Comercios histórico de Valladolid: Cipriano Martín
El panadero que enseñó a las clarisas de Medina a hacer dulcesComercios histórico de Valladolid: Cipriano Martín
El panadero que enseñó a las clarisas de Medina a hacer dulcesCipriano Martín Bartolomé (Medina del Campo, 1932) abrió en 1955 su propio obrador de pan y dulce. Hijo de Ezequiel Martín Arévalo (Medina del Campo, 1892) y Jenara Bartolomé Fernández, conocidos industriales panaderos y confiteros de la localidad vallisoletana, Cipriano se independizó del negocio familiar ... para establecerse por su cuenta tras casarse con Vitoriana Gutiérrez Gallego. «Pidió un crédito en el Banco Central para montar su horno», recuerda José Carlos Martín Gutiérrez, hijo de Cipriano y copropietario de la confitería familiar en la actualidad. «Mi bisabuelo Primitivo y mi tatarabuelo Gregorio también eran panaderos; así que ya son seis generaciones», apostilla José Carlos Martín.
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Sonia Quintana
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Ezequiel y Jerana tuvieron su primer horno en la plaza de San Agustín, que luego trasladaron al número 10 de la calle Claudio Moyano. Ezequiel fue también alcalde de barrio durante la monarquía de Alfonso XIII, durante la República y con posterioridad a la Guerra Civil. Tras el fallecimiento de este industrial, en 1956, la panadería cerró sus puertas. Un año antes había inaugurado su horno su hijo Cipriano, en el número 4 de calle Padilla. «Aquí aprendieron a hacer dulces las clarisas. Durante unos años por las tardes venían dos monjas a aprender con mi padre en el obrador«, recuerda José Carlos Martín.
Ezequiel y Jenara llegaron a tener 22 hijos. A la muerte de Ezequiel, solo quedaban vivos cinco: Ángel, Cándida, Alejandro, Cipriano y Pilar. «Mi abuelo principalmente era panadero. En los años sesenta trajo de Valladolid a Valeriano Polo, hijo del pastelero Adriano Polo, para que le enseñara a hacer pasteles. Estuvo con mi abuelo tres años. De esa época son las cocadas y toda la bollería», cuenta Carlos Martín Sanz, nieto de Cipriano e hijo de José Carlos. «En la época de la Guerra Civil la gente le llevaba a mi abuelo la harina para que les hiciera el pan», apostilla José Carlos Martín.
El 8 de septiembre de 1973, en el encierro de San Antolín, se escapó un novillo «que no hizo más que dar algún susto y sus rebozos de emoción por las calles de la Ronda de Gracia y Plaza de Santiago, donde fue muerto, no sin que antes diera tremenda cornada a la popular mula que uncida a su tartana repartía el pan por aquellos aledaños pacíficamente», recogía El Norte de Castilla en sus páginas al día siguiente. La mula, propiedad de Cipriano Martín Bartolomé, murió al poco tiempo a consecuencia de la cornada. «El mejor socio que tuvo mi abuelo fue, sin duda, mi abuela. Era una vendedora nata. La que verdaderamente trabajó en la confitería fue ella», señala Carlos Martín Sanz.
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Cipriano murió a los 80 años en 2012 dejando tres tiendas de pan y dulces en Medina. Sus dos hijos, José Carlos y Jesús Ángel Martín Gutiérrez, ambos con otros trabajos, decidieron mantener viva la memoria de Cipriano con la reapertura del obrador primitivo de la calle Padilla, «que estuvo unos años cerrado tras la muerte de mi abuelo», explica su nieto Carlos Martín Sanz. Otra de sus nietas, Marta, sigue los pasos de su abuela tras el mostrador de la confitería familiar, «donde desde hace unos años hemos incorporado un nuevo dulce, en honor a nuestro abuelo: los ciprianitos».
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