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Estado actual de la fuente de la Mona, situada al borde del camino del mismo nombre, que parte de la cuesta de la Maruquesa. Arriba, en detalle, el logotipo de los vinos del pago de la Mona del empresario Miguel Díez y Díez, elaborados en dichos terrenos. J. A.
El olvidado manantial de la Mona que regó ocho mil cepas en Valladolid
El cronista | Historias de aquí

El olvidado manantial de la Mona que regó ocho mil cepas en Valladolid

El camino que parte de la cuesta de la Maruquesa hacia Fuensaldaña albergó una pujante finca agrícola a finales del siglo XIX

Jesús Anta

Valladolid

Jueves, 23 de noviembre 2023, 00:15

El industrial y comerciante Miguel Díez y Díez se quejaba amargamente en 1878 ante las autoridades municipales de que le pretendían cobrar el impuesto de portazgo en el fielato del Puente Mayor por las mercaderías que introducía en la ciudad. No entendía que siendo él habitante de Valladolid y estando sus tierras en el término de la misma, el funcionario del fielato le exigiera los impuestos propios que tenían que pagar los 'forasteros' que venían a la capital con sus mercancías. Además, alegaba indignado que su terreno estaba al pie de la Maruquesa, en la carretera de León, es decir, en pleno Valladolid, aunque al otro lado del Pisuerga.

Efectivamente, Miguel Díez era un conocido y respetado empresario vallisoletano de larga trayectoria en la segunda mitad del siglo XIX que comercializaba, sobre todo, con el vino que producía en su propiedad del pago de la Fuente de la Mona, que se vendían en varios comercios de la capital; además de vender maquinaria agrícola en la calle Milicias (actual General Almirante). Su casa, además, estaba junto a la Plaza Mayor y, sin embargo, injustamente le querían cobrar impuestos absolutamente improcedentes en su caso.

Sus tierras de entonces, ahora yermas y solitarias, situadas al pie de la Maruquesa y atravesadas por el camino de la Mona (nombre que recuerda el pago en el que se encuentra y su fuente hoy olvidada), que conduce hasta Fuensaldaña, tenían en producción más de dos mil árboles frutales y ocho mil cepas tintas. Además, poseía su propio lagar y una importante industria cerámica, o tejar, en pleno rendimiento. El declinar de estas tierras antes productivas llegó a partir de la crisis de la filoxera y, posteriormente, una vez abandonada la actividad agrícola, debido a que el terreno fue dedicado a la extracción de áridos para la construcción.

Tenía, a su vez, otro viñedo de unas setenta u ochenta aranzadas (en torno a 35 hectáreas) con casa, lagar y pozo en las inmediaciones de la carretera de Madrid.

Miguel Díez y Díez, además de tener propiedades rústicas y urbanas y comercio, ejerció como apoderado de algunos empresarios vallisoletanos. Fue, por ejemplo, el apoderado de José María Quirós y Sánchez, el empresario que realizó las obras de elevación de aguas del Pisuerga y su distribución por varias fuentes de la ciudad entre 1876 y 1886; y fue también apoderado del empresario Saturnino Guerra, quien, entre sus actividades más conocidas, formó la sociedad con José León en el proyecto para construir el Teatro Lope de Vega.

En 1859 empieza otra actividad: la elaboración de toda clase de panes en su horno sito en la calle Real de Burgos, frente a la iglesia de San Pedro, productos que vendía en la propia industria y en una tienda de la plazuela del Corrillo.

Anuncios de los vinos de Miguel Díez y Díez publicados en El Norte y en la Guía de Comercio.

Seguimos en 1859, año en el que anuncia la venta de vino blanco superior en sus bodegas de las calles Zúñiga, portales de Cebadería y Nueva del teatro -esta calle, actual 20 de febrero, se abrió cuando se construyó el Lope de Vega y fue una cesión al municipio que hizo el empresario José León, promotor principal del mismo-.

A partir de 1869, Miguel Díez cobra especial notoriedad por sus artículos en El Norte de Castilla y lidera a los empresarios vallisoletanos preocupados por la situación económica de España. Así, en junio de 1869 encabeza una lista de 327 firmas de propietarios, agricultores, comerciantes, industriales y fabricantes de la provincia de Valladolid, que se dirigen a las Cortes Constituyentes en un momento en el que España estaba pasando desde hace años una penosa situación económica: «Menguadas cosechas, destrozado el crédito, arruinada la industria que empezaba a florecer y no recolectando los agricultores en el último año el producto más ínfimo por la falta de lluvias, ha llevado a la ruina a de familias acomodadas y se ha creado una masa enorme de mendigos, trabajadores del campo en su mayor parte».

En julio de 1870, otra carta colectiva dirigida al Regente del Reino solicitaba la amnistía y puesta en libertad de los detenidos por los sucesos ocurridos el 1 de junio de 1869 en Valladolid: «Fue una manifestación multitudinaria, sin distinción de clase o ideología contra el nuevo impuesto de arbitrios municipales. La prisión de estas personas está llevando a la angustia de muchas familias que ven cómo el padre, hermano o el hijo están en prisión por haber solicitado, con más o menos buenas formas, la supresión de dicho impuesto».

Corría el año 1880 y Miguel Díez patenta un trillo inventado por él que fue bautizado como 'trillo Castellano de Díez'. Lo presentó al público en la Exposición Agrícola de junio de 1880 en el exconvento de los Mostenses, situado en la plaza de España, en cuyo solar se construyó luego el actual colegio García Quintana. En la exposición también mostró diversas máquinas agrícolas por él representadas; así como máquinas para la industria vitivinícola y, por supuesto, su vino del pago Fuente la Mona, que tenía a la venta en su almacén de la calle 20 de febrero.

Su implicación empresarial le llevó a ser uno de los promotores de la Asociación Vinícola de Valladolid en febrero de 1881.

Anuncio de 1887 de la venta del pago de la Mona, donde se aprecia la cuesta de la Maruquesa y el paso del tren burra.

El año 1881 pone a la venta la «nombrada viñajosa ('josa' viene a ser una heredad plantada de vides y árboles frutales) y reputada bodega en ella, Fuente la Mona». Constaba la finca de miles de cepas y frutales; así como con bodegas, almacenes, cobertizos, lagar y material diverso. La bodega estaba montada como las mejores bodegas de Burdeos. El viñedo estaba acreditado por diez años de bondad de sus vinos de mesa marca Fuente la Mona en todas las plazas de la península, distinguiéndose por su difusión en lugares tales como Santander, Filipinas y la Habana. También incluía una industria de ladrillo-tejera-alfarera, aguas potables, estanques, pozos, hornos y herramientas, además de una calera con dos hornos continuos.

El pago, además, contaba con abundantes y finas aguas potables del manantial de Fuente la Mona, cuyos caños, hoy secos, se encuentran abandonados junto al camino del mismo nombre y rodeados de maleza. Tardó años en conseguir venderla.

La cita de las bodegas de Burdeos no es gratuita, pues desde hacía años que Miguel Díez presumía de la buena calidad de sus vinos: el 9 de noviembre de 1876 anunciaba en la prensa su 'Vino tinto de mesa, pago Fuente de la Mona de la bodega Luis Díez, en la calle Milicias, 7. Elaboro los vinos de mi propiedad por el sistema Medoc bordelés'.

En septiembre de 1883, de hecho, «los exquisitos vinos de mesa procedentes del pago Fuente la Mona» recibieron la medalla de bronce en la exposición internacional de Amsterdam.

Durante los siguientes años, el empresario retoma de nuevo la publicación de artículos en El Norte de Castilla para escribir sobre la pésima situación de la agricultura española del viñedo, así como sobre el perjuicio que estaba causando la política de importaciones y aranceles de productos provenientes del extranjero y de la producción de alcoholes -Alemania era una potencia vinícola, apuntaba, «por y a costa de España»-. La descripción que hacía de la economía española la completaba con el daño por las altas tasas de las tarifas del transporte por ferrocarril, el mal estado de los caminos y, en general, contra las medidas económicas del gobierno del señor Sagasta. Reclamaba, por último, la defensa de la industria nacional y singularmente la de las provincias castellanas.

Este activo empresario falleció el día 24 de junio de 1904. Su casa mortuoria fue la de toda su vida, situada en el número 45 de la Plaza Mayor. Su viuda era Cecilia Sangrador Vítores, hermana del destacado jurista e historiador vallisoletano Matías Sangrador.

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