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Postal histórica del Río Esgueva con la Antigua de fondo en el S XIX. El Norte
La iglesia de la Antigua: de sus entrañas romanas al románico
Estampas de ayer y de hoy

La iglesia de la Antigua: de sus entrañas romanas al románico

Siguiendo el antiguo curso septentrional del río Esgueva por el interior de la ciudad, llegamos a uno de los espacios más singulares del devenir histórico y urbanístico de Valladolid

Martes, 28 de marzo 2023, 00:09

Siguiendo el antiguo curso septentrional del río Esgueva por el interior de la ciudad, llegamos a uno de los espacios más singulares del devenir histórico y urbanístico de Valladolid, la manzana comprendida entre las calles Solanilla, Magaña y Arzobispo Gandásegui, en cuyo centro se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua.

El punto de partida de esta estampa es bastante anterior al propio templo. Gracias al registro arqueológico se conoce la existencia de un núcleo de ocupación estable de época romana en las dos márgenes del río, en una superficie cercana a 21 hectáreas. Su centro se encontraría en los espacios ocupados posteriormente por la Catedral y la iglesia de la Antigua, que se situaban en una loma que destacaba del entorno, extendiéndose hacia las calles Angustias y Bajada de la Libertad por el oeste, la plaza de Santa María por el sureste, la calle Juan Mambrilla por el este y las calles Esgueva y San Martín por el norte. Por la extensión que van deparando los vestigios (como un mosaico que apareció en las obras de reparación de la Catedral, un horno en las obras de un solar entre las calles Cánovas del Castillo y Bajada de la Libertad, o varios suelos de opus caementicium en la plaza de Portugalete), parece tratarse de un vicus, una pequeña barriada, con una entidad más o menos importante, de la cual se desconoce su nombre y su organización interna, pero que tuvo una prolongada ocupación entre el Alto y el Bajo Imperio, relacionándose con un antiguo cruce de caminos. Las excavaciones realizadas en el interior de la iglesia de la Antigua, para mejorar el sistema de calefacción, y en el exterior, para los trabajos vinculados a la posible realización de un aparcamiento subterráneo en este punto, cuya ejecución finalmente se desestimó, permitieron documentar varios muros, unas atarjeas de las redes de desagüe y, como hallazgo más destacado, un hipocaustum perteneciente a unas pequeñas termas, que se encuentran en un aceptable estado de conservación, en las inmediaciones del crucero que hay frente a la entrada del templo.

Strato. 2009. Excavaciones arqueologicas. Atarjea romana. Hipocaustum romano. Strato
Imagen secundaria 1 - Strato. 2009. Excavaciones arqueologicas. Atarjea romana. Hipocaustum romano.
Imagen secundaria 2 - Strato. 2009. Excavaciones arqueologicas. Atarjea romana. Hipocaustum romano.

Valladolid en el Medievo

Paradójicamente, el centro del Valladolid medieval se trasladaría desde aquí al oeste, a la actual plaza de San Miguel, en cuyo entorno se funda, entre los siglos IX y X, la aldea que será el germen de Valladolid. Contó con una tosca muralla, la conocida como Cerca Vieja, levantada en el siglo X o a principios de la siguiente centuria. A partir del año 1072, cuando el rey Alfonso VI entrega al conde Pero Ansúrez el señorío de estas tierras, será cuando se produzca un destacado crecimiento de la villa, especialmente gracias a la llegada de pobladores de las zonas de Carrión de los Condes y Saldaña. El caserío se extenderá fuera de la muralla, hacia el oriente, creándose los barrios de San Martín y el de los comerciantes en la rúa de los Francos (actual Juan Mambrilla), y se construye un palacio (que se situó en la actual calle Esgueva), se funda la iglesia de Santa María de la Antigua, según se cuenta a instancia de Doña Eylo, mujer del conde, y se levanta otro templo con categoría colegial, la Iglesia/Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción o de Santa María la Mayor, cuya carta de fundación data del año 1095. El emplazamiento elegido por el conde Ansúrez constituía el punto más elevado del entorno, y que en palabras del erudito Rafel de Floranes, a finales del siglo XVIII, se correspondía con los restos de un antiguo castro o »castrecillo», alusión que parece recordar las antiguas ruinas romanas.

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Las primeras noticias documentales referentes a la iglesia de Santa María de la Antigua datan del año 1177, si bien su construcción original se realiza en el siglo anterior. Antolínez de Burgos menciona que empezó a construirse en 1095, al mismo tiempo que la Colegiata, pero al emplearse bóvedas de piedra en la cubierta de la segunda se acabó después que la Antigua, cuya techumbre era de madera, motivo por el que recibió ese apelativo. Durante el primer cuarto del siglo XIII, su estructura fue completada con la construcción de una torre, colocada al oeste, y de un pórtico, adosado a su muro norte, que servirá de mirador sobre el río Esgueva, que discurría junto a su costado. Con posterioridad, probablemente durante el reinado de Alfonso XI (1311-1350), la iglesia románica fue sustituida por una construcción gótica. El templo ha sido objeto de numerosas reformas, destacando su total reconstrucción tras la declaración en 1897 como Monumento Nacional, momento en el que se encontraba en un avanzado estado de ruina. En 1915 se desmontó íntegramente excepto la cabecera y la torre, eliminándose muchas de las construcciones adosadas a la fábrica original, levantándose de nuevo entre 1918 y 1934.

Desde finales del siglo XII o inicios del XIII esta área se convirtió en el centro mercantil de la ciudad, incluso acogiendo al Regimiento municipal en unas dependencias de la Colegiata. En los alrededores de la iglesia de la Antigua, en ocasiones pegados a su estructura, se encontraban diversos edificios, que daban una imagen abigarrada, totalmente diferente de la visión exenta de construcciones que tiene hoy en día. Ese fue el caso del albergue para mujeres casadas, litigantes en causas matrimoniales, conocido como el Beaterio de las Emparedadas, que parece que fue fundado a finales del siglo XI por Doña Eylo, y que estaba adosado al ábside de la nave del Evangelio.

La Antigua en la actualidad.

Imagen después - Reconstrucción de la torre de la Antigua en la década del 1910 y en la actualidad.

Construcción de la torre en la década de 1910.

Imagen antes - Reconstrucción de la torre de la Antigua en la década del 1910 y en la actualidad.
Reconstrucción de la torre de la Antigua en la década del 1910 y en la actualidad. El Norte y Rodrigo Ucero

También se conoce la existencia de un extenso camposanto en los alrededores de la Antigua y de la Colegiata, que se empleó entre los siglos XI y XVIII, en relación directa con la costumbre de enterrar a los muertos en los alrededores e interiores de las iglesias, ya fueran defunciones por causas naturales o como consecuencia de alguna de las numerosas pestes y enfermedades infecciosas. En los archivos hay numerosos testimonios sobre del empleo de este cementerio, como es el caso del Hospital Real de Nuestra Señora de Esgueva, erigido sobre al antiguo palacio del conde, que enterraba a sus fallecidos en este punto. El escritor Francisco de Quevedo, en su obra Historia de la vida del Buscón, llamado Don Pablos (1626), alude al mismo, «…que no come un cuerpo más presto el montón de la Antigua de Valladolid, que le deshace en veinte y cuatro horas…», circunstancia de la que tuvo conocimiento durante su residencia en la ciudad. Las excavaciones realizadas en el perímetro del templo, entre 2006 y 2009, exhumaron un buen número de enterramientos, generalmente en fosas simples, muy concentrados entre sí y en ocasiones apilados unos por encima de otros, lo que refleja una intensa ocupación cementerial, que en extensión llegaba hasta la plaza de Santa María. Recordémoslo cuando se pasea por la actual plazuela, y podremos pensar «que estamos pisando muertos».

Valentín Carderera y Solano. Museo Lázaro Galdiano. Hacia 1836.

Concluiremos este relato con dos importantes acontecimientos que propiciaron la actual morfología urbana. El discurso del ramal norte del Esgueva bordeó hasta el siglo XIX la iglesia y el espacio cementerial por las actuales calles Antigua, Solanilla y Magaña, tal y como puede observarse en un dibujo de Valentín Carderera, realizado hacia 1836. Para vadear este curso había una serie de pequeños puentes, que en época medieval se construyeron en madera y posteriormente en piedra, entre los cuales se encontraban los del Bolo de la Antigua, en la confluencia actual de Magaña con Solanilla, y el de los Baños o Magaña, al final de esta vía en su cruce con la actual calle Echegaray.

Debido a los problemas de higiene y salubridad urbana, se planteó el cubrimiento del cauce, que para esta zona se efectuó durante los años 50 y 60 del siglo XIX. Las obras se terminaron en la calle Magaña en 1865, empleándose mampostería de piedra caliza en los cimientos y pilares, mientras que la bóveda se ejecutó con ladrillos. Los restos de estas construcciones pudieron ser documentados durante los trabajos de control arqueológico del cercano aparcamiento subterráneo de Portugalete y de la propia urbanización de las calles Solanilla y Magaña, las cuales surgieron tras la desaparición del río de la superficie, concretamente la segunda en el espacio donde anteriormente estuvo el lavadero de Portugalete.

Fotografía aérea de La Antigua en 2019.

Imagen después - Vistas aéreas de La Antigua en 1981 y 2019.

Fotografía aérea de La Antigua en 1981.

Imagen antes - Vistas aéreas de La Antigua en 1981 y 2019.
Vistas aéreas de La Antigua en 1981 y 2019.

En la margen izquierda del río, y sobre el antiguo montón de la Antigua, se construyó una manzana de casas, en cuyo costado oriental se encontraba la calle del Bolo del Antigua, que aparece dibujada en el histórico plano de 1738. Los orígenes de estas construcciones hay que situarlas, probablemente, en el siglo XVII, momento en que pudo disminuir el número de enterramientos practicados en la necrópolis que, por entonces, se ceñía a una pequeña superficie de contorno ovalado, con una valla perimetral y con una cruz exenta en su centro. Sin embargo, por los vestigios deparados en las excavaciones arqueológicas realizadas en 2009, se sabe que con anterioridad estuvo habitado en época de los Reyes Católicos, puesto que se documentaron los cimientos de un patio empedrado y de un pozo asociados a una vivienda señorial. Una mención a estas construcciones aparece en el Manifiesto que se redacta tras las inundaciones de 1788, en la que se señala como «la manzana de la Sala de las Animas». En su extremo suroeste, en el solar donde se levantaba el conocido bar Gabino, se emplazó en su día el Mesón de Magaña, que recibía el nombre por su dueño, y que acabó designando tanto al puente sobre el río como a la propia calle. El derribo de estas edificaciones, a finales de los años 70 del siglo XX, junto a la sustitución del caserío tradicional por modernos bloques de viviendas al este del templo, propició la reforma integral de este espacio y la visión expedita que tenemos en la actualidad de la iglesia.

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