Los ecos de los crímenes de los Garfia resuenan 35 años después en Valladolid

Sus nombres están grabados a fuego en la memoria de sus compañeros de las Fuerzas de Seguridad, que en estos últimos treinta y cinco años han llorado la pérdida de tres agentes más, los guardias civiles Juan Luis Vara, de 44 años (el 18 de mayo de 2016 al sufrir una caída con su moto durante una carrera ciclista en Megeces), y Dionisio Álvarez, de 55 (murió arrollado cuando escoltaba a un camión averiado en El Montico), y del policía local Luis Eduardo Izquierdo, de 40 (falleció en un choque con su moto cuando acudía de urgencia a un tiroteo en Pajarillos). La capital vallisoletana, que ya despidió hace apenas un año con aplausos al agente municipal, en una concentración de duelo celebrada en la Plaza Mayor, volvió a rendir honores el miércoles al oficial de la Guardia Civil en la salida del cortejo fúnebre hacia Madrid, donde residía el teniente coronel de 54 años y donde recibió sepultura después de recibir la cruz de oro al mérito de la Benemérita de manos de su directora general durante el velatorio en la sede de su unidad.

Los mandos policiales recordaron con tristeza el miércoles, a las puertas del Anatómico Forense, que el fallecimiento de Pedro Alfonso Casado revivía los terribles acontecimientos que enmudecieron a Valladolid en 1987. Ocurrió en la madrugada del 16 de septiembre, cuando los hermanos Juan José y Carlos Garfia huían a bordo de un Seat 600 que habían robado con la intención, al parecer, de atracar un banco. Dos policías locales que se acercaron al vehículo al verlo parado de madrugada en Puente Duero fueron recibidos a tiros. Uno de ellos, Daniel Prieto, murió fruto de los disparos realizados, en primer lugar, con una escopeta recortada que portaban los delincuentes antes de ser rematado con su propia pistola reglamentaria por Juan José Garfia, según confesaría el mismo durante el juicio celebrado en 1990, cuando exculpó a su hermano Carlos de los asesinatos. Su compañero resultó malherido. Minutos después fue un conductor que paró con la intención de socorrer a los presentes, al pensar que habían sufrido un accidente, el que murió a tiros (era el hostelero medinense Jesús Ignacio Ortiz).

Los hermanos lograron huir a bordo del turismo de su segunda víctima y horas después, en Aldeamayor de San Martín, repelerían de nuevo a tiros el intento de una pareja de guardias civiles que se toparon con ellos. Allí perdió la vida el agente Avelino Martín, de 33 años, y también resultó herido su compañero.

Los dos serían detenidos posteriormente y Juan José, entonces de 21 años, acabaría asumiendo la autoría material de los disparos, por los que fue condenado a penas que en su conjunto superaban los cien años de prisión. Protagonista posteriormente de motines y peleas, hasta el punto de ser clasificado como preso peligroso y de peregrinar por decenas de cárceles por toda la geografía española, Juan José Garfia obtendría su primer permiso penitenciario en 2010 y daría por cumplida completamente su condena, de 113 años de prisión, en 2015. Ahora, a sus 56 años, vive alejado del mundo de la delincuencia y reconvertido en pintor y escritor en Madrid. Nunca, que se sepa, volvió a pisar su Valladolid natal, una ciudad que tiñó de sangre hace 35 años y que esta misma semana ha vuelto a revivir los ecos de aquella lejana tragedia con la muerte en el Clínico del teniente coronel Pedro Alfonso Casado y la triste despedida de su cortejo fúnebre por sus calles.