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El Pasaje Gutiérrez acogió un balneario abierto en 1889. A la derecha, en detalle, retrato del doctor Miguel Gómez Camaleño y Cob. Archivo Municipal de Valladolid
Valladolid, capital de las casas de baño en el siglo XIX

El cronista | Historias de aquí

Valladolid, capital de las casas de baño en el siglo XIX

La ciudad albergó numerosos negocios de aguas minero-medicinales que ocuparon espacios como el Pasaje Gutiérrez

Jesús Anta

Valladolid

Jueves, 9 de noviembre 2023, 00:10

El XIX fue el siglo de las casas de baños. Tiempos en los que la preocupación por la salud y la higiene irrumpieron en los usos y costumbres de la sociedad. También en Valladolid.

Noticias hay de una casa de baños medieval en el Alcázar, donde luego se construyó el convento de San Benito, y de una casa de baños en la calle que con ese mismo nombre había en las inmediaciones del Esgueva cerca de la Antigua. Aquella calle de Baños mudó de nombre en 1921 por el del dramaturgo Echegaray, premio Nobel de Literatura en 1904.

En Valladolid hay constancia fehaciente de la existencia de unas cuantas casas de baños lo largo del siglo XIX y primera parte del XX.

En la década de 1840 sabemos de la existencia de los baños de Santa Clara, en las inmediaciones del convento de Santa Clara, y de otros llamados Diana en las Puertas de Tudela.

Los baños de Diana eran de lujo, según relató en 1895 el abogado y periodista José Ortega Zapata: cuartos espaciosos, tinas de piedra muy limpias y relucientes, agua abundante y cristalina. Después del baño se podía pasar a un jardín con cenadores cubiertos de enredaderas y emparrados, con mesas y sillas. Y, si el cliente quería, le servían un vaso de leche de vaca al módico precio de un real, acompañada de un bizcocho de las monjas de Santa Clara.

No sabemos con certeza cuando comenzó a funcionar la casa de baños del Juego de Pelota, situado en el número 1 de la calle Expósitos, pero sí sabemos que en 1883 se convirtió en la más antigua de la ciudad aún en servicio, pues a tenor de las noticias de prensa, los de Diana y Santa Clara da la impresión de que desaparecieron en la década de 1860.

Anuncio de la casa de baños de la calle Expósitos en 1926. El Norte

Los de Expósitos se reformaron completamente en 1888, cuando se retiraron las bañeras de zinc y se sustituyeron por pilas de mármol. Disponían de cuartos frescos y bien ventilados y se introdujo el agua corriente suministrada por el Canal del Duero (que había empezado a funcionar en noviembre de 1886). En su publicidad anunciaba que se «preparan aguas minerales, sales marinas y toda clase de emolientes», así como suministro de agua a la temperatura que el cliente deseara. Además, presumía de una esmera limpieza. El precio de cada baño era de una peseta.

En junio de 1861, El Norte de Castilla anunciaba la llegada a la ciudad del profesor de cirugía Juan Enrique Palmos, que en su estudio de la Acera de San Francisco, además de operar y curar la vista, tenía «baños de vapor para las enfermedades crónicas».

Atrevida era la propaganda que hacía la casa de baños de vapor del número 11 de la calle Teresa Gil, pues presumía de que eran tan buenos los resultados que no se sabía de nadie que los hubiera tomado y que no hubiera experimentado mejoría en pocos días, y «su alivio equivale a los de las Caldas de Ledesma».

Una empresa con casa central en Madrid se instaló en 1869 en la calle Santa María 11 de Valladolid, donde ofrecían baños minero-medicinales para combatir el reumatismo, la paraplejia, la neuralgia, la sífilis (una enfermedad relativamente frecuente en la época), alteraciones de la matriz y la hiperemia (congestión y encharcamiento de los vasos sanguíneos). Anunciaba que en el establecimiento recibía a enfermos de ambos sexos.

En la década de 1880 comenzó a hermosearse la nueva plaza del Poniente, que se había urbanizado una vez soterrado el ramal de la Esgueva que hasta entonces atravesaba este paraje deshabitado. En torno al parque se comenzaron a instalar negocios y comercios, como el Balneario del Poniente (1887), instalado por el inteligente propietario Emilio Gómez Díez en su casa de Rinconada, 18, frente al cuartel de San Benito y a la «florida plazuela del Poniente». En el balneario se preparaban toda clase de baños de placer y medicinales. Estuvo en servicio, al menos, hasta 1921.

Y un par de años después (1889) se instaló el Balneario del Pasaje Gutiérrez. Un gran balneario, como lo definía su propietario, ajustado a los adelantos más modernos de la ciencia médica. Ofrecía baños de placer, de aguas minero-medicinales, de vapor, de aire caliente, duchas y pulverizaciones. Dotado con grandes bañeras de mármol, así como con gimnasio higiénico, médico, ortopédico y espaciosos salones de espera con mesas de billar.

El balneario de las Salinas se anuncia en la Guía-Anuario de Valladolid de 1927. El Norte

En fin, sin poder determinar con precisión cuando estas casas de baño desaparecieron de las costumbres vallisoletanas, sí podemos rastrear en la Guía Anuario de Valladolid y provincia, publicada en 1927 por la Casa Santarén, y verificar que en su relación de establecimientos ya solo aparecen las casas de baños del Poniente (en plaza de la Rinconada, 18), y la de Don José Higuera (calle Expósitos, 1), además del Balneario de las Salinas de Medina del Campo.

Tuvo Valladolid entre sus ilustres galenos a un especialista en la medicina relacionado con el poder salutífero de las aguas. Se trata de Miguel Gómez Camaleño y Cob. Nació en Madrid en 1850, pero realizó sus estudios universitarios en Valladolid, ciudad a la que quedó ligado de por vida, donde falleció en 1937.

En mayo de 1888, el Gobierno lo nombró Médico Director numerario de baños y aguas mineromedicinales.

No solo fue un prestigioso médico sino que ejerció de Jefe Superior de Administración Civil, fue director-médico del balneario de Medina del Campo y del de Molgas (Orense) y montó una pequeña casa de baños en su propio domicilio de la calle Núñez de Arce. Fue, además, presidente de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid, miembro de la Real Academia de Bellas Artes, cónsul de Portugal en Valladolid y también tuvo presencia en el ámbito empresarial, en calidad de vocal de la Colonia Agrícola e Industrial del Duero, y presidente de la Sociedad Anónima Cervecera 'Gambrinus'. Obtuvo varias condecoraciones de ámbito nacional: Cruz de Carlos III, de Isabel la Católica y al Mérito Civil. Y su prestigio profesional y sus actividades culturales le brindaron una desahogada posición económica.

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