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No lo tuvo fácil el Ayuntamiento de Valladolid para erradicar los establos de vacas del casco urbano. Hacía tiempo que las autoridades sanitarias alertaban de los problemas de salud pública que, con mayor o menor fundamento, se venían detectando con la leche suministrada 'a jarreo', portal a portal o vendida en la misma vaquería.
Un informe de la Junta de Castilla y León de 1984 (recién creada la comunidad autónoma) estimaba que en Valladolid se vendían más de 7.000 litros de leche a granel sin ningún control sanitario. Además, según indicaba dicho informe, se había comprobado que algunas de las vaquerías existentes en pleno casco urbano eran, en realidad, sucursales de amplias explotaciones ganaderas ubicadas en las afueras de la ciudad y añadía que si seguían teniendo establos en Valladolid era por puras razones comerciales, es decir, para no perder el contacto directo con los consumidores.
Además, el vecindario se quejaba: corría el mes de abril de 1986 y el Ayuntamiento recibió nuevas reclamaciones de las asociaciones vecinales exigiendo que se clausuraran los establos pues, entre otros inconvenientes que producían, se estaban detectando casos de infección infantil ocasionados por la presencia de vacas en su entorno.
Lo cierto es que desde el año 1961, los ayuntamientos debían cumplir con el 'Reglamento Sobre Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas', que prohibía taxativamente nuevos establecimientos de vaquerías, establos, cuadras y corrales de ganado dentro del núcleo urbano en las localidades de más de 10.000 habitantes. Y respecto a los que ya existían en esa fecha, deberían desaparecer en el plazo de diez años. Y transcurrido ese tiempo, el Ayuntamiento debería clausurarlas de oficio sin derecho a indemnización alguna.
Habían pasado más de veinte años desde aquella norma cuando el 20 de agosto de 1984 el Ayuntamiento daba a conocer un informe de la Concejalía de Salud, a cuyo frente estaba el médico Ángel Santa Olaya: «En Valladolid se contabilizaban 228 vacas repartidas por 22 establos: el Barrio España, Pilarica, San Juan y Belén sumaban unos 100 animales. También en Parquesol había alguna vaquería. El concejal hace saber que el Ayuntamiento estaba empeñado en sacar aquellas vaquerías del casco urbano y que a finales del año siguiente el asunto de los establos quedaría zanjado».
Para cumplir aquel anuncio, el Ayuntamiento aprobó el 22 de abril de 1985 un decreto por el que se concedía el plazo de un mes a los propietarios de las vaquerías ubicadas en el casco urbano para que abandonaran su emplazamiento. Y el concejal aprovechó el anuncio de esta taxativa orden para decir que «todas» las vaquerías que vendían leche 'a jarreo' daban «leche adulterada» y que desde 1979, cuando se formalizó el primer Ayuntamiento democrático, en Valladolid se habían cerrado hasta 45 de tales industrias en el casco urbano. En definitiva, afirmaba, «ahora va en serio: al que no se quiera ir se le va a cerrar».
El ultimátum no pareció servir de mucho, pues los propietarios de las 22 vaquerías que seguían establecidas en las calles de Valladolid se enfrentaron al Ayuntamiento, alegando que era una medida muy dura y que se habrían marchado si hace años se hubiera concertado un lugar concreto para instalar sus negocios fuera de la ciudad. Y que, además -apuntaban-, la Junta de Castilla y León estaba poniendo muchas trabas para la concesión de los créditos necesarios para acometer una nueva ubicación en fincas rústicas. En definitiva, que se sentían desprotegidos y perseguidos y que si bien hacía 25 años se concedieron indemnizaciones por marcharse, ahora las ayudas oficiales eran insuficientes o inexistentes. El Ayuntamiento, por su parte, recordaba que hacía tiempo se les había propuesto que los ganaderos crearan cooperativas, pero que la medida no tuvo aceptación entre los afectados.
Para consuelo de todos, lo cierto es que este era un problema generalizado en todas las ciudades de Castilla y León y, en el caso de Valladolid, el negocio de crianza de vacas y venta de leche había estado extendido por toda la ciudad, pues, además de en los barrios citados, había vaquerías por numerosas calles, fueran más céntricas o más periféricas, como Portillo del Prado, Castelar, Conde de Ribadeo, Mantería, paseo de San Isidro, Puente Colgante y, por supuesto, en la calle de las Lecheras.
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El caso es que todavía hubo que llegar hasta noviembre de 1987 para que el nuevo concejal de Salud, Guillermo Díez, anunciara otro decreto y la actuación de la Policía Municipal para clausurar definitivamente las vaquerías instaladas en el casco urbano. Después hizo un segundo anuncio advirtiendo de que era su intención que en el plazo de un año estuvieran completamente erradicadas las vaquerías. ¡Y todavía se está actuando de acuerdo con el Reglamento Nacional de 1961 que, recordemos, daba 10 años para que desaparecieran!
La eliminación completa de establos en el casco urbano podemos situarla en 1991. Desde luego, el Diagnóstico de la Salud de la ciudad de Valladolid cita en diciembre de 1989 la existencia de dos vaquerías, alguna de las cuales aún estaba en activo en febrero de 1990, a tenor de las quejas de la asociación vecinal del barrio.
Lo cierto es que la venta de leche y la presencia de reses por las calles habían formado parte de las costumbres y el paisaje de Valladolid, de tal manera que incluso las ordenanzas municipales de principios del siglo XX indicaban cómo debían conducirse las reses cuando transitaran por las calles de la ciudad.
La leche era una base imprescindible, especialmente de la alimentación infantil, por eso el Ayuntamiento de vez en cuando dictaba normas acerca del control de la adecuada calidad de la venta de leche 'a jarreo'. Por ejemplo, en 1849 se emitieron dos bandos encaminados a evitar los abusos y «sofisticaciones» que adulteraran la leche en perjuicio de la salud pública.
Fue tan fundamental la leche en la alimentación infantil que el Ayuntamiento creó en 1911 una institución conocida como 'La gota de leche', que estuvo en servicio hasta 1935. Consistía en unas dependencias gestionadas por el municipio en las que se esterilizaba la leche para suministrarla, sobre todo, a las familias pobres. 'La Gota de Leche' tenía también un consultorio para enseñar a las madres lo necesario sobre el cuidado de sus hijos. Estamos hablando de unos tiempos en los que la mortalidad infantil era enorme: según un informe del doctor Eduardo Romero Frayle, leído en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid en 1906, la mortalidad de la población infantil comprendida entre 0 y 4 años alcanzaba al 37,4% de la misma.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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