De la calle Santiago habló Zorrilla, y en ella situó Delibes algunos pasajes de sus novelas de posguerra. Por ella partían los viajeros camino de Madrid cruzando sobre el puente que salvaba el ramal exterior del Esgueva por la actual calle Miguel Íscar. Y por ella entraban los reyes y los embajadores pasando por su puerta, llamada del Campo o Arco de Santiago; salían los nobles a pasear con sus caballos y sus coches y volvían los aguadores y las lavanderas de faenar en los caños de la primera fuente, llamada del Campo o del Cristo, que tuvo Valladolid surtida con las aguas de los Argales (traídas en 1497 desde varias leguas de distancia).
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Por la calle Santiago, en los días festivos, iban las gentes a disfrutar del sol de poniente a lo largo de los espolones junto al Pisuerga. Su puerta la cruzaron los llamados herejes camino de las hogueras donde los juicios de la intolerancia, celebrados en 1559, abrasarían sus cuerpos.
Y junto a la Puerta del Campo esperaban a sus clientes las 'malas mujeres' de la mancebía. Hasta que se derribó en 1864. En el frontispicio de dicha puerta, la imagen de la Virgen de San Lorenzo, por un lado, y la del arcángel San Miguel –patrón de la ciudad, que en 1746 fue sustituido por San Pedro Regalado-, por otro, protegían a los habitantes de Valladolid de todos los males, impidiendo que entraran pestes y enemigos. La imagen de San Miguel se conserva hoy en el coro de la Iglesia de Santiago.
Un paseo por la calle SantiagoVer 23 fotos
La primera vez que en los papeles se cita la calle Santiago se remonta, según indica el historiador y arquitecto Agapito y Revilla, al 8 de septiembre de 1470. Y el origen de su nombre viene de una ermita que en la Edad Media estaba extramuros, pero que acabó engullida por el crecimiento de la villa, hasta convertirse en una de las iglesias parroquiales (la de Santiago) más importantes de Valladolid.
El enorme trasiego de la calle contribuyó, sin duda, a que se convirtiera en el centro comercial más concurrido de la ciudad. Ha sido, de siempre, una vía cuidada, hasta el punto de que en el siglo XV estaba empedrada, todo un lujo para la época. Una importancia que no ha mermado ni con el paso del tiempo ni con la competencia de los grandes centros y polígonos comerciales.
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De una forma u otra, la calle Santiago se reinventa una y otra vez manteniendo su atractivo comercial. En ella ha habido establecimientos de hostelería o de ropa que han dejado huella en la historia cotidiana y en ella están escribiendo el tiempo contemporáneo franquicias y marcas que deciden el ritmo de la moda.
La calle ha conocido momentos notables en el ámbito del comercio, como la instalación en 1967 de aquel Simago (hoy un Carrefour) que revolucionó los hábitos de compra (disponía de escalera mecánica, sorteaba viajes a París y ponía un coche al servicio de los clientes para llevarles la compra a casa); y la peatonalización -parcial en un principio- que se acometió en 1982 y que, aunque contó con las correspondientes protestas, fue un indudable acierto. Las Francesas, con su Patio de las Tabas y la sala de exposiciones; así como la iglesia de Santiago y el comercio son puntos de referencia de la ciudad.
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Aunque el conjunto de edificios que pespuntean la calle ofrecen un paisaje desigual y un tanto desafortunado -resultado del desarrollismo de aquellas décadas de los años sesenta y setenta-, sin embargo, no carece de notables construcciones en las que han dejado su firma los principales arquitectos del siglo XX: Manuel Cuadrillero, en el número 2 (año 1934) –la tienda de Soler-, en cuyo ático se instaló en agosto de 1936 la emisora radiofónica Radio Falange Española, que en 1953 mudó su nombre por 'La voz de Valladolid'; Fungairiño y Nebot hizo los planos del número 4 de Santiago (1932); Jacobo Romero y Cuadrillero Sáez están detrás del número 6 (1935); Antonio Ortiz de Urbina refleja su estilo en la decoración floral modernista de la casa número 20 (1910); y Pérez Lozana dejó su impronta en el 26 (1936) -Pérez Lozana es, además, el arquitecto de los cines Mantería -antes Lafuente-, Roxy y Carrión-.
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Jesús Anta
Otros edificios llaman la atención, como el de la Unión y el Fénix, el de la antigua Caja de Ahorros de Salamanca -asomado a la plaza de Zorrilla- o el de la esquina con la calle Claudio Moyano. Mas, entre ellos, vamos a quedarnos con la llamada casa del Canónigo, que forma esquina con la calle Montero Calvo, de finales del XIX y de arquitecto no identificado, pero que sin duda es uno de los edificios más potentes de Valladolid. Darío Álvarez Álvarez, catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valladolid, lo define como de «un eclecticismo extremo en el que nada se niega y todo aparece organizado con una gran elegancia».
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Ciertamente larga vida tiene la calle y todo parece indicar que seguirá siendo uno de los más principales lugares de encuentro de Valladolid.
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