El Cronista | Historias de aquí
El mítico discurso que Manuel Azaña ofreció en Valladolid sobre las tablas del CalderónEl Cronista | Historias de aquí
El mítico discurso que Manuel Azaña ofreció en Valladolid sobre las tablas del CalderónManuel Azaña, que fue presidente de la Segunda República, amaba los paisajes y disfrutaba paseando por la naturaleza. Así lo refleja en un texto que escribió la noche del 26 de junio de 1918, cuando todavía ni había recalado en Villalba de los Alcores, ni conocido a su futura esposa, Lola Rivas Cherif ... , hermana de su gran amigo y reconocido dramaturgo Cipriano Rivas Cherif. A Cipriano le unía no solo su coincidencia ideológica, sino que ambos eran los propietarios de La Pluma, una prestigiosa revista literaria que editaban en Madrid.
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Aquella noche de junio de 1918, Azaña atravesaba por tierras vallisoletanas y observaba el paisaje desde la ventanilla del tren procedente de Madrid camino de La Coruña: «Salida de la luna, antes de Medina. Nubes bajas en el Levante. Pincelada rojiza, leve raya en el horizonte. Un fulgor va subiendo, estriado por las fajas de nubes. La luna sale, roja, entre celajes; de pronto, ya muy alta, se lanza a un espacio libre, y se ve subir su cara ovalada, de oro, entre dos nubarrones de borde inflamado. Luna de teatro.
Los anémicos pinares de Valladolid están muy bien esta noche, heridos de través por la luna; más aéreos los pinos, parece que sus copas flotan. Lentitud del tren. En Valladolid se atesta el departamento, y así hasta La Coruña, nos dicen. Humo, sueño, incomodidad«. Seguramente familias que se dirigían a veranear a Galicia.
Arturo del Villar es un gran conocedor de Azaña y ha escrito una sucinta pero muy detallada relación del líder republicano con Valladolid. Así, sabemos que en septiembre de 1921 pasó 16 días en Villalba de los Alcores invitado por su amigo Cipriano Rivas Cherif (dramaturgo que renovó la escena teatral y premio Nacional de Literatura en 1931), cuya familia tenía propiedades en la villa, además del castillo. Allí conoció a Lola, 24 años más joven y hermana de Cipriano, con quien terminaría casándose en 1929. Parece razonable pensar que volvió por Villalba en otras ocasiones en breves periodos vacacionales.
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Durante aquella estancia, visitó el Monasterio de Matallana, Medina de Rioseco, el Museo Provincial de Valladolid y el Colegio de San Gregorio.
A finales de 1928 recaló de nuevo en Valladolid como miembro de un tribunal de oposiciones a Notarías en razón de funcionario del Ministerio de Gracia y Justicia. En la capital permaneció hasta febrero de 1929, donde trató con círculos republicanos y participó en tertulias en las que también estaba el periodista Francisco de Cossío, con el que no parece que se llevara muy bien, tal como relata Cipriano de Rivas en su libro 'Retrato de un desconocido. Vida de Manuel Azaña'. En aquellas fechas Azaña aprovechó para visitar Simancas y su Archivo, lugar del que no guardó buen recuerdo. Como tampoco lo guardó de la ciudad de Valladolid: «… Cuántas cosas no acabadas, como la catedral, o acabadas de mal modo. Y cuántas mal colocadas. Nada concuerda ni se armoniza con nada…»
El domingo 13 de noviembre de 1932, Azaña, entonces presidente del Consejo de Ministros, dio un discurso en el Teatro Calderón de Valladolid cuyo contenido había levantado gran expectación en toda España, pues aquel año la República estaba teniendo grandes tensiones: desde el llamamiento de Alfonso Carlos de Borbón para que sus seguidores carlistas se movilizaron contra la República, a la huelga general que había convocado la CNT, pasando por la aprobación de la Ley del Divorcio, la Ley para la Reforma Agraria y el Estatuto de Cataluña, sin que faltara, para rematar el agitado panorama social, el intento de golpe de Estado el 10 de agosto encabezado por el general José Sanjurjo, y todo ello en un contexto en que el gobierno estaba sufriendo los embates de quienes acusaban a Azaña de desmembrar España para contentar a los separatistas.
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Por todo esto, el discurso de Azaña en Valladolid tuvo una especial relevancia, pues de él se esperaba una defensa de la unidad de España, como así fue. Tanta fue la importancia, que El Norte de Castilla publicó íntegramente el discurso de Azaña. Su presencia en Valladolid, así como sus cualidades humanas y políticas fueron saludadas incluso por Antonio Royo Villanova, político liberal claramente contrario a la República y al Estatuto de Autonomía de Cataluña, que fue director de El Norte de Castilla entre 1902 y 1906.
El mismo día 13, Royo Villanova publicó un largo artículo en la primera página del periódico que incluía comentarios como este: «Y aquí termino mi saludo a don Manuel Azaña, cuyos méritos y cualidades he sido, repito, el primero en reconocer, en admirar y en aplaudir, y que sigo reconociendo y admirando».
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La noche del sábado 12 llegó en automóvil a Medina del Campo, donde se alojó. A primera hora del día 13 inició viaje a Valladolid, donde fue recibido por el alcalde Quintana: recepción en el Ayuntamiento, y a las 12 del mediodía, al sonido del Himno de Riego, entró en un abarrotado teatro Calderón para dar un trascendente mitin. Y en la calle, una multitud pudo seguir su discurso gracias a varios altavoces.
Finalizado el mítin se le homenajeó en un banquete que se llevó a cabo en el patio de butacas del cine Capitol (que estaba en la calle Panaderos) servido por las cocinas del hotel Inglaterra, sito en la plaza Santa Ana.
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Posteriormente visitó las obras del hospital militar que se estaba construyendo en el paseo de Zorrilla, y diversos cuarteles. Le tributaron una recepción en la Diputación Provincial, y su esposa, María Dolores, fue agasajada en el hotel de France. Y por la tarde, viaje de vuelta a Madrid.
Jesús Anta trae a El Norte de Castilla la tremenda historia de Félix Merino Obanos, el primer gran matador de toros vallisoletano. El diestro tocó el cielo y el suelo de la profesión y su muerte fue de lo más inesperada.
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