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Marco y Juan Carlos con sus halcones. El Norte

«Es difícil explicar qué se siente al portar un animal salvaje»

Marco tiene 8 años y su hábitat natural es estar entre halcones, cernícalos y azores

Laura Negro

Torrelobatón

Lunes, 19 de abril 2021, 07:01

Con tan sólo 2 años, Marco Pérez llamaba la atención en los círculos de cetrería en los que se movía su padre, Juan Carlos. Su mejor pasatiempo era un halcón de plástico que portaba sobre su pequeño guante de piel. Ahora tiene 8 años y su hábitat natural es estar entre halcones, cernícalos y azores. Él es feliz saliendo a volar con sus pájaros y su padre es feliz viéndolo a él disfrutar con este arte milenario que es la cetrería, que es Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.

Juan Carlos y Marco tienen gallinas, 50 palomas mensajeras, y varios halcones y azores a los que han entrenado con paciencia. «Somos cetreros desde que nacimos. Hasta que conseguí tener mi primer halcón, estaba siempre observando las aves. Estaba obsesionado con ellas. Han pasado muchos años y cada vez la afición es mayor. Es muy sacrificado porque siempre hay que estar pendiente de ellos. No puedes dejarles de atender ni un solo día, pero todo el esfuerzo merece la pena cuando les ves volar», cuenta el mayo de los Pérez.

Marco actualmente tiene dos halcones propios que cuida con mucho esmero. «Se llaman Héctor y Fernando y no dejo que nadie les toque. Ni siquiera mi padre. Sólo yo puedo volarlos», dice el pequeño mientras su padre le observa orgulloso. Su mayor castigo es apartarle de los pájaros, cuenta Juan Carlos.

La suya es una afición que requiere una gran inversión, tanto económica, como en tiempo. Un macho puede costar entre 500 y 1000 euros, a lo que hay que sumar el coste de su alimentación, la tecnología GPS para controlar el vuelo y la mucha de documentación que necesitan estas aves, para que todo esté en regla. «Antes se perdía un pájaro y podías pasarte horas buscándole. Ahora, con el GPS que les ponemos en una especie de mochila, sabemos en todo momento donde están», asegura.

Este padre y este hijo de Torrelobatón, han creado un vínculo muy estrecho con sus aves, a las que han preparado unos habitáculos especiales en el patio de su casa. Día si, día no, salen a volar con sus halcones. A los que llaman con distintos métodos para que aprendan a tomar el señuelo o la presa, que habitualmente es una paloma que ellos sueltan. «La temporada de vuelo empieza en septiembre y acaba en marzo y lo realmente bonito es cuando dejas de ver el pájaro en el cielo de lo alto que está. Antes de salir al campo con una rapaz, es necesario pesarla. Es fundamental que esté en su gramaje ideal, tanto por su salud, como para que haga un buen vuelo. Por eso, hay que calibrar bien su alimentación. Las rapaces, cuando vuelan, lo hacen por un único motivo, comer. Hay que conseguir que evolucione igual que lo haría en la naturaleza, debe volar lo más alto posible y cazar para comer», señala.

En el campo estos dos cetreros se encuentran a sus anchas. Les acompañan al puño «Fernando» y «Joaquín». «Este es el mejor pájaro que tengo. Es un macho de peregrino con dos mudas y una estampa preciosa. Siempre está deseando volar y lo hace muy alto», presume Juan Carlos, mientras le quita la caperuza de cuero. «Es un elemento fundamental, que utilizamos para tapar los ojos del ave y así conseguimos que esté más tranquila y mansa durante los traslados. Es muy difícil explicar lo que se siente al portar un animal salvaje. Yo lo siento como mi aliado», informa.

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