En 1590 el clérigo Pedro de Miranda y de la Bandera fundó un censo sobre este palacio vallisoletano, tal y como recoge en su libro 'Arquitectura y nobleza. Casas y palacios de Valladolid' Jesús Urrea Fernández. «Sobre las casas principales que tengo a la iglesia ... de señor San Salvador de esta dicha villa, que lindan de una parte y hace esquina con la calle que va de la dicha iglesia de San Salvador a la calle Teresa Gil y por otra parte casas de don Diego de Anaya y por delante la dicha iglesia San Salvador y la calle pública», puede leerse en uno de los legajos que custodia el Archivo Histórico Provincial de Valladolid.
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Hijo de Pedro de Miranda e Inés de la Bandera, Pedro de Miranda falleció en 1593. Un siglo después, en 1664, el palacio seguía en manos de la familia. Pedro de Duero Monroy, sobrino del clérigo, ostentaba su propiedad. En manos de los condes de Gramedo, descendientes inmediatos, el edificio pasó a ser propiedad del canónigo Francisco Martínez de la Fuente quien, en 1725, se la dejaría en herencia a sus hermanos. Administrada por el Cabildo tras la muerte de ambos, éste se la vendió al abogado Tomás María López. Fue el hermano de su mujer, Ezequiel Valdés, quien tenía su propiedad en 1858.
En el siglo XIX el propietario de la casa ya estaba obligado a «conservar perfectamente la ventana que está sobre la puerta principal de la entrada de la casa por la calle del Salvador en la forma y dimensiones que hoy tiene y en consideración a su mérito artístico»: la ventana más hermosa de la ciudad. «Una ventana de excelente gusto», dejó escrito el historiador y viajero español Antonio Ponz Piquer en su obra 'Viage de España' o 'Cartas en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse, que hay en ella' (1772-1794).
Encargado en 1802 de continuar el 'Viage de España' de Antonio Ponz, el historiador del arte ilustrado español, Isidoro Bosarte, publicó en 1804 'Viaje artístico a varios pueblos de España, con el juicio de las tres Nobles Artes que en ellos existen, y épocas a que pertenecen'. «No puede hacerse cosa mejor. Si el arquitecto hubiera seguido haciendo otras ventanas como aquella en la misma casa o si hiciese una casa con ventanaje idéntico a aquella, sería la delicia de los que profesan la arquitectura con ánimo de buscar la perfección. En atención pues, a tanto mérito, la señalamos por pieza de estudio nacional en la arquitectura con el sentimiento de no saber su autor», reseñó en su obra.
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Desde su fecha de construcción, hacia el último tercio del siglo XVI (aunque la parte inferior de su fachada parece ser de fecha anterior al resto del edificio), el palacio, cuya superficie construida tras la restauración de 2009 es de 1.900 metros cuadrados, ha sufrido grandes transformaciones. Tuvo un torreón –desmochado en 1738 y derribado en 1840–y su patio clasicista era uno de los más bellos de Valladolid. De sus escudos, a ambos lados de la puerta principal, solo se conservan las dos serpientes aladas que los sostienen con las cabezas y las colas entrecruzadas.
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