Plátanos que dan sombra en la plaza Circular.

El Cronista | Historias de aquí

Valladolid, ciudad de árboles monumentales testigos de su historia cotidiana

Un cedro, un pino, una secuoya, un olivo... el listado de ejemplares singulares que conforman puntos de interés en el paisaje urbano de la capital vallisoletana está recogido y protegido en un catálogo con 35 árboles y 32 arboledas

Jesús Anta

Valladolid

Jueves, 28 de marzo 2024, 00:12

La preocupación por la creación de zonas verdes y plantación de árboles viene de antiguo. La Asociación Económica de Amigos del País, una sociedad filantrópica que amparó Carlos III, a finales del siglo XVIII impulsó la plantación de una extensa arboleda en la orilla izquierda ... del Pisuerga más próxima al puente Mayor. Por aquellas épocas se consideraba que los árboles contribuían a la mejor aireación de la población, en la que, con frecuencia, debido a sequías, aguas estancadas y abandono de basuras a la intemperie, se producía fetidez en el ambiente; en definitiva «miasmas», esos efluvios malignos que desprendían las materias orgánicas en descomposición.

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Con el paso del tiempo, en el Valladolid contemporáneo los árboles comenzaron a considerarse no solamente elementos salutíferos, si no básicamente ornamentales.

El vigente Plan General de Ordenación Urbana de Valladolid (PGOU) recoge, por primera vez desde que existen planes generales, un catálogo de árboles y arboledas singulares. Especies y conjuntos que por su rareza, edad o tamaño, el Ayuntamiento ha decidido protegerlos como un verdadero patrimonio.

Estos árboles de especiales características proceden en su mayoría de plantaciones llevadas a cabo en su día con fines ornamentales que se hicieron entre finales del siglo XIX y mediado el XX. En otros casos, al ir creciendo la ciudad se ocuparon espacios naturales o agrícolas del extrarradio, y en ellos existían árboles aislados o arboledas que se incorporaron, por tanto, al casco urbano.

Concretamente, el Catálogo incluye 35 árboles y 32 arboledas. Mención aparte merece el Campo Grande, el parque urbano más importante de la ciudad que tiene carácter monumental.

Los árboles singulares que se han considerado verdaderamente «monumentos», son muy variados: un pino en la plaza de la Universidad, un enorme cedro del Líbano en la de San Pablo, un tejo en la del Viejo Coso, el olivo centenario de Fuente Dorada o el gran secuoya que destaca en el tramo final del Canal de Castilla, por no citar unos cuantos árboles especialmente singulares que hay en el Campo Grande.

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Cipreses en la trasera de la Catedral, cedro del Líbano la plaza de San Pablo y castaños de indias de la plaza de San Juan.

Otro tanto ocurre con los conjuntos de árboles que medran sobre todo en los paseos y las plazas, y que contribuyen a proporcionar agradables zonas sombrías en los días más cálidos del año: como son los castaños de indias de la plaza de San Juan, el conjunto arbolado de la plaza de Santa Cruz, que se considera de gran valor ornamental y estético en el que no falta un tejo, un cedro y varios plátanos, y la plaza de la Trinidad ofrece un conjunto de plátanos, pero sobre todo dos cedros centenarios que rondan los 25 metros de altura.

Y precisamente, en el patio de la Biblioteca de la Junta de Castilla y León hay cuatro palmitos gigantes.

El recinto vallado que ocupa la vieja colegiata acoge un conjunto de 17 cipreses cuya edad supera el medio siglo y que simulan las columnas que aquel edificio que se consagró el año 1095 en vida del Conde Ansúrez. Verdad o leyenda, se relata que con la madera del ciprés se construyó el arca de Noé y parte del templo de Salomón. Y en la plaza de la Universidad, algunos pinos alcanzan los 20 metros de altura.

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El Ayuntamiento ha valorado al cedro del Líbano que crece junto a la fuente de la Fama del Campo Grande en 358.000 euros

A los cipreses de la Catedral, de unos diez metros de altura y excelentemente conservados, el PGOU les asigna la más alta protección.

Además, estos conjuntos arbolados crean paisajes imprescindibles para hacer más agradable la ciudad, como por ejemplo los plátanos de la plaza de Circular, una de las plazas que más tráfico rodado soportan.

Tanto son un patrimonio los árboles, que cada árbol singular está valorado económicamente. Por ejemplo, el cedro del Líbano que se levanta junto a la fuente de la Fama del Campo Grande, el ayuntamiento le ha asignado un valor de 358.200 euros, y la encina catalogada también en el Campo Grande, se la valora en 147.000 euros.

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Dos cedros centenarios en la plaza de la Trinidad.

Algunos de los árboles protegidos el por ayuntamiento también forman parte del «Catálogo de especímenes vegetales de singular relevancia de Castilla y León» que se creó en 2006 e incluyó unos 150 árboles de toda la comunidad y, entre ellos, 13 de tierras vallisoletanas. Este catálogo tiene como objeto la protección y conservación de árboles cuyo «valor monumental, histórico o científico determine su integración en el patrimonio cultural y natural de Castilla y León». Este catálogo no es cerrado y, desde entonces, se ha incorporado algún árbol más.

Paso a los gigantes: las secuoyas

Si el gigante de los árboles catalogados por la Junta es una secuoya de 42 metros que medra en los jardines de la Granja de San Ildefonso, en Segovia, Valladolid puede presumir de los 36 metros de la ya mencionada secuoya que crece en el último tramo del Canal de Castilla, junto a esa singular casa de estilo suizo.

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Además de esta secuoya, están los otros árboles inventariados en la provincia: la olma de San Andrés (ahora ya una reliquia de lo que fue) y el Pino Señorito ambos del término de Olmedo, el Pino la Virgen de Pedrajas de San Esteban. Una secuoya de la Overuela eleva sus ramas hasta 32 metros. Un pino llamado de Ordoño hay en Aguasal, y otro, llamado de la Tía Hilaria, en Portillo. Tres pinos más completan la representación abultada, como no puede ser de otra manera en Valladolid, de la especie pinus pinea, es de decir, piñonera, que son el pino Gordo en La Parrilla, el pino de Fuentes del Fregano en Simancas y el pino Macareno, que alcanza los 29 metros, en Peñafiel. Un moral llamado de San Felices hay en Santovenia de Pisuerga que tiene 250 años, y una encina en el monasterio de San Bernardo, en Valbuena de Duero. Tal vez el abuelo de todos los árboles sea la encina de la Planta –un quercus ilex- en Quintanilla de Onésimo, al que se le calculan unos 400 años y que tiene 26 metros de diámetro en su copa.

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