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Ya el titular era bastante expresivo: «¡Castilla despierta!». Lo había publicado el 'Diario Regional', periódico católico por excelencia, el 12 de noviembre de 1923 para dar cuenta de la importancia histórica del mitin celebrado el día anterior en el Cine Hispania de la Casa Social Católica. Se trataba, en el fondo, de dar forma a una nueva organización política capaz de convertirse en el baluarte de la Dictadura instaurada en el mes de septiembre por Miguel Primo de Rivera. Sus promotores, Ángel Herrera y el jesuita Sisinio Nevares, tenían muy presente que era la oportunidad que ansiaban los católicos más concienciados para regir los destinos de la nación.
El origen del partido único de la Dictadura hay que buscarlo, como señala Alejandro Quiroga, en el modelo fascista, más concretamente en el viaje de Primo de Rivera a Italia en noviembre de 1923. Fue entonces cuando se percató de que la forma más adecuada para asentar el golpe de Estado y pasar de una Dictadura militar a otra civil pasaba por organizar una formación al estilo de la Italia de Mussolini, dispuesta a movilizar a las masas en un sentido nacionalista y eficaz en las tareas de adoctrinamiento. Su primera opción, sin embargo, la buscó en tierras catalanas, más en concreto en Barcelona, donde había ejercido como capitán general de Cataluña y había establecido una estrecha complicidad con el gobernador civil, Severiano Martínez Anido.
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Por eso se fijó primero en La Federación Cívico Somatenista (FSC), denominada anteriormente La Traza, una organización parafascista cuyos militantes vestían con camisa azul y saludaban a la romana, y que tenían muy buena relación con los militares. Muy pronto, sin embargo, Primo de Rivera y Martínez Anido cayeron en la cuenta de la ineficacia de los trazistas a la hora de impulsar un movimiento general para toda España. Era preciso acudir a otras instancias más efectivas desde el punto de vista de la movilización social. La clave, en efecto, estaba en tierras castellanas, más en concreto en Valladolid.
Fue aquí donde Ángel Herrera, ex alumno del Colegio de San José y alma de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, y el jesuita Sisinio Nevares, impulsor de importantes obras sociales en el agro castellano, en especial de los sindicatos católicos, llevaban tiempo preparando una nueva fórmula organizativa. Pensaban en un partido no nacido desde el centro, sino formado a base de agrupaciones ciudadanas, inspirado por los principios de la religión católica, claramente anticomunista y antiseparatista, capaz de combinar el castellanismo con la defensa de la unidad de España. Así se expuso en el mitin celebrado en el Cine Hispania de la Casa Social Católica, en la calle Muro, el 11 de noviembre de 1923, donde ya se avanzó la necesidad de pasar de un régimen militar a otro civil con el nuevo partido, denominado Unión Patriótica Castellana, como principal sostén político.
El Manifiesto Fundacional, publicado el día 30, venía avalado por 121 firmantes, muchos de ellos conocidos profesionales identificados con el conservadurismo local y el catolicismo social. Estaban, por ejemplo, Justo Garrán, director de 'Diario Regional', el médico y futuro alcalde Blas Sierra, Rafael Alonso Lasheras, Vicente Moliner, Félix Igea y Eduardo Callejo de la Cuesta, el referente más importante, que llegaría a ser ministro de Instrucción pública y Bellas Artes desde 1925 hasta 1930. La Unión Patriótica Castellana nacía con el ánimo de erigirse en la fuerza civil de recambio para cuando desapareciera la dictadura militar. Su principal puesta de largo fue el mitin celebrado en Tordesillas, en enero de 1924, localidad pionera en la provincia, junto a Nava del Rey, en la conformación del nuevo partido.
A partir de ahí vendría la expansión, como ha escrito Jesús María Palomares. Sobre todo cuando, a partir del mes de abril, Primo de Rivera decida unificar el movimiento político de los católicos sociales y convertir a la Unión Patriótica en el partido oficial de su régimen dictatorial. Las juntas provinciales se fueron multiplicando progresivamente por toda España, lo mismo que las afiliaciones, pues la UP será el medio idóneo para medrar en política. En expresión de Palomares, se trataba de la forja de políticos que, en lugar de sanear el panorama patrio de viejas querencias heredadas, terminarían instaurando un caciquismo de nuevo cuño. Solo en Valladolid, en los meses siguientes a abril, se fueron creando juntas provinciales de Unión Patriótica en Mota del Marqués, Valoria, Olmedo, Peñafiel, Medina de Rioseco, Medina del Campo, Pozaldez, Esguevillas, Alaejos, Rueda, Sardón, Tiedra, Simancas y Mayorga.
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