Fotografía del Camino de la Esperanza a mediados de los años 70. ARCHIVO MUNICIPAL
El cronista

La Farola, el barrio de Valladolid creado por ferroviarios

Las casas molineras construidas a finales del siglo XIX por obreros del ferrocarril darían lugar a La Farola, en la zona sur de la ciudad

Martes, 22 de noviembre 2022, 00:09

Alfredo García Conde, concejal elegido en las elecciones del 12 de abril de 1931 por el Partido Socialista, puso sobre la mesa lo que, a su juicio, suponía un problema acuciante para numerosos vecinos: las calles del barrio de la Esperanza carecían de nombre. Para ... evitar trastornos, todos los ediles presentes en aquella sesión acordaron por unanimidad secundar a García Conde en las primeras denominaciones: la carretera situada desde el paso a nivel hasta el fielato de la Rubia se llamaría Camino de la Esperanza; la calle próxima sería bautizada como calle de la Aurora; la segunda, calle del Sol; y la tercera, calle de la Estrella. Era el 16 de abril de 1932 cuando esa amplia zona delimitada por el camino de la Esperanza, la calle de Velázquez y la línea del tren, conocida como barrio de La Farola o de la Esperanza, recibía la atención que se merecía por parte del Ayuntamiento.

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Y es que no era ni mucho menos una zona cualquiera. Había comenzado a edificarse en la segunda mitad del siglo XIX como consecuencia de la llegada del ferrocarril y, por supuesto, de la demanda de suelo y vivienda de los inmigrantes que venían a trabajar tanto en él como en otras industrias subsidiarias. Aquel amplio espacio situado en las afueras de la ciudad contaba entonces con tres parcelas rústicas que los recién llegados no tardaron en edificar. Las primeras casas comenzaron a construirse hacia 1880. Como señalaba este periódico en un amplio reportaje publicado a finales de los años 70, en un primer momento se realizó una tira de cuerdas de trazado perpendicular al de la carretera de la Esperanza, que daría lugar a las calles Aurora, Sol, Luna y Estrella.

Ello daría como resultado la configuración de manzanas adecuadas a un tipo de edificación muy concreto: la casa molinera de autoconstrucción, una suerte de vivienda rural inserta en el entorno urbano. El proceso de edificación adquirió un nuevo impulso con la instalación, en el año 1900, de la Azucarera Santa Victoria, pues algunos de sus trabajadores decidieron residir en el barrio. Tres años más tarde, además, comenzó a funcionar el tranvía por el Camino de la Esperanza. Lo cierto es que cuando el concejal Alfredo García Conde realizó su proposición, ya estaba prácticamente colmatada la parcela central. Según parece, la denominación del barrio respondía a la existencia de un disco o señal luminosa, llamada «farola», que se empleaba para detener la entrada de los trenes en la Estación. Sin embargo, varios ediles optaron por el nombre de barrio de la Esperanza por las posibilidades y la prosperidad que aventuraban a esa zona de expansión de la ciudad.

A partir de 1933 comenzó a ocuparse la parcela sur, que era propiedad de Joaquín Ibáñez. Fue entonces, en la sesión del Ayuntamiento del 12 de agosto de ese mismo año, cuando se aprobó el acta de apertura de las calles Goya, Eslava, Murillo y Bretón. Continuaron edificándose, con cierto desorden, casas molineras y otras con jardín delantero, pero también viviendas colectivas, almacenes y edificios fabriles. En la década de los 50 se ocupó por completo la parcela norte, configurando así un barrio formado mayoritariamente por casas molineras y pisos de bloque. Todavía a finales de esa década, este periódico alababa el futuro prometedor de una vía como el Camino de la Esperanza, «de inmejorable alineación y flanqueada por buenos edificios». A partir de los años 60, sin embargo, el barrio de La Farola se adentró en una fase de degradación de las edificaciones que concluiría, mucho más adelante, con el derribo de muchos de los viejos inmuebles y su sustitución por viviendas de nueva construcción que mejoraron considerablemente los materiales y las condiciones de habitabilidad de las casas.

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