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Fotografía y vídeo de Rodrigo Ucero
Comercios históricos de Valladolid: Ambrosio Rodríguez

El aprendiz de impresor que vino de Matapozuelos

Ambrosio Rodríguez abrió su papelería en la capital en 1898 con la ayuda económica de su padre; hoy tres de sus biznietos, Luis, Jesús y Fernando, mantienen vivo el negocio de este «innovador» de finales del XIX

Sonia Quintana

Valladolid

Lunes, 7 de marzo 2022

El fundador de la imprenta que lleva su nombre en Valladolid desde 1898 llegó a la capital a aprender el oficio dos años antes de abrir su negocio en la calle Alfonso XII (hoy Regalado), esquina con Teresa Gil. Ambrosio Rodríguez Íscar (Matapozuelos, 1866) comenzó como aprendiz en la imprenta y papelería Miñón, donde además conoció a la que luego fuera su mujer, Inés Miñón, hija del propietario, «algo que no le hizo mucha gracia al señor Miñón. Se convirtió en su competencia y se casó con su hija», recuerda Fernando Rodríguez Ruiz, biznieto del fundador y junto a sus hermanos, Luis y Jesús, hoy al frente de este negocio centenario vallisoletano.

Fernando y Luis Rodríguez Ruiz, frente a la actual papelería de Claudio Moyano, letrero del comercio del año 1948 y el fundador de la empresa. Rodrigo Ucero y álbum de la familia Rodríguez Ruiz
Imagen principal - Fernando y Luis Rodríguez Ruiz, frente a la actual papelería de Claudio Moyano, letrero del comercio del año 1948 y el fundador de la empresa.
Imagen secundaria 1 - Fernando y Luis Rodríguez Ruiz, frente a la actual papelería de Claudio Moyano, letrero del comercio del año 1948 y el fundador de la empresa.
Imagen secundaria 2 - Fernando y Luis Rodríguez Ruiz, frente a la actual papelería de Claudio Moyano, letrero del comercio del año 1948 y el fundador de la empresa.

Además de la tienda, con la ayuda económica de su padre, Ambrosio Rodríguez abrió un taller de imprenta en el número 13 de la calle Duque de la Victoria, «frente al prestigioso comercio de telas H. Gutiérrez», apostillan Luis y Fernando Rodríguez. Tras la muerte de Ambrosio, el negocio quedó en manos de su único hijo varón: Jesús Rodríguez Miñón. «Los años de la Guerra Civil fueron muy duros porque todos los trabajadores fueron llamados a filas y no había nadie para trabajar», rememoran los hermanos Rodríguez. «Las mujeres de la familia tuvieron que empezar a trabajar en la tienda porque había que tirar del carro». Y allí estuvieron las hijas de Jesús, casado con la gallega Dolores Rodríguez Carballo, despachando en el comercio, «nuestras tías Maisa y Amparito». Amparo Rodríguez dejó plasmados en el libro conmemorativo del centenario del comercio, 'Valladolid, desde el escaparate de Ambrosio Rodríguez', sus recuerdos de aquellos años. «El mostrador era de mármol blanco y para ver si los duros eran buenos, había que tirarlos y cogerlos sobre el mármol». «La tienda de mi abuelo tenía un termómetro de dos metros de largo y era casi obligado ir a verlo todos los días por muchos vallisoletanos», rememoraba la nieta del fundador.

Traslado a principios del siglo XX

En 1948, ya con Antonio, hijo de Jesús y nieto del fundador, como propietario, los talleres de la imprenta se instalaron en el número 6 de la calle Panaderos, junto al cine Capitol. Y en 1957 la papelería se trasladó al número 3 de la calle Duque de la Victoria, establecimiento que en la actualidad convive con otro posterior abierto el 31 de octubre de 2000 en el 24 de Claudio Moyano. A día de hoy, la imprenta se encuentra en el 16 de la calle Embajadores.

«Nuestro padre murió muy joven, a los 38 años, y es nuestra madre, Carmen Ruiz Alonso, quien desde entonces ha llevado el negocio, ahora respaldada por nosotros», explica Fernando Rodríguez. «Innovador en su campo, nuestro bisuabuelo creó aparatos que facilitaban la fabricación de sobres y de cuadernos de espiral. Sus máquinas rayadoras para la impresión de libros de contabilidad y su encuadernación también fueron una novedad», señalan los hermanos Rodríguez Ruiz, quienes han mantenido la tipografía del letrero original. «Es la letra Juventud», apuntan estos expertos en Artes Gráficas, que salpican de anécdotas el relato de este negocio; como cuando su abuelo durante los años de la posguerra «tuvo que comprar un gasógeno para dar luz y para que los trabajadores pudieran componer los textos en las cajas por las restricciones de luz».

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