 habitantes, como la que vivimos más o menos en Castilla y León en estos momentos, el riesgo de daño grave por covid en personas sanas de 20 a 29 años –hombres y mujeres– es seis veces mayor sin vacuna que con vacuna, pero 638 veces mayor en personas de 60 a 69. Como cabe suponer, esta explicación nada tiene que ver con el truco de comparar riesgos de trombos entre la vacuna y otros medicamentos. Se habla mucho de la heparina, pero nadie sano se pone heparina y lo cierto es que la vacuna se inocula en personas sanas. Veamos el caso de nuestra comunidad, en donde han muerto 7 mujeres de entre 30 y 39 años por covid desde marzo del año pasado, para una población de 128.882 personas. Esto representa un 0,0054%. Tengamos en cuenta que casi seguro algunas de esas mujeres presentaban factores de riesgo asociados a una mayor letalidad del virus. Esa es la comparación certera. No lo que pasa con la heparina, el ibuprofeno o el nolotil. Porque de lo que hablamos es de transparencia, certezas, confianza. Y, por consiguiente, también de hasta qué punto una mujer de 30 años que no ejerza una profesión de riesgo –a ver, una enfermera tiene más probabilidad de contagiarse que una persona en teletrabajo– tiene derecho o no a saber con exactitud, sin ratoneos argumentativos ni propagandísticos, cuáles son los riesgos reales de morir por covid, algo derivado de un contagio no siempre controlable, en comparación con los que le implicaría inyectarse voluntariamente una dosis de AstraZeneca o Janssen.
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