Secciones
Servicios
Destacamos
La calle de San Benito ofrece referencias históricas y urbanísticas importantes en la historia de la ciudad: comienza en plaza de la Rinconada y discurre entre el monasterio y la magnífica iglesia de San Benito, y el mercado del Val.
El monasterio, de la orden benedictina (como la iglesia), se comenzó a construir en el siglo XIV aprovechando las piedras y el solar del antiguo alcázar de los reyes de Castilla (del que se conserva parte de su basamento -visitable- en el subsuelo). Ahora está ocupado por dependencias municipales, por el Museo Patio Herreriano y por los monjes carmelitas, que son quienes a finales del XIX se aposentaron en San Benito. Debe decirse que aquel monasterio fue el epicentro de las numerosas fundaciones benedictinas en España.
Mediante una escuela taller, a partir de 1985, se inició la rehabilitación del monasterio, que estaba abandonado y había sufrido incendios y ruina después de que fuera utilizado por el ejército tras la desamortización. Aquella escuela taller fue la primera en España que, además, acometió una obra de gran magnitud.
Noticias relacionadas
Buena parte de la obra artística del monasterio está depositada en el Museo Nacional de Escultura; y de la iglesia, entre otros valores, destaca la gran reja del siglo XVI. Por cierto, en unas obras de limpieza de la bóveda del atrio de la iglesia se descubrió el escudo de José Bonaparte, y ahí se puede ver, sobre la puerta de entrada al templo.
A la calle abre una de sus puertas el mercado del Val. Construido en hierro en 1882, es el único que se conserva de los tres que se erigieron por el impulso del alcalde Miguel Íscar, aunque era un asunto que el Ayuntamiento venía arrastrando –proyecto tras proyecto- desde hacía años. La construcción de estos mercados supuso un gran avance en la higiene y control de la venta de alimentos, de tal manera que frutas, pescado y carne dejaron de venderse en barracas de dudosa salubridad. Se trata de una de las más importantes aportaciones del Valladolid burgués.
Una reciente rehabilitación de mercado ejecutada entre diciembre de 2014 y noviembre de 2016, llevó aparejada un concienzudo trabajo arqueológico que puso al descubierto los cimientos de la desaparecida iglesia de Nuestra Señor del Val y san Eloy (siglo XVI), varios pozos de agua, materiales cerámicos (destacan varias jarras para medir y escanciar el vino), alfarería para servicio doméstico (botellas, vasos y copas), y se documentó con mayor detalle la galería de encauzamiento del Esgueva bajo la calle Sandoval. Trabajos sobre las que da cumplido testimonio el libro «Huellas del pasado», del arqueólogo Jesús Carlos Misiego Tejeda.
Siguiendo la acera de los pares, haciendo esquina con la calle General Almirante hay un notable edificio palaciego en piedra de sillería construido en el siglo XVI. Se trata de la casa y taller del afamado imaginero castellano Alonso Berruguete. Originariamente tenía la puerta principal en esta calle que, aunque se tapió, se puede apreciar perfectamente, pues aún se reconocen el arco y las dos columnas que la flanqueaban. En la fachada de la casa, el Ateneo de Valladolid fijó una lápida para recordar al insigne escultor y pintor.
El escultor, para acreditarse entre la nobleza, adquirió el rango de señor de Ventosa de la Cuesta comprando ese municipio vallisoletano a Carlos I.
El palacio pasó a propiedad de los jesuitas, que una vez expulsados fue subastado, y comprado en 1770 por el Regimiento de Milicias. Desde entonces el Ministerio de Defensa sigue siendo su propietario. En estas dependencias está la Comandancia de Obras y un archivo que guarda documentos imprescindibles para investigar la historia, el arte y el urbanismo de Castilla y León. La entrada a estas dependencias se abrió por la calle General Almirante.
Y esto nos lleva a tener que anotar que todas las calles que parten o desembocan en San Benito, tienen nombres de personajes significados de la historia de Valladolid y de España.
Uno de ellos, precisamente, da nombre a la calle General Almirante que es el reconocimiento al general de Ingenieros José Almirante Torroella (1823-1894). Militar vinculado a la ingeniería que ocupó puestos destacados en el Ministerio de la Guerra y dejó varias publicaciones técnicas y sobre historia.
Rodeando el mercado del Val están las calles Sandoval y Francisco Zarandona. Hablamos del monje benedictino Prudencio de Sandoval (s. XVI), que además de obispo en diferentes ciudades, fue cronista de Castilla y autor de una biografía de Carlos V, cuyo contenido es determinante para conocer con detalle la Guerra de las Comunidades. Y de Zarandona (s. XIX-XX) podemos decir que fue abogado, político, escritor y periodista que alcanzó notoriedad en la sociedad vallisoletana.
De la calle Doctor Cazalla, donde desemboca San Benito, cabe indicar que su nombre es el del destacado vallisoletano seguidor de Lutero (s.XVI) que la Inquisición condenó a garrote vil y a que su cadáver fuera quemado en la hoguera. Ha adquirido relevancia literaria gracias a la novela de Miguel Delibes El Hereje, en la que también se menciona a Berruguete.
Entre las actividades comerciales que ha habido en la calle, hay una que tuvo cierta importancia. Se trata de la Unión Alimenticia SA. (UNASA) un almacén de coloniales que estaba en el número 2. Se creó avanzados los años 50 y estuvo en servicio hasta 2002, año el que entró en procedimiento de quiebra. Este almacén de compras y distribución, y otro llamado Decores, se crearon en una época en el que se habla del gremio de «detallistas industriales de abacería, comestibles y ultramarinos».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.