![El histórico mercado de Portugalete que sucumbió a la piqueta en 1974](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/02/22/mercadoportugale1970-kp6F-U2101604957937lVC-1200x840@El%20Norte.jpg)
![El histórico mercado de Portugalete que sucumbió a la piqueta en 1974](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/02/22/mercadoportugale1970-kp6F-U2101604957937lVC-1200x840@El%20Norte.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
El histórico mercado de Portugalete cerró sus puertas el 28 de febrero de 1974, una decisión municipal que llevaba aparejado su derribo. Los comerciantes que tenían su puesto en el mercado, mayoritariamente se reinstalaron en las Galerías Comerciales López Gómez y Rondilla, según les había propuesto el ayuntamiento.
«Valladolid está asistiendo a una sistemática y progresiva destrucción de su patrimonio cultural», clamaron en un artículo publicado en El Norte de Castilla el 25 de octubre de 1973, los arquitectos Primitivo González, Enrique de Teresa y Diego González Lasala.
Eran totalmente contrarios a derribar el mercado y lo consideraban una insólita decisión pues, decían, «es una obra que refleja un momento del desarrollo histórico y social de nuestra ciudad y posee a la vez un singular valor arquitectónico».
No habían pasado tantos años desde que también se desmontara el primer mercado de hierro que se construyó en Valladolid en la plaza del Campillo de San Andrés. Un derribo que se llevó a cabo en 1957 sin pena ni gloria. Pero en 1973 una parte de la sociedad vallisoletana ya había tomado conciencia de la importancia e interés que tenían estos mercados de hierro, testigos de la modernidad vallisoletana en el último tercio del siglo XIX. El del Campillo se abrió en 1880, el de Portugalete en 1881, y el del Val en 1882.
Era cierto que el mercado de Portugalete se hallaba en un estado lamentable debido a una inexplicable falta de mantenimiento. Y que, ciertamente, ya no podía seguir prestando los servicios de un mercado moderno debido a las exigencias de tipo higiénico, servicios, acondicionamiento, etc.
Pero se alzaron voces que reclamaban que el edificio debía conservarse y reutilizarse pues, entre otras cosas, era un símbolo singular de las estructuras de hierro fundido del siglo pasado.
Entre artículos de otros arquitectos, como Font Arellano, profesor de la Escuela de Arquitectura, y cartas al director, se fueron desgranando los valores de Portugalete y sugiriendo otros usos, en algunos casos admitiendo que la estructura se desplazara a otros emplazamientos, pero no que se destruyera. Así, se sugerían opciones tales como sala de exposiciones, museo de escultura contemporánea, espacio escénico, sala de conciertos, e incluso reinstalarlo en la Feria de Muestras como Pabellón de la Industria. También se propuso destinarlo a actividades infantiles, como juegos o pistas de patinaje.
Desde luego también hubo pronunciamientos favorables a su eliminación alegando que tenía una inadecuada ubicación –junto a la Catedral-, su malísimo estado de conservación, o que tenía rincones propicios para la acumulación de suciedad y para crear focos de inmundicia. Algunas personas favorables al derribo alegaban que la ciudad ganaría una amplia zona verde y la grata perspectiva de las torres de la Antigua y la Catedral, añadiendo que era un error mantener viejos edificios que, como estaba ocurriendo con el abandonado convento de San Agustín y las ruinas de la Colegiata, eran campamentos de vagabundos, cocheras de camiones y basureros.
Entre las voces más conocidas aplaudiendo su eliminación del lugar que ocupaba el mercado estuvo la de Vicente Rodríguez Valencia, canónigo y archivero de la Colegiata, profesor del Seminario, académico de Bellas Artes y, por aquella época, cabeza visible de los promotores de la canonización de Isabel la Católica.
En un intento de apaciguar los ánimos, la Comisión Permanente del ayuntamiento propuso, a primeros de noviembre, aplazar un mes el derribo y crear un jardín de invierno, eso sí, siempre y cuando la Dirección Provincial de Bellas Artes aportara los cinco millones de pesetas que costaría la rehabilitación del edificio.
Bellas Artes no mostró ningún interés por la propuesta municipal y esto sirvió de último y definitivo pretexto al ayuntamiento para inmediatamente iniciar su derribo, que iría seguido de una pronta urbanización del espacio libre para hacer una vía rápida de tráfico y jardines, una forma de evitar que el solar se convirtiera en un estercolero, según palabras del alcalde Julio Hernández. Y añadió, a preguntas de la prensa, que el proyecto no se sometería a información pública para no demorar su pronta ejecución.
Y el lunes 18 de marzo comenzaron las obras de derribo, en las que ocurrió la desgracia de que falleciera un obrero. El 9 de mayo, al final de la jornada y cuando se estaban retirando los últimos tres trabajadores que quedaban en la obra, la estructura comenzó a ceder lentamente. Uno de los obreros, dándose cuenta de lo que sucedía, avisó a sus compañeros, que salieron a la carrera, pero él fue alcanzado en la cabeza por una de las columnas de sujeción. Dionisio del Pozo Sanz fue trasladado a la Residencia Onésimo Redondo, donde ingresó ya cadáver. Otro de los obreros sufrió una ligera luxación de pie.
En aquellos días circuló por la ciudad el rumor de que la estructura del mercado serviría para cubierta de un picadero o de una nave industrial para una industria vallisoletana de conservas. Y así ha quedado como una de las leyendas urbanas de Valladolid, que la estructura está en Andalucía, cosa totalmente imposible, pues por su hundimiento imprevisto quedó totalmente inservible.
El colofón de esta historia quedó resumido en abril de 1979 cuando una comisión de comerciantes del mercado del Val anunció que irían a visitar al alcalde que resultara elegido en las elecciones municipales que se celebraban el día 4 de ese mes, para pedirle que comenzaran cuanto antes las obras de reconstrucción del mercado del Val, el único que quedaba en pie, pues había coincidencia en todas las fuerzas políticas, ciudadanas y empresariales de que había que conservar el mercado, e incluso la Dirección General de Patrimonio Histórico Artístico se opondría a su derribo.
Solo habían pasado cinco años desde que se derribó el mercado de Portugalete.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.