Valladolid desaparecido
El reloj que miraba Felipe III desde el Palacio Real de ValladolidValladolid desaparecido
El reloj que miraba Felipe III desde el Palacio Real de ValladolidEn el siglo XVII el reloj mecánico era considerado un lujo del que solo los reyes, la nobleza y el clero podían disfrutar. La mayoría de las personas se guiaban por relojes solares, aunque las grandes ciudades empezaban a contar con relojes mecánicos de sonería ... públicos. Lo habitual era que estuviera instalado en la torre de una iglesia: un lugar alto, visible desde muchos puntos de la población y oíble desde largas distancias; sus campanadas regían la vida de la gente. La Colegiata de Santa María la Mayor fue el primer edificio en Valladolid en disponer de reloj. En 1498 se pagaba a una persona por su mantenimiento. Ese mismo año el desaparecido Convento de San Francisco, ubicado frente a la Plaza del Mercado, después Plaza Mayor, pagaba a cuenta la instalación de otro.
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La Universidad de Valladolid fue una de las primeras en contar con un reloj público. Fue construido en 1579 por el herrero Juan de Pedregal, con fama de «hombre culto y entendido en las técnicas metalúrgicas así como en el conocimiento de los números». Las autoridades académicas vallisoletanas pusieron como condición que diera las medias horas con sones semejantes a los del reloj de la Universidad de Salamanca; tuviera tres carnerillos, igual que el reloj de Medina del Campo; y una calidad semejante a la del reloj del Colegio de los Jesuitas de Valladolid. Así que cuando el duque de Lerma mandó instalar un reloj en la torre derecha de la fachada de la Iglesia de San Pablo no era ni el primero ni el único con el que contaba la ciudad del Pisuerga.
Convertida la ciudad en capital del Imperio, el duque de Lerma, valido de Felipe III, se convirtió en patrono de San Pablo, frente al Palacio Real. Francisco de Sandoval y Rojas, proponiéndose emular la obra del Escorial, costeó la ampliación de la fachada principal del templo y mandó levantar los machones que la enmarcan. En la torre de la derecha, en lo alto, se instaló un reloj, del que hoy solo quedan, borrosos, los números romanos de la esfera que desde la residencia real observaba Felipe III. El duque de Lerma invirtió en las obras más de sesenta mil ducados, con lo que se levantó la cubierta de la iglesia a la altura actual, adelantando el segundo cuerpo de la fachada. Incluyó también en ella los escudos de la casa ducal de Lerma, las cuatro figuras de los evangelistas y la repisa de la Virgen.
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