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Angelines Herrero, reina de las modistas de Valladolid en 1929, sentada, junto con sus damas de honor. EL NORTE
La reina de las modistas de Valladolid
El cronista

La reina de las modistas de Valladolid

La proliferación de talleres de costura hacía indispensable el trabajo de las jóvenes, que desde 1928 contaban con una fiesta en la que se elegía a Miss Modistilla

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 19 de septiembre 2023, 00:10

Saber coser, hacer labores de punto y ganchillo eran, desde finales del siglo XIX, labores asociadas exclusivamente a las mujeres, sobre todo a las de clase social humilde. De hecho, no era extraño que muchas de ellas, siendo aún muy pequeñas, alternaran los estudios (a menudo insuficientes) con este oficio. A principios del siglo XX abundaban las adolescentes que se ganaban el jornal bien como costureras (fabricaban ropa y artículos para la casa) bien como modistas (realizaban prendas de vestir), y algunas pertenecían ya a familias de alta capacidad adquisitiva. Esa división de tareas se operaba en los talleres de costura, que en aquellos momentos eran abundantes en todas las ciudades.

Desde 1928, modistas y costureras contaban con su propia fiesta en sociedad. En algunas capitales se celebraba el 13 de diciembre, festividad de Santa Lucía, patrona del oficio, y en otras se aprovechaba la fiesta de Carnaval. En ambos casos se organizaba un baile -a menudo precedido de comidas de hermandad entre las trabajadoras-, cuyo momento álgido era la elección de Miss Modistilla, seleccionada por un jurado que debía decidir entre varias candidatas. El evento tuvo bastante repercusión a mediados de los años 30, sobre todo entre 1933 y 1935.

Valladolid no fue ni mucho menos una excepción. Este periódico dio buena cuenta del impacto que tuvo la fiesta y la elección de Miss Modistilla en diciembre de 1929 en el Teatro Calderón, resultando ganadora Angelines Herrero, de la casa de modas «Herrero», una joven de distinguida familia que había completado su «esmeradísima educación» con algunos años en Paris. Al año siguiente fue elegida «Reina de las Modistas» Antonia Casas, por 822 votos, a quien acompañaron cuatro damas de honor: Mercedes Sanz, Carmen Plasencia, Frater Alonso y Eufemia Zarzuelo.

Más resonancia tuvo, sin embargo, la fiesta dedicada a estas trabajadoras a finales de febrero de 1933, un día después del lunes de Carnaval. La sede elegida ahora fue el Cinema Capitol, situado en la calle Panaderos (dejó de funcionar en 1977 y se demolió diez años después), y la propia empresa anunció días antes el obsequio que le esperaba a la joven agraciada: un valioso mantón de manila a elegir entre la colección expuesta en el escaparate de «La Esfera». Todas las mujeres estaban invitadas al evento, mientras que los caballeros debían pagar tres pesetas de entrada.

Aquel día, 27 de febrero de 1933, el jurado hubo de elegir entre cinco candidatas: Conchita Español, Paquita Olmedo, Agustina García, Elena Pérez y Saturnina Castro. La seleccionada solía destacar más por su belleza que por su destreza en el oficio. Estaban todos entregados al baile cuando un miembro del jurado clavó el cartelón con el resultado: la ganadora, por 105 votos, había sido Conchita Español, una joven de 17 años nacida en el barrio de San Andrés y que vivía en el número 7 de la calle Alonso Pesquera.

Arriba, Antonia Casas, triunfadora en 1930; abajo, participantes en el certamen de ese año y Conchita Español, Miss Modistilla en 1933 El Norte
Imagen principal - Arriba, Antonia Casas, triunfadora en 1930; abajo, participantes en el certamen de ese año y Conchita Español, Miss Modistilla en 1933
Imagen secundaria 1 - Arriba, Antonia Casas, triunfadora en 1930; abajo, participantes en el certamen de ese año y Conchita Español, Miss Modistilla en 1933
Imagen secundaria 2 - Arriba, Antonia Casas, triunfadora en 1930; abajo, participantes en el certamen de ese año y Conchita Español, Miss Modistilla en 1933

La galardonada, que no podía contener la emoción, trabajaba en el taller de la calle Claudio Moyano junto con otras 32 oficialas. No tenía novio («ni falta que me hace. ¿Para qué? Para preocupación...», confesaba), no era aficionada al cine ni al teatro, tampoco al fútbol y no le entusiasmaban los toros. Solo le gustaba la natación y, por supuesto, su oficio. De hecho, a preguntas de Emilio Cerrillo, encargado del reportaje de El Norte de Castilla, confesaba que su sueño era ser «buena maestra de modista, de corte, y poder un día montar mi taller».

La fama de Conchita como Miss Modistilla hizo que días después, sus compañeras de trabajo y un grupo de estudiantes admiradores le organizaran un nuevo homenaje consistente en un baile, de siete a diez de la noche, en los salones de la Granja Royal. Ciertamente, las misses de los años siguientes (Rosita Díez Hernández en 1934, que antes había sido Miss Zamora, y Amelia Placer en 1935, que un año antes había sido Miss Sport) no gozaron de tanta fama como Conchita Español, a la que este periódico describía como una «bella muchacha morena, de ojos negros y de una gran simpatía».

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