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Miguel Villalba y Pablo Marcos, dos jóvenes de Valladolid de 25 y 24 años, respectivamente, se han convertido esta semana en los dos primeros estudiantes MIR que han elegido realizar la residencia en los hospitales de la capital.
Miguel Villalba, que ocupa el número de ... orden 172, se ha decidido por completar su formación como médico de medicina intensiva en el hospital Río Hortega. Por su parte, Pablo Marcos, quien ocupa el número de orden 301, ha optado por continuar su formación en el hospital Clínico en la rama de cardiología.
Estos dos jóvenes, aparte de su vocación por la medicina, un gran resultado MIR y haber sido los dos primeros en escoger una plaza en cada uno de los hospitales de la ciudad, también tienen más cosas en común. Compañeros de clase desde los tres años, grandes amigos, compañeros de viajes, como el Interrail que realizaron hace unos años, y además vecinos de rellano, ya que viven en el mismo bloque de viviendas de la calle Federico Landrove Moiño, en Parquesol.
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Una relación de amistad que, confiesan ambos, les ha venido muy bien durante el MIR. Unos amigos entre los que se ha establecido un 'pique' sano que les ha ayudado a mejorar y querer superarse cada día. «Es un pique que existe desde el colegio. Siempre nos hemos ayudado y hemos estado ahí para complementarnos o resolvernos dudas, nunca nos hemos considerado competencia», aseguran ambos amigos.
Miguel Villalba
«Como en familia». Así define Miguel Villalba su paso por el hospital Río Hortega de Valladolid durante su periodo de prácticas en el último curso de medicina. El joven, de 25 años, ha sido el primer estudiante MIR que decide realizar su residencia en la capital del Pisuerga. Con esta experiencia previa y sus grandes resultados en el examen MIR, Miguel tenía claro que quería quedarse aquí. «He elegido el Río Hortega porque allí estuve genial, conozco a la perfección el servicio de medicina intensiva, además de sentirme muy familiarizado con las técnicas que allí utilizan, las que, por otro lado, creo que están muy avanzadas y en las que son referencia», comenta Miguel, quien confiesa que tener aquí a su familia, amigos y pareja también ha ocupado un papel clave a la hora de terminar de elegir destino.
Con una familia de médicos –tanto su padre como su madre ocupan un puesto en la sanidad castellana como médicos especialistas de evaluación de daños–, desde bien pequeño tuvo claro donde estaba su futuro. «Es verdad que en alguna ocasión, a la hora de la verdad, pueden surgir dudas, pero sentía que medicina era la única opción que realmente me iba a hacer feliz».
La carrera para él fue una maravilla. «Existen bajones, aunque quizá sería más exacto llamarlo vértigo cuando ves la amplitud de estudios que son». Seis años de trabajo y disciplina en los que comenta que sintió mayor agrado por las asignaturas de especialidad médica que por las quirúrgicas. No fue hasta el quinto año en la universidad cuando descubrió que la medicina intensiva estaba hecha para él. Hasta ese momento, la cardiología, la neurología y, especialmente, la pediatría fueron las especialidades en las que más cómodo se había sentido.
La preparación del examen MIR la vivió con tranquilidad. «Solo fue a medida que se acercaba el examen cuando los nervios comenzaron a hacer acto de presencia». La clave, «como para cualquier oposición», es la constancia, mucho trabajo y, sobre todo, seguir una rutina con tiempos de descanso marcados, algo que trató de priorizar y que considera que le aportó la tranquilidad necesaria para prepararse. Durante los siete meses de preparación, Miguel comenta que ha variado la forma de estudiar, con el apoyo y la supervisión de la academia CTO. Comenzó estudiando ocho horas diarias, que aumentaron hasta las doce en los meses previos a la prueba. Una rutina de trabajo que le ha servido para realizar un gran examen MIR, con 172 aciertos y tan solo 28 errores. Estos resultados, sumados a su casi nueve de media durante la carrera, le han posicionado como el 172 en la lista MIR.
Recibió la confirmación de la adjudicación de la plaza el lunes 8 de abril, y aunque confiesa que sí se esperaba poder formarse en su primera elección –«existen simuladores para hacerse una idea de por donde van a ir las cosas y, además, con mi número, al ver la elección de plazas del año pasado, sabía que estaba casi asegurado»–, cuando recibió la resolución del ministerio fue un momento muy emotivo y alegre que rápidamente compartió con su gente.
«Elegí medicina intensiva porque es una especialidad muy resolutiva. Aunque la gente piense que son pacientes que están muy críticos, el trato que existe con ellos es enorme y a mí eso me gratifica muchísimo, el poder acompañar a los pacientes en el que posiblemente sea el peor momento de su vida», comenta. Además, siente que es una especialidad «en la que existe un componente muy amplio de fisiopatología, y me gusta el hecho de que los tratamientos tengan una respuesta inmediata o en un periodo muy corto de tiempo». Tenía tan claro que su futuro lo quería en el Río Hortega en medicina intensiva, que aunque también pensó en la especialidad de pediatría, ni tan siquiera buscó hospitales donde poder realizarla.
Respecto a las condiciones laborales en las que se encuentran los médicos MIR, considera que son «mejorables», especialmente el hecho de que las guardias signifiquen prácticamente el cincuenta por ciento de su salario, unos ingresos «que no se pagan como horas extras» y que no cotizan, pero si tributan y que son obligatorias hasta los 55 años. Le deja más tranquilo el hecho de que en su especialidad 'libren las guardias', el no tener que acudir a la jornada laboral normal (de 8 a 3 de la tarde) al terminarlas. «Es verdad que esta circunstancia se da porque son guardias 'muy malas', es un no parar, es imposible dormir, prácticamente como en todas las especialidades, por lo que no tendría lógica alargar la estancia en el hospital hasta las 31 horas, como pasan en algunas otras especialidades. Las guardias, en un principio, se establecieron como una disposición de trabajar, estás en el hospital por si algún paciente requiere tus conocimientos, no como trabajo continuado que es en lo que se han convertido», comenta.
Dentro de su formación en su primer año de residencia, se incrustan un total de cinco guardias de urgencias, algo que le gusta y le apetece. «El servicio de urgencias me gusta mucho, durante la carrera formé parte de la academia de alumnos internos, me parece una formación médica muy importante, en la que, además, se aprende mucho». Lo único que le preocupa es la atención que puede recibir un paciente después de que el médico lleve 23 horas trabajando. Una situación por la que considera que es muy importante salir del 'mundo médico' cuando se pueda.«Después de 24 horas de trabajo es fundamental desconectar, primero porque creo que es algo que te enriquece y segundo porque te ayuda a despejarte», asegura.
El futuro, dentro de cinco años, cuando termine la residencia lo ve muy lejano. Cree que con la cantidad de trabajo que existe en esa especialidad no va a tener problema para quedarse en Valladolid, pero se muestra abierto y dispuesto a «desempeñar» su labor en cualquier lugar donde requieran sus servicios. En un futuro más cercano, «más pronto que tarde», y ahora ya como médico, cree que es el momento de darle un cambio a su vida. «Comienzo una nueva etapa, es la oportunidad perfecta para comenzar de nuevo. Ahora mismo vivo con mis padres, pero me encantaría empezar mi vida e irme a vivir con mi pareja», comenta Miguel.
Pablo Marcos
Lunes 8 de abril, el Ministerio comienza a lanzar la adjudicación de las primeras plazas MIR 2023. En Valladolid, Pablo Marcos, un joven de 24 años, espera «con unos ligeros nervios» el correo que le confirme qué plaza le ha sido adjudicada. Unos nervios controlados, según confiesa, por la buena nota que consiguió en el examen. Ocupa el número de orden 301. 167 aciertos, 28 fallos y 5 en blanco son los resultados que le avalan para, sin saberlo, convertirse en el primer MIR que elige el hospital Clínico de Valladolid para realizar la residencia.
Unos estudios que se podrían llamar vocación. Le viene de familia: su hermana es enfermera, su tío, médico de urgencias, y su abuelo, cardiólogo, la misma especialidad en la que Pablo comenzará a formarse el 6 de mayo. La vocación la comparte con su hermana mayor, pero que no viene directamente de su casa, pues su padre es Catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Valladolid.
Aunque no le haga pasarse horas sentado en el sofá investigando, la historia también le gusta y le llena desde sus años de colegio. «Me encanta, la historia del arte no tanto, pero la moderna, clásica, contemporánea… sí, me pica», comenta. Hasta tal punto le llama la atención que, confiesa, le hizo dudar a la hora de entrar a la carrera si optar por la vía de humanidades o desembocar por el lado de la salud. Eso sí, la decisión final que tomó cree que fue la correcta, así lo certifican también los buenos resultados en el examen MIR. Una carrera larga, seis años de trabajo y constancia, durante los que se define como un buen estudiante que logró terminar con una nota media cercana al nueve.
Superados los seis años de carrera, «pronto te das cuenta de que esto es solo el principio», que quedaba el más difícil todavía. El examen MIR, siete meses (desde junio hasta enero) de preparación intensiva que termina marcando el futuro de cada médico. Estudio intensivo, de lunes a sábado durante casi diez horas diarias. ¿Un respiro? Se reservaba para los domingos. 24 horas libres que Pablo comenta que aprovechaba para irse con sus amigos al embalse de Encinas de Esgueva para tratar de huir del calor y pasar tiempo con su novia, quien ha sido, junto a su familia, su gran apoyo. «Ha sido un tiempo durillo, el tener que dejar de ver o pasar tiempo con gente que quieres», declara.
Como clave destaca la rutina de estudio muy estricta, la constancia, ser duro «contigo mismo» y la disciplina «que ya se adquiere durante la carrera». Y sobre todo, apoyarse en diferentes academias, en su caso aquí en Valladolid en la academia CTO, en la que «ya comienzas a dar los primeros pasos» durante el último año de la carrera.
El lunes, cuando le llegó el correo del ministerio, en torno a las dos de la tarde, confirmando la adjudicación de la plaza de cardiología en el Clínico, respiró tranquilo. «Respiras y piensas, ahora ya eres médico de verdad, no solo es estudiar». Aunque asegura que siempre existe algo de nervios, la 'historia de reparto de plazas' estaba de su lado. «El Clínico fue mi primera opción en la lista de preferencias, quería hacer cardiología y quería que fuera en Valladolid. Con mi nota y teniendo en cuenta la tendencia que ha seguido la especialidad otros años, sabía que estaba casi asegurado, o al menos que podía haber muchas posibilidades, pero nunca puedes estar cien por cien tranquilo», comenta. Si bien tenía claro que quería hacer cardiología, la posibilidad de quedarse sin la plaza le hizo seleccionar otra especialidad, medicina interna, y otros lugares de residencia, como Salamanca, Madrid o Santander.
Quedarse en Valladolid siempre fue la primera opción. «Vivo aquí, soy de aquí, estoy muy a gusto, aquí están mis amigos y mi novia también es de aquí. Cuando fui a ver el hospital me gustó y, además, cuenta con una unidad de cardiología muy buena. No veo necesidad de irme a otro lado», asegura. Una 'defensa' tan clara por Valladolid que dista de muchos otros examinados MIR.
Y es que la situación en Castilla y León a la hora de ser seleccionada por los nuevos MIR cada año un poco más desalentadora. Pablo confiesa que siente pena por esta falta de voluntarios para acceder a las plazas que suelen quedar desiertas en la comunidad, especialmente las de medicina de familia. «Castilla y León es una comunidad preciosa, que tiene de todo, desde zonas más urbanas a zonas rurales espectaculares. Entiendo que a quien no sea de aquí no le llame la atención pasar sus años de residencia en un pueblo castellano, aunque también creo que si las condiciones laborales fueran mejores, la situación podría dar un vuelco», comenta.
Durante la carrera la parte clínica de las asignaturas fue su favorita. La especialidad en cardiología llevaba su nombre. Una idea que certificó durante el sexto año de la carrera cuando realizó el rotatorio en el hospital Río Hortega en las especialidades de medicina interna y cardiología y que terminó de enfocar durante la preparación del MIR. Aunque sin eliminar esas dudas iniciales «tradicionalmente, medicina interna había sido mi favorita».
«Como vallisoletano, y ahora como trabajador del Clínico, prefiero que los trasplantes se queden aquí», asegura Pablo, quien comenta haber seguido de cerca la polémica generada hace pocas semanas por la decisión de la Junta de dividir los trasplantes con el complejo hospitalario de Salamanca. «Me he informado, he leído que la ONT no estaba muy convencida del movimiento y, por supuesto, los cardiólogos del Clínico también se mostraban contrarios. Sí ha sido un elemento que he tenido en cuenta a la hora de elegir, aunque no ha sido determinante. Me preocupaba que lo quitaran o que el servicio se encontrara algo perjudicado, también lo importe al final es que esta decisión no redunde en un peor servicio para los pacientes», asegura Pablo.
Si se habla de polémica aparecen en la mesa las condiciones de los MIR. Algo que desde el propio Ministerio está a la orden del día con las nuevas intenciones de reducir las jornadas de guardia de 24 a 17 horas. «Yo acabo de empezar y no tengo mucha idea, en cinco años te podré dar cátedra sobre este tema». Aunque sí está al día de las desigualdades que existen entre las diferentes comunidades, especialmente en la diferencia de sueldos, algo que le parece un agravio comparativo. «Al final ya somos médicos, tenemos una carrera de seis años, realizamos la jornada laboral completa como cualquier otro trabajador, a lo que tenemos que sumar las guardias, por lo que creo que las condiciones económicas deberían ser algo mejor», comenta. Unas guardias que en este tipo de contratos se vuelven de vital importancia, ya que en algunos casos supone hasta el cincuenta por ciento del salario. «El sueldo base del MIR es muy bajo (cercano al SMI), por lo que dependemos de las guardias. Con el sueldo base nos sería imposible por ejemplo irnos a vivir solos, o incluso, dependiendo de la ciudad, compartir piso», asegura.
«Ahora ya soy médico, me quedo en Valladolid, he vivido siempre aquí. Por el momento vivo con mis padres, pero ha llegado el momento de cambiar de aires, si el sueldo me permite vivir solo quiero irme a una casa cerca del Clínico. Sí, se podría decir que ahora mismo soy buscador de casa», comenta Pablo
Existe vida más allá de la medicina. Y el deporte ocupa su tiempo libre. Aficionado al pádel y al gimnasio, Pablo asegura no salirse en aficiones mucho más allá «de lo típico», pasar tiempo con los amigos, tomar cañas en una terraza del centro u organizar alguna ruta por el campo.
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