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'De ahí no te sacamos hasta que nos traigas la lluvia', le decían a la imagen de un Santo Niño Jesús los habitantes de la isla filipina de Cebú. Y le zambullían en el mar cuando la sequía era muy pertinaz. Esto ocurría en ... el siglo XVI.
Hacia 1930 se terminó de construir la fachada del Real Colegio de los Padres Agustinos de Valladolid (a los que coloquialmente se les llama Filipinos) y una reproducción en piedra de aquel Niño Jesús corona hoy el frontispicio del edificio. Hay otra imagen en el interior de la capilla del convento y otras cuatro en el Museo Oriental que alberga el Colegio. De entre ellas podemos destacar una realizada en Filipinas en marfil, madera e hilos de oro que fue traída a Valladolid en 1780. Este museo, por cierto, es el mejor de España en su género.
Magallanes tiene mucho que ver con la historia de esta estatuilla, que viene a cuento puesto que este año 2022 se está celebrando la finalización de la primera circunnavegación a la Tierra que capitaneó aquel portugués visionario y tozudo.
La vuelta al mundo, que cumple 500 años, la inició Fernando de Magallanes y la terminó Juan Sebastián Elcano al haber muerto el primero. Puede decirse que la aventura comenzó en Valladolid, pues fue en esta ciudad donde el 22 de marzo de 1518 se firmaron las capitulaciones entre Carlos I y Magallanes que contenían las condiciones y la financiación para abrir una ruta comercial con las islas de las especies (las Molucas). Aquello terminó por convertirse en una gesta que cambió por completo el mundo de la navegación y el conocimiento de la Tierra. Cinco naves partieron de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519 y una sola regresó al mismo puerto casi tres años después, el 6 de septiembre de 1522.
En ese viaje Magallanes llevaba la pequeña escultura de un Santo Niño Jesús que regaló a una reina de Cebú. Se trata de la primera escultura española que hubo en Filipinas. De este hecho nadie como el padre Blas Sierra -director del Museo Oriental y uno de los mayores expertos internacionales de las culturas china y filipina- cuenta los avatares de aquella pequeña escultura que ha terminado por ser el santo más popular y venerado por los católicos filipinos. Un relato que sigue el diario de Antonio Pigafetta, escribano que acompañó a la expedición y que dejó un testimonio inestimable del viaje y sus incidencias.
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El 14 de abril de 1521, domingo, el rajá Humabon, rey de Cebú, y su esposa Hara Humamay fueron bautizados junto a sus sirvientes y buena parte de sus súbditos. En la ceremonia, Magallanes les puso los nombres de Carlos y Juana, en honor del rey de España y de su madre. Sin entrar en los prolijos detalles de los hechos de los que Pigaffeta da cuenta, Magallanes regaló una imagen de un Niño Jesús a la reina con la condición de que sustituyera a sus ídolos, pues la escultura representaba al Hijo de Dios. Algunos autores, indica Blas Sierra, dicen que fue el arzobispo de Sevilla el que entregó a Magallanes esta imagen tallada en madera. Pocos días después –el 27 de abril- Magallanes fue muerto en un absurdo enfrentamiento con los guerreros de la isla de Mactán al mando del jefe Lapulapu.
En realidad los cebuanos, según relata el escritor filipino Nick Joaquín, lo adoptaron como un nuevo ídolo y lo convirtieron en el Dios del Agua. A él imploraban que trajese la lluvia cuando los campos se secaban. Pero en ocasiones no llegaban las precipitaciones y entonces lo llevaban en procesión hasta zambullirle en el mar diciéndole que de allí no lo sacarían hasta que se las trajese.
La imagen prácticamente se olvidó y quiso la casualidad que en el viaje que en 1565 hicieron el marino Legazpi y el agustino Urdaneta a las Islas Filipinas unos marinos la encontraran en una modesta casa de Cebú guardada en una cajita de madera. Era el 28 de abril y desde entonces se comenzó a venerar. La orden de los Agustinos que llegaron a Cebú en aquella expedición la conserva en la Basílica del Santo Niño de Cebú. Y lo adoptaron como su patrono, razón por la cual preside el frontispicio del seminario de Valladolid.
Se colocó en la fachada, como se ha dicho, al finalizar las obras que se acometieron en la década de 1920 y que cambiaron notablemente el aspecto exterior del edificio existente hasta entonces. Hay que indicar que la colocación de una imagen del Santo Niño ya estaba prevista en los planos de Ventura Rodríguez, arquitecto que diseñó el Real Colegio en 1759. Está tallada por el escultor vallisoletano contemporáneo Pedro Verdugo Pérez. Las obras del siglo XX consistieron, sobre todo, en la instalación de las dos torrecillas que coronan la fachada y la construcción de la cúpula de la capilla, que se consagró el 12 de junio de 1930.
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