![Carmen Estrada con su hijo José Luis Herrero, quien siguió los pasos familiares.](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/07/02/00206BF56D19230702161121-kDBF-U200659578880D0B-1200x840@El%20Norte.jpg)
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A principios del siglo XX, Felipe Herrero y Matilde Olavarrieta Pardo (Valladolid, 1877) se establecían como carniceros en dos puestos en el Mercado del Campillo, en la plazuela del Campillo de San Andrés (hoy Plaza España), inaugurado un cuarto del siglo antes. Paredes cubiertas de azulejos, puestos con mostradores de mármol... El matrimonio Herrero-Olavarrieta daba así, sin saberlo, en los primeros años de 1900, el primer paso de una de las sagas de carniceros con más solera de la ciudad.
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Felipe y Matilde tuvieron dos hijos: Felipe e Isabel. Fue el varón, Felipe, quien dio el relevo a sus padres en el negocio familiar. En octubre de 1941, el Ayuntamiento autorizó la cesión de las casetas números 45 y 47 del Mercado del Campillo a doña Matilde Olavarrieta por traspaso a su hijo Felipe Herrero Olavarrieta (Valladolid, 1913), quien, tras contraer matrimonio con Carmen Estrada González, regentaría junto a su mujer la carnicería de los Herrero. «Los padres de mi abuela Carmen, Manuel Estrada y Segunda González, también fueron afamados carniceros de la calle Velardes. Tenían también en la carretera de Circunvalación con la de Renedo la finca donde cebaban el ganado que luego despacharían en la carnicería», cuenta Ángel Herrero Escribano, quinta generación de esta familia de carniceros.
Felipe y Carmen tuvieron cuatro hijos: Felipe Manuel, José Luis, María del Carmen y Félix. Los tres varones siguieron los pasos de sus padres. «Mi padre José Luis (Valladolid, 1942) cogió junto a mi madre, María de los Ángeles, el traspaso de una carnicería en las entonces recién abiertas, y hoy desaparecidas, galerías comerciales Los Sótanos, en el Paseo de Zorrilla. Yo llevo en el oficio desde 1986», explica Ángel Herrero (Valladolid, 1968), biznieto de los fundadores de esta dinastía de carniceros vallisoletanos.
«También mis bisabuelos maternos se dedicaron a la carnicería. Francisco Escribano, mi bisabuelo, alias El Farruco, vino a Valladolid desde su Villamayor de los Escuderos (Zamora) natal y se dedicó al trato de ganado. Su hijo Ángel, mi abuelo, se casó con mi abuela María, y también tuvieron su puesto de carne en el Campillo. A mis abuelos les dio el relevo mi tío Ángel. Mi madre, ya casada con mi padre, se dedicó al negocio de los Herrero», resume Ángel desde su puesto en el actual Mercado del Campillo. «Esto ya no es lo que era. Cuando me jubile bajo la persiana», asegura este carnicero, biznieto, nieto e hijo de esta aristocracia de carniceros vallisoletanos. «Mi bisabuelo El Farruco era un hombre peculiar y nos consta que se le llegó a denunciar por sacar a pastar a sus vacas a los jardines de La Rosaleda», añade el último carnicero de esta saga.
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