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La huella del arquitecto Luis Ferrero en ValladolidSi los arquitectos Jerónimo Arroyo y Luis Ferrero hubieran visto cómo quedó el edificio de Correos y Telégrafos de la plaza de la Rinconada tras la reforma perpetrada en 1966, se habrían tirado de los pelos. Pero ninguno de los dos estaba ya entre los vivos.
En mayo de 1965 comenzaron las obras consistentes en levantar una planta más, y destruir la esbelta torre y la cornisa de lo que se consideraba un Palacio de Comunicaciones, inaugurado en febrero de 1922. Sus arquitectos fueron los citados Arroyo y Ferrero, que ofrecieron a la ciudad un edificio inspirado en la arquitectura plateresca, renacentista y barroca española con una torrecilla que armoniza con las del Ayuntamiento y unas bellas cresterías… Un goticismo muy en boga en aquellas décadas.
El palentino Jerónimo Arroyo es conocido en Valladolid por la Casa del Príncipe de la Acera Recoletos, y una destacada relación de edificios en Palencia, ciudad donde ejerció como arquitecto municipal. En cambio, de Luis Ferrero Tomás (1868-1937) hay bastante desconocimiento. Nació y falleció en Madrid, donde estudió la carrera y trabó amistad con el también alumno, Juan Agapito y Revilla. Ferrero ejerció como arquitecto municipal en Córdoba y Barcelona antes de recalar en Valladolid y, sobre todo dejó notables edificios en Madrid.
Debió de ser una persona de carácter. En el Ayuntamiento de Valladolid ejercía de arquitecto interino desde diciembre de 1897. En julio del año siguiente, el pleno municipal, tras un intenso debate, acordó nombrarle arquitecto jefe. Y en septiembre de 1899 presentó la dimisión irrevocable.
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El motivo de su renuncia, según relató El Norte de Castilla, fue una disputa surgida con un concejal debido a las obras que se estaban realizando en el grupo escolar del Paseo Zorrilla. Evidentemente él era el arquitecto jefe y su opinión, fuera la que fuera, hubiera prevalecido tratándose de la ejecución de una obra municipal. Además, era muy apreciado y en varias ocasiones se ponderó su profesionalidad y diligencia, especialmente en varios casos de incendios en los que intervino con gran pericia el cuerpo de bomberos, dirigido por Luis Ferrero.
El caso es que para el arquitecto, aquella disputa con el concejal debió de ser la gota que colmó el vaso, si hacemos caso a cómo El Norte terminó la crónica en la que daba cuenta de la dimisión de Luis Ferrero: «En fin, que en aquella casa (el Ayuntamiento) cada paso es un tropiezo; viniendo este y otros asuntos a demostrar plenamente el desbarajuste que reina en nuestro Ayuntamiento».
En el debate sobre su nombramiento como arquitecto jefe, un concejal compartía las relevantes cualidades de Luis Ferrero, pero manifiesta que hay otro aspirante natural de Valladolid que estaba ejerciendo de arquitecto municipal de Palencia: Juan Agapito y Revilla «hijo de humilde familia, cuya hoja de servicios es brillantísima». Después de otras intervenciones, finalmente se votó, y por 18 votos a favor contra 7 que recibió Agapito y Revilla, el madrileño Luis Ferrero Tomás alcanzó el puesto para el que estaba propuesto.
El segundo en el escalafón era el arquitecto Emilio Baeza Eguiluz, cuya obra más notoria en Valladolid es el Círculo de Recreo de la calle Duque de la Victoria, o arquitecto colaborador de Teodosio Torres, en la construcción del Instituto Zorrilla, al igual que Juan Agapito y Revilla.
La plaza que dejó vacante Ferrero la cubrió, finalmente, su amigo Juan Agapito y Revilla tras superar una competida oposición.
Al mes siguiente de dejar el Ayuntamiento, Luis Ferrero estableció su estudio de arquitectura en la calle de la Libertad 14-16, en el que recibió algún encargo, como la construcción de una tapia decorativa y abrir ventanas en el edificio de la calle Perú número 9. Y en 1901 hay noticia de que se había marchado a Madrid, donde ejercía de profesor de una academia en la que se formaban ingenieros industriales, arquitectos, peritos y electricistas.
No terminaron aquí las relaciones de Ferrero con Valladolid, pues en junio de 1902 presentó en el Ayuntamiento los planos para construir la ampliación del convento de las Salesas, en la calle Francos (actual Juan Mambrilla). La obra se materializó en una larga pared que llega hasta la calle de Colón, doblando la esquina y entrando en parte de la calle.
Otro edificio notable tiene la firma de Ferrero, el levantado en 1904 en la calle Platerías número 16 por encargo del influyente ciudadano Fidel Recio del Castillo, que fue presidente de la Diputación de Valladolid y senador electo por esta circunscripción. La ejecución material de la obra la llevó a cabo el maestro Coloma.
Pero si hay una singular obra que no llegó a ejecutarse y que llevaba la firma de Ferrero es un Teatro Circo proyectado en 1902 para Valladolid, del que la profesora María Antonia Virgili del Hoyo da cuenta en su libro «Desarrollo Urbanístico y Arquitectónico de Valladolid (1851-1936)». Los teatro circo estuvieron muy de moda en las décadas a caballo entre el XIX y el XX.
María Antonia Virgili también anota que Ferrero participó en la organización del 9º Congreso Internacional de Higiene y Demografía celebrado en Madrid en abril de 1898.
Luis Ferrero dejó huella en la carrera de otros arquitectos que ejercieron en Valladolid, especialmente en el maestro Modesto Coloma Palenzuela, sobre todo en ornamentación arquitectónica, tal como pone de manifiesto el profesor de la Universidad de Valladolid Francisco Javier Domínguez Burrieza.
Del quehacer de Ferrero en Madrid se pueden destacar el Nuevo Teatro Alcalá o el edificio de los Previsores del Porvenir, en la Gran Vía.
Uno de sus hijos, Francisco Javier Ferrero Llusiá, también fue arquitecto, con importante obra pública en Madrid, como por ejemplo el Mercado Central de Pescados de la Puerta de Toledo.
¿Sabías que El Norte de Castilla describió en 1860 al Campo Grande como «poco menos que un corral»? Fue bajo el mandato del alcalde Miguel Íscar se acometió el diseño de lo que ahora es el gran pulmón de Valladolid. Jesús Anta desgranará la historia de esta emblemática zona verde de la ciudad.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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