El convento que vivió uno de los episodios más duros de la historia de Valladolid

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Fue Juan de Mendoza, hijo del cardenal, quien vendió a Mencía de Guzmán por «800.000 maravedíes» aquellas casas que le había donado su padre en la Isleta de Belén, «aposento de obispos, palacio cardenalicio, colegio mayor, vivienda de inquisidores, heredad de un famoso comunero, residencia de duques, convento cisterciense, abrigo espiritual de Cazalla, solar industrial, objeto de especulación de la burguesía, y hoy colegio y casa de jesuitas», tal y como la describen Asunción Esteban Recio y Manuela González Lopez en su libro 'Herejes luteranas en Valladolid. Fuego y olvido sobre el Convento de Belén'. Y es que este convento fue protagonista involuntario de uno de los episodios más duros de la historia de Valladolid en el que cuatro de sus monjas fueron condenadas a morir en la hoguera, en el famoso Auto de Fe del 8 de octubre de 1559 en el Campo Grande. Marina de Guevara, Catalina de Reinoso, Margarita de Santiesteban y María de Miranda fueron detenidas, interrogadas y procesadas por la Inquisición y ardieron como antorchas en un execrable espectáculo presenciado, según las crónicas de la época, por cerca de 200.000 personas.

En el siglo XVII el duque de Lerma adquirió el patronato del monasterio, fundado por sus ancestros, como heredero de Diego Gómez de Sandoval, y entregó sus casas, junto al convento, al monasterio cisterciense. Fue entonces cuando se construyó sobre ese solar una nueva iglesia, bajo la advocación de San Juan Bautista. Con proyecto de Francisco de Mora y Juan de Nantes como maestro constructor, el templo quedó concluido en 1614. Constaba de una sola nave en forma de cruz latina con capillas laterales y crucero con cúpula y cimborrio. En la portada figuraba un escudo con los símbolos de la Casa del duque de Lerma y su esposa Catalina de la Cerda. Algunas de las columnas dóricas de las capillas laterales fueron trasladadas a la parroquia de San Juan, donde permanecen en el actualidad.

Tras la muerte del duque de Lerma en 1625 el monasterio quedó sin patrono. La desamortización de Mendizábal obligó a las religiosas a abandonar entonces el convento. En 1852, siendo propiedad de Luis Tomás de Villanueva Fernández de Córdova, duque de Medinacelli, se inició el expediente de ruina del edificio, que diez años después seguía en pie. En 1848 el duque cedió la iglesia al obispado y en 1864 vendió el Corralón de Belén a Juan Sigler Cevallos. 8.675 metros cuadrados que en 1881 pasaron a manos de los jesuitas por «25.000 pesetas». Se derribó el convento y en el solar se edificó el Colegio San José entre 1882 y 1885. El templo se cerró al culto pero se mantuvo en pie hasta 1947.