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«Se compra oro, plata y platino y los pago más que nadie». Así se anunciaba en El Norte de Castilla en los años veinte del pasado siglo la joyería y platería de Anastasio Gil, ubicada en el número 15 de la Acera de San Francisco (hoy Plaza Mayor). Nacido en 1872 en el municipio vallisoletano de Villavicencio de los Caballeros, Anastasio Gil Rodríguez llegó a la capital «muy jovencito, a los ocho o nueve años», tal y como recuerda su nieta Gloria Gil Garay. Empezó como aprendiz en un taller de joyería de la calle Alonso Pesquera, donde estuvo hasta los 17 años, y después se marchó a Santander, donde trabajó en diversos talleres de joyería. «En Santander conoció a su primera mujer y tuvo dos hijos. Pero enviudó en seguida y se volvió a Villavicencio con los dos niños pequeños. Allí le casaron con mi abuela Filomena; esas cosas que se hacían en la época. Los hermanos de mi abuela se iban a ir a México y ella se iba a quedar sola, así que les casaron y ella se encargó de cuidar a los niños. Y luego tuvieron juntos nada menos que ocho hijos», explica Gloria, nieta del matrimonio.
Pronto la pareja se estableció en Valladolid. «Primero mi abuelo estuvo trabajando una temporada en un piso en Fuente Dorada, pero en seguida cogieron el local de la Acera de San Francisco. Mi abuela era 'doña negocios'. Abajo estaba la tienda y ellos se fueron a vivir a la parte de arriba. En la parte de atrás hicieron el taller: era grandísimo y tenía todo el tejado acristalado. Mi abuelo estaba en el taller con su batón puesto y mi abuela, siempre en la tienda. Ella era la que sabía ganar los dineros y administrarlos», apunta Gloria.
110 años de vida
Al matrimonio le sucedieron en el negocio cuatro de sus hijos: Pruden, Milagros, Trini y Julio. «Al principio también vino a trabajar con mi abuelo en el taller su hermano Federico, que estuvo al frente del taller hasta que le sucedió mi tío Julio», el pequeño de los hermanos Gil y Gil. La Guerra Civil pilló al matrimonio en Santander, en los llamados baños de ola. Y allí se quedaron durante los casi tres años que duró el conflicto. «Durante la Guerra la joyería se mantuvo abierta y la gente iba a venderles cosas», cuenta Gloria. También en aquellos años vendieron a los Franco la cubertería de plata para su residencia en el Palacio de la Isla de Burgos, donde el Generalísimo se estableció con su familia. «A una de mis tías la pretendía un oficial alemán –de la Legión Cóndor, principal aportación militar de la Alemania hitleriana al Ejército de Franco– y eso les facilitó las cosas durante los años del conflicto, que fueron muy difíciles. Mi abuelo le decía que no se fiara, que iba solo a por su dinero», confiesa divertida Gloria.
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Sonia Quintana
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En 1982, el año en que la joyería Anastasio Gil cumplía 110 años, sus hijas Milagros y Trini, ya solas al frente del negocio, se jubilaron y bajaron para siempre la persiana de este histórico comercio vallisoletano.
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