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Pabellones del colegio Cristo Rey de Valladolid. Docomomo

Colegio Cristo Rey, el edificio más moderno del Valladolid de los sesenta

Descubre Valladolid ·

El proyecto del arquitecto Luis Feduchi dotó a la Compañía de Jesús de un centro novedoso que respondía a la necesidad de albergar talleres para el aprendizaje profesional junto a aulas y dormitorios

Viernes, 30 de septiembre 2022, 00:06

A mediados del siglo pasado la ciudad de Valladolid sufrió un aumentó considerable de población debido al asentamiento de nuevas empresas. Esta población demandaba nuevos centros educativos donde se formase a las futuras generaciones. La Compañía de Jesús gestionaba varios de ellos, pero gracias a una donación pudo disponer de un gran terreno en la avenida de Gijón. Buscaban una formación completa muy práctica, por lo que el nuevo centro educativo no debía tener solo aulas y dormitorios, también eran necesarios grandes espacios para talleres para el aprendizaje profesional.

El arquitecto madrileño Luis Feduchi fue quien construyó entre 1963 y 1968 el edificio siguiendo unas tendencias arquitectónicas que en el momento estaban en plena actualidad. La modernidad de su obra ya se había visto reflejada en inmuebles tan conocidos como el edificio del cine Capitol de Madrid.

El encargo de los jesuitas planteó un complejo programa funcional, ya que este complejo necesitaba no solo aulas, sino también pabellones de residencia para alumnos y educadores. El programa también incluía naves para diversos usos y un salón de actos.

El edificio en construcción. Cristo Rey

La parte docente del proyecto se desarrolló en una serie de pabellones independientes colocados de manera paralela, éstos están unidos por una pieza perpendicular a ellos que permite su comunicación, pudiendo ir de un edificio a otro sin necesidad de salir al exterior. En el alzado también encontramos diferencias, los pabellones tienen una serie de elementos verticales que dotan de ritmo a la fachada coincidente con el de la estructura, pero también existen unas bandas horizontales creadas por la diferencia de materiales que remarcan longitudinal del edificio, insistiendo así un principio básico de la modernidad, la composición por bandas horizontales. Las ventanas crean una serie de líneas de vacío y se contraponen al revestimiento cerámico rojizo de las otras bandas: juega con la diferencia de color, de materiales y con los llenos y vacíos.

También se diseñó una zona de dormitorios para los alumnos internos donde la calidad del espacio y su máximo aprovechamiento fueron fundamentales. En el desarrollo de todo el conjunto se dio gran importancia a la zona de estudio colocándola cerca de la ventana, favoreciendo el uso de la luz natural. También se plantearon en cada planta zonas de esparcimiento para promover la convivencia entre los alumnos. Una de las piezas clave en el diseño fue el Salón de Actos, del que se hicieron diversas propuestas hasta conseguir el que actualmente existe.

Cristo Rey
Imagen secundaria 1 - Colegio Cristo Rey, el edificio más moderno del Valladolid de los sesenta
Imagen secundaria 2 - Colegio Cristo Rey, el edificio más moderno del Valladolid de los sesenta

Pero es la nave de talleres la que más nos interese, por sus peculiares características arquitectónicas. Es un edificio independiente del resto. La clave de la propuesta consiste en regularizar la pequeña pendiente que posee el solar en esa zona, mediante una gran plataforma, sobre la que se apoya el edificio. El cambio de cota de la nave así conseguido, marca aun más la diferenciación de caracteres con las demás construcciones. Este podio nivela con la cota de más altura, situada en el borde norte del recinto, crea en los lados de la nave cercanos al resto de pabellones y a la carretera, una gran zona de relación de alumnos y un espacio previo cubierto por el mismo sistema de estructura y acristalamiento que desborda los límites del recinto cerrado. Pero no es la plataforma la única diferencia con el resto, el revestimiento de la fachada es de color ocre y refuerza la composición horizontal creando otro podio sobre el podio. Además de imponente presencia de la cubierta de hormigón que vuela sobre la fachada que no está presente en ninguna otra parte del complejo.

El uso de taller requiere un espacio diáfano, para poder situar los puestos de trabajo y garantizar una iluminación lo más homogénea posible. Principios funcionalistas que implican una racionalidad estructura y una economía constructiva. Consecuentemente, la función determinó la estructura del proyecto ya que debía ser un espacio grande, diáfano y polivalente, una zona de trabajo que permita variar su cambio de uso sin necesidad de modificaciones. De ahí que el sistema estructural elegido sea a base de pilares de hormigón que articulan el espacio, pero no delimitan, como determinaría mediante sistemas de muros de carga.

La solución planteada es el «hypar», una estructura formada por un pilar que soporta cuatro paraboloides hiperbólicos, que dan la imagen de paraguas invertido. Esta superficie alabeada permite utilizar una cantidad mínima de hormigón y cubrir grandes luces. Pero no fue el arquitecto Luís Feduchi el creador de este sistema, el sistema constructivo, sino que utilizó la patente de otro arquitecto español Felix Candela. Este arquitecto desarrolló la mayor parte de su labor y proyectos en México, en los que investigó el uso de finas superficies alabeadas de hormigón armado como elementos de cubrición repetitivos, y en el proyecto de las naves del Colegio de Cristo Rey, se utilizó una de sus patentes: el «hypar».

Un «hypar» se compone de un pilar sobre el que se colocan cuatro paraboloides hiperbólicos, que son un tipo de superficie reglada. Este tipo de geometría posee una imagen curva, pero se genera a base de líneas rectas. Para generar esta superficie se colocan dos rectas con inclinaciones diferentes y se unen entre ellas mediante líneas perpendiculares. Simplificando esta aparente compleja construcción, y para poner un ejemplo lo más clarificador posible, es la superficie que se produce al levantar las dos esquinas de la diagonal de un papel.

Este paraguas invertido, al estar formado por este tipo de superficie facilita el encofrado y su reutilización, y pese a su compleja imagen no exige una mano de obra muy especializada. En este sistema, y adentrándonos en el resto de sus elementos constituyentes, la armadura de acero se coloca conforme a la directriz de las generatrices, de ahí el mínimo uso de hormigón que convierte este proceso en un elemento rentable en economía y óptimo estructuralmente. Además, al ser estructuralmente independiente cada paraguas, se puede ir construyendo en diferentes áreas de proyecto, sin necesidad de tener acabado el paraguas colindante, creando un bosque de pilares con sus copas de hormigón.

Docomomo
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La nave de talleres consta de una estructura de diez líneas de pilares, cada una de ella, a su vez, se compone de cuatro paraguas, estando dividida la nave por la galería de acceso que separa en dos el espacio central. Dentro de cada pilar existe una bajante que recoge las aguas pluviales de cada paraguas. Con un único elemento solucionamos la estructura y la cubierta. Durante la construcción fueron muy comentados los posibles problemas que podía dar el codo de la bajante en el pilar, ya que no podría repararse en el caso de que hubiese alguna fuga. Pero no ha existido ningún fallo, lo que demuestra que este sistema funciona perfectamente.

Cada paraguas define en planta un rectángulo, los lados paralelos a la línea de pilares están a diferente cota, pero siempre son horizontales. Este desfase crea la imagen de una nave tradicional con dientes de sierra, pero realmente no existe ninguna cercha. Desde el exterior se percibe la imagen tradicional de una nave industrial, pero estructuralmente nada tiene que ver con un sistema de cerchas metálicas. Este desnivel crea una serie de franjas horizontales en toda la cubierta donde se sitúan las ventanas, permitiendo la entrada de luz de una manera homogénea. Se crea un ambiente de iluminación continua y evitando la jerarquización del espacio, que permite establecer entre estructura, luz y espacio una complicidad de un continuo sin término, a modo de una gran sala hipóstila recorrida por su eje. Las áreas de trabajo situadas cerca de las ventanas del cerramiento no serán las más apreciadas, ya que todo el espacio está iluminado por igual. La nave en cualquiera de sus partes tiene las mismas cualidades espaciales, eliminándose, por tanto, las ventanas en los cerramientos.

Planta del edificio.

La sensación de independencia estructural que se quiere dar al edifico se comprueba en la relación del cerramiento con la estructura. Este no tiene ninguna capacidad portante. La línea de cierre, en las zonas sur y este, se coloca entre los pilares, dejando parte de los «hypar» fuera, a modo de voladizo. En las otras fachadas se sitúa al borde del paraguas. Se cierra con un muro revestido hasta una altura, de piezas cerámicas y la parte superior, por lo tanto, la de encuentro con los paraboloides, con una chapa dispuesta verticalmente. No obstante, las ventanas que se sitúan entre los paraguas se colocan hasta el final, apareciendo en los vuelos, donde evidentemente no son necesarias, ya que están en el exterior, marcando, una vez más el carácter desbordante de la cubierta.

Consigue crear una obra magnifica con materiales muy económicos y estables, usando una tecnología altamente novedosa en la época en la que fue construido. Incrementa el valor de la estructura añadiéndola connotaciones espaciales, no sólo tiene una misión portante, sino que articula y organiza el espacio interior, dotando de una magistral espacialidad a un ámbito industrial, tema que fundamentalmente fue revalorizado por la arquitectura de Movimiento Moderno.

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