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Calle Regalado y, a la derecha, lo que queda del patio que formaba parte del conjunto de la residencia hospitalaria del Oratorio de San Felipe Neri. Clara Matute
Historia de Valladolid: la ciudad no tiene Gran Vía, ni falta que hace

Valladolid no tiene Gran Vía, ni falta que hace

La ciudad, al detalle ·

La Platería iba a convertirse en la gran calle moderna, ancha, rectilínea y repleta de vida y comercios que todas las ciudades españolas empezaban a estrenar en el siglo XIX; pero la iglesia de la Vera Cruz, enclavada en el medio, truncó los planes urbanísticos e hizo buscar otra nueva vía cerca de la Catedral: San Pedro Regalado

Antonio Giraldo

Valladolid

Jueves, 23 de junio 2022, 00:03

Si existe un elemento urbanístico que toda ciudad que se precie tiene en España es una Gran Vía. Sí, esa típica calle ancha y rectilínea con una cierta homogeneidad arquitectónica y generalmente con mucho tráfico, gran número de comercios, gente con bolsas e instagramers por las esquinas. Se trata de la calle central de la ciudad o, por lo menos, una de ellas. Y sí, esa que cala profundo en el orgullo madrileño. Y cuidado con decir algo sobre ella.

Pero no solo Madrid tiene su Gran Vía; otras muchas ciudades españolas también cuentan con una. No necesariamente son mejores por eso y no todas llevan ese nombre pomposo de 'Gran Vía', sino que llevan otros muchos nombres como calle Larios en Málaga, calle de Colón en Valencia o algunas que sí lo llevan, pero disuelto, como la Gran Vía del Escultor Francisco Salzillo en Murcia. No era suya, pero terminó con ese nombre.

Incluso nuestros queridos vecinos salmantinos tienen la suya y, permitidme opinar sin que sirva de precedente, que una de las buenas. Y esta sí lleva solo el nombre de Gran Vía, porque para qué más si es la mejor, dirán. Seguramente para ellos la madrileña palidece ante el ocre de la piedra franca de Villamayor, tan presente en toda ella. A decir verdad, presente en toda la ciudad, que parece mentira que les siga quedando piedra todavía.

En la parte superior una imagen de la Gran Vía madrileña. La segunda fotografía, en la parte inferior izquierda la Gran Vía de Salamanca, una fotografía de Manuel Laya. En tercer lugar la calle Larios de Málaga, fotografía de Nito Salas.
Imagen principal - En la parte superior una imagen de la Gran Vía madrileña. La segunda fotografía, en la parte inferior izquierda la Gran Vía de Salamanca, una fotografía de Manuel Laya. En tercer lugar la calle Larios de Málaga, fotografía de Nito Salas.
Imagen secundaria 1 - En la parte superior una imagen de la Gran Vía madrileña. La segunda fotografía, en la parte inferior izquierda la Gran Vía de Salamanca, una fotografía de Manuel Laya. En tercer lugar la calle Larios de Málaga, fotografía de Nito Salas.
Imagen secundaria 2 - En la parte superior una imagen de la Gran Vía madrileña. La segunda fotografía, en la parte inferior izquierda la Gran Vía de Salamanca, una fotografía de Manuel Laya. En tercer lugar la calle Larios de Málaga, fotografía de Nito Salas.

El caso es que esto de las grandes vías, si es que existe ese plural, está bastante extendido y ruego me perdonen todas esas ciudades a las que no he mencionado.

Pero, para entendernos, ¿qué es una Gran Vía y qué la diferencia del resto de calles de la ciudad? Pregunta de urbanista clásica. Una Gran Vía es una calle «joven», por así decirlo. Vamos con un poco de historia de brocha gorda:

En el siglo XIX con el crecimiento demográfico que aún arrastrábamos de la revolución industrial [en España algo más tarde que más al norte en Europa] las ciudades empezaron a crecer de forma muy notable. Es el siglo de los ensanches urbanos por excelencia. Véase esa Barcelona cuadriculada de Cerdá, ese Abando de Bilbao, ese barrio de Salamanca de Madrid o, de una forma mucho más modesta, ese Recoletos vallisoletano. No solo crecía la población, sino también la riqueza, y poco a poco surgió la burguesía que ocuparía esos ensanches.

Diagrama de parcela de los ejes de las calles incluídas en el Plan Cerdá para el Ensanche de Barcelona

En estas décadas las mentes urbanistas no se conformaron con hacer crecer la ciudad de una forma ordenada e higiénica, sino que, por qué no, tirar también lo que ya existe y hacer una ciudad nueva. No veáis la que liaron en París, que demolieron la totalidad de la maravillosa, pero oscura e insalubre, ciudad medieval para hacer enormes avenidas rectas con un mismo tipo de edificio. Sí, ese que todos tenéis en mente, el París de hoy en día de los tejaditos azules a 6.000 euros el metro cuadrado.

Tejados de París. Foto de Ante Samarzija en Unsplash

En España no fuimos tan radicales -porque de los franceses ya se sabe-, sino que las operaciones de reforma interiores las ajustamos a intentar facilitar el tráfico urbano. De carruajes primero y luego de coches, claro. Y de esta forma es como para mediados/finales del siglo XIX se planteó en muchas ciudades españolas el demoler ciertas partes de los centros históricos para crear calles anchas y rectilíneas que permitieran más tráfico a la par que «embellecieran» la ciudad, o lo que entonces entendían de ese concepto. Así surgieron todas estas nuevas calles que llamamos Gran Vía, porque entonces eran la calle grande, la nueva, la buena. Pero ojo, tampoco penséis que todas fueron a la vez. Con la calma. Algunas cayeron en el siglo XIX, pero otras bien entrado el siglo XX y, por los edificios que las rematan, podéis incluso ver que diferentes tramos son de épocas distintas, como pasa en Madrid. Sea como fuere, y se planificasen cuando lo hicieran, salvando las distancias, podemos concluir que el concepto de todas ellas es el mismo.

¿Y qué pasa con Valladolid? Una ciudad que ha sido capital del imperio donde no se ponía el sol, que ha dado inventores, descubridores, nobles, reyes, escritores, presidentes del gobierno, grupos musicales, alcaldes mediáticos y concursantes de Gran Hermano… ¿no íbamos nosotros a estar a la última en tendencias urbanísticas?

Evidentemente que no. Pero como en tantas otras cosas, la suerte no ha sonreído a Valladolid tanto como esta sí lo ha hecho a otros vicios urbanísticamente más reprobables. Y eso es algo que todos tenemos asumido.

No todo es lo que parece en Pucela, porque a la pregunta de si tenemos Gran Vía, permitidme deciros que no tenemos una, sino que tenemos una y media. Chúpate esa Salamanca.

¿Cómo que una Gran Vía y media? Seguro que algunos lectores algo más curtidos en la historia urbanística de la ciudad sí me pueden señalar una y entender el porqué digo que solamente media. No es tampoco una historia desconocida, además de que la protagoniza la que es quizá una de las calles más bonitas que tenemos en Valladolid.

Estoy hablando de la calle de la Platería -sí, es de la Platería, no Platerías-. Calle coronada por la archiconocida -y maravillosa- iglesia de la Vera Cruz. Calle más iglesia son uno de nuestros tesoros más valiosos, por todo. Y no me pararé en este punto porque seguro que estáis de acuerdo.

Calle Platería desde la Plaza del Ochavo con la iglesia de la Vera Cruz al fondo, 1962 Archivo Municipal

Pues lo fuerte de esta historia es que la Vera Cruz estuvo como mínimo 70 años pendiente de ser demolida. Sí, así es. En el siglo XIX, en el «Gran Vía–boom», algunas personas se fijaron en que, caramba, qué buena alineación tiene la calle Platería con la Plaza de San Pablo a través de la calle Felipe II que continúa exactamente el mismo trazado, pero habiendo ya superado la iglesia. Fácil, fuera iglesia y pedazo Gran Vía que se nos queda. El plan era perfecto, yo mismo reconozco que, ostras, vaya mala suerte que la Vera Cruz haya caído ahí. Como urbanista el cuerpo me pide lo mismo, pero menos mal que ahora tenemos cabeza.

La anécdota es que desde que se propone demoler la Vera Cruz hasta que finalmente en 1940 se descarta por completo, nunca se tuvo en cuenta el incalculable valor histórico y arquitectónico del edificio, y desde luego que la Iglesia tampoco dijo ni mu mientras se pagara bien, sino que los motivos que lo detuvieron fueron tan peregrinos como las alegaciones de un vecino que 'no le molaba' cómo se iba a expropiar o las quejas de los ciudadanos en que el coste igual era muy caro y no era sostenible por las arcas públicas. Setenta años en los que nadie se puso de acuerdo hasta que la gente empezó a tomar conciencia no solo de lo caro que era, sino de que oye, que la iglesia está muy bien. La Gran Vía nunca se completó así que tenemos media, o dos medias si queréis, interrumpidas, gracias a Dios, por la Vera Cruz.

En segundo lugar, abajo a la izquierda, El trazado y los derribos previstos por César Cort. Destacado en azul, la Iglesia de la Vera Cruz. (AYuntamiento de Valladolid). La tercera foto, en la parte inferior derecha, muetsra el proyectó de Gran Vía con el derribo de la Vera Cruz en el siglo XIX (Ayuntamiento de Valladolid)
Imagen principal - En segundo lugar, abajo a la izquierda, El trazado y los derribos previstos por César Cort. Destacado en azul, la Iglesia de la Vera Cruz. (AYuntamiento de Valladolid). La tercera foto, en la parte inferior derecha, muetsra el proyectó de Gran Vía con el derribo de la Vera Cruz en el siglo XIX (Ayuntamiento de Valladolid)
Imagen secundaria 1 - En segundo lugar, abajo a la izquierda, El trazado y los derribos previstos por César Cort. Destacado en azul, la Iglesia de la Vera Cruz. (AYuntamiento de Valladolid). La tercera foto, en la parte inferior derecha, muetsra el proyectó de Gran Vía con el derribo de la Vera Cruz en el siglo XIX (Ayuntamiento de Valladolid)
Imagen secundaria 2 - En segundo lugar, abajo a la izquierda, El trazado y los derribos previstos por César Cort. Destacado en azul, la Iglesia de la Vera Cruz. (AYuntamiento de Valladolid). La tercera foto, en la parte inferior derecha, muetsra el proyectó de Gran Vía con el derribo de la Vera Cruz en el siglo XIX (Ayuntamiento de Valladolid)

Y esta es la historia que sí te cuentan, pero ¿entonces no tenemos Gran Vía? Claro que sí la tenemos, pero no está ahí.

Como de iglesias parece que va la cosa, en la historia de otra de ellas encontramos la Gran Vía que sí es, la de verdad. Permitidme que demos un paseo por el entorno de Plaza de España, subiendo por Teresa Gil, casi haciendo esquina con la calle Regalado encontramos otra de las buenas iglesias vallisoletanas: San Felipe Neri. De valor incuestionable y además muy bien situada. No parece que haya sido un «estorbo» como lo fue la Vera Cruz, pero algún secreto esconde.

Si continuamos el paseo unos pasos más y giramos por Regalado hacia la derecha, en sentido hacia la catedral, enseguida vemos uno de esos lugares un tanto extraños de la ciudad: un medio patio, tapiado pero visible, con sus arcadas de piedra combinadas con la pintura roja [almagre, claro] y sus galerías en el primer piso. Lo extraño es que parece que la propia calle lo corta en diagonal. ¿Dónde está el resto del patio? ¿por qué parece incompleto?

Ni muchísimo menos en el siglo XVI se proyectaría algo así. La historia, esta vez algo más antigua que la de la calle Platería, volvió a encontrase un estorbo. En este caso el patio de la Residencia Hospitalaria del Oratorio de San Felipe Neri.

Si cogéis un plano de Valladolid anterior a 1860 y lo comparáis con uno actual, en su parte histórica, adivinaréis algunos cambios importantes que se han realizado. Por ejemplo: la presencia aún de determinados tramos de los viejos cauces de la Esgueva que atravesaban la ciudad, o cambios en las edificaciones de la Plaza Mayor, cuando todavía no era roja. Pero quizá uno de los mayores y más desapercibidos cambios que existe es una calle ausente, una calle muy larga y de considerable importancia hoy. Ya la he mencionado, se trata de la calle Regalado.

Plano de la ciudad de Valladolid de Diego Perez Martinez, 1788

Ahí la tenéis, lectores, esa es nuestra Gran Vía. La calle Regalado no había existido nunca hasta casi el siglo XX. En ese espíritu reformista del XIX, que quería manejar los nuevos flujos de tráfico hasta nuestra nueva estación ferroviaria, se idearon varias vías nuevas. De una de ellas, longitudinal norte–sur ya hemos hablado, pero hubo otra, una que fuera de este a oeste, y esta sí llegó a hacerse. La necesidad de abrir una nueva vía mucho más ancha que desembocara en la Catedral llevó a los urbanistas y arquitectos municipales de entonces a que, a partir de 1860 y durante más de 20 años, se expropiaran y demolieran los edificios suficientes para hacerla. Qué dos Gran Vía más bonitas iban a quedar, una coronada por la Iglesia de San Pablo y otra por la Catedral de Valladolid.

Pero esta tampoco estuvo libre de estorbos. Si bien el trazado de esta calle nueva se modificó para intentar sortear la propia Iglesia del San Felipe Neri -y aquí la Iglesia sí hizo presión-, cosa que sucedió, no hubo manera de no afectar al patio de su residencia hospitalaria, que pillaba justo de por medio. Y por todo este jaleo y otros más, finalmente el patio fue, sorprendentemente, demolido a la mitad y dejándonos esa otra mitad presente hasta nuestros días de la forma en la que vemos hoy.

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Trazado de apertura de la Calle de Regalado hasta la catedral, entre Teresa Gil y la antigua plazuela de Orates, y proyecto de alineación de la calle Sierpe, según el plano de Martín Saracibar del 21 de abril de 1863 que se guarda en el Archivo Municipal de Valladolid

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La calle Regalado, aunque hoy nos regala -valga el juego de palabras- quizá una de las perspectivas más bonitas de la ciudad con la torre de la catedral de fondo, no llegó a ser en realidad todo lo que se quería que fuera. La intención era haberla continuado de forma recta cruzando la Calle Santiago, con lo cual hubiera hecho falta demoler también la Iglesia homónima, y quizá la tercera de las buenas iglesias de la ciudad, para poder llegar hasta María de Molina.

Claustro de la iglesia de San Felipe Neri, en la calle Regalado. Rodrigo Jiménez

Y tampoco se pudo hacer con el ancho que se quería, sino que por problemas en las expropiaciones y esos «tropezones» se rebajó hasta los ocho metros. Una calle normal.

Así que finamente este otro intento de Gran Vía vallisoletana quedó prácticamente indiferente de sus calles vecinas. Tanto así que ni tuvo el honor de llevar ese nombre, sino que se le dedicó al patrón de la ciudad, San Pedro Regalado. Una historia, una vez más, de una idea de grandeza que la realidad echó por tierra. Quizá también, en cierto modo, por fortuna. Salamanca no conocerá nunca todo lo que se perdió para poder hacer la suya. Nosotros hoy seguimos teniendo las tres Iglesias que, de otra forma, nunca hubiéramos conocido.

Calle Regalado a principios del siglo XX. Archivo Municipal

Valladolid no tiene Gran Vía, ni falta que hace. Tenemos gran vía y media de historia que ha llegado hasta nuestros días en su lugar. Nos lamentamos de todo lo que se hizo al patrimonio de la ciudad durante el siglo XX, pero creedme que tenemos motivos para agradecer todo lo que no se hizo en el siglo anterior.

Cuando paséis por Platería y paréis en la Vera Cruz, o por la calle Regalado y veáis ese medio patio mal encajado, recordad estas líneas y entenderéis que su valor es irrepetible y nuestra ciudad única.

Sobre el autor

  • Antonio Giraldo es geógrafo y urbanista. Es 'influenciador' en redes sociales, donde escribe sobre urbanismo y temas relacionados.

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