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La despedida de un puesto en el que llevas 16 años, ocho de ellos como alcalde, se firma con un boli Bic sin tapón. «Aquí… aquí…», indicaba el secretario del Ayuntamiento a Óscar Puente, primero, y a Ana Redondo, después, mientras el clic, clic de ... las cámaras sonaba en ráfagas. Como un 'memento mori', como un recordatorio rutinario del 'polvo eres', como una metáfora del sube y baja que es la vida, y más si es una vida política. De la Alcaldía a la oposición municipal y de ahí, a un ministerio. ¿Y luego? Su adiós deja abierta «alguna puerta», dice, «pero es evidente que lo más probable es que sea una despedida». Que nunca digas nunca, que la vida le ha llevado «a sitios donde no esperaba estar, así que no es descartable» que le vuelva a llevar al Salón de Plenos. «Pero creo que esta etapa se ha cerrado». Y carraspea. Y las intervenciones ante las grabadoras son inusualmente breves porque por momentos se le asoma la emoción a los ojos y a la garganta. Cómo será que cuando le preguntan por los futuros nombramientos de Alberto Núñez Feijóo, rehúye el charco. Óscar Puente, que se mete en ellos con zapatillas en el Congreso, las mismas que viste hoy, dejando pasar la posibilidad de un buen chapoteo. «Me pillas en un momento en el que tengo la cabeza para pocos razonamientos, y menos para el señor Feijóo», se disculpa. Cosas veredes.
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Antonio G. Encinas
Antonio G. Encinas
Óscar Puente y Ana Redondo llegaron al alimón, a las 8:33 de la mañana, al grupo municipal socialista. Allí estaban ya todos los suyos, en la reunión previa al Pleno ordinario. Para cuando salen, rozando la hora señalada, las 9, las tribunas del Salón de Plenos ya están llenas y las cámaras, prestas para recoger sus últimos momentos como concejales. Puente se dirige primero al despacho del alcalde, Jesús Julio Carnero, el que pisó como titular la última vez en junio. Al poco le sigue Ana Redondo y los tres enfilan el pasillo juntos. Carnero, muy institucional en estos casos, cumple con su papel de anfitrión, felicita a los ministros, permite su última intervención y al finalizar, cuando Óscar Puente le muestra la mano a modo de saludo, le dice «¡un abrazo!». Por un momento, el patio político rezuma la caballerosidad debida entre cargos y el orgullo de un Ayuntamiento por el hecho de que dos concejales -del partido que sea- sean elegidos ministros. No tiene la misma cercanía con el Gobierno el Ayuntamiento de Ciudad Real, por caso, que el de Valladolid. Y eso, lo sabe Carnero y lo sabía Puente, que guardaba en su agenda de contactos a todo el Consejo de Ministros anterior, presidente incluido, es una ventaja si se sabe jugar.
El pleno aplaude la despedida, salvo por los concejales de Vox, que se mantienen quietos, aunque aceptan el saludo final de Puente y Redondo cuando pasan por todos los escaños del Salón de Plenos. Alberto Gutiérrez Alberca (PP) bromea con Puente. E Irene Carvajal (Vox) y Óscar Puente se abrazan, hoy rivales, pero ayer parte de un mismo grupete de amigos de juventud.
Los dos ministros, ya ex concejales, abandonan el Salón de Plenos. Allí se quedan una diputada, Mercedes Cantalapiedra (PP) y un senador, Jesús Julio Carnero (PP). El Ayuntamiento de Valladolid, desde luego, juega en otra liga. Sigue la sesión ordinaria, con sus mociones, el debate sobre la integración y el soterramiento y una moción sobre igualdad. Pero los ministros de ambos ramos ya están fuera. En el Grupo Municipal, recogiendo los detalles de cortesía que tantas veces fueron para otros: una bolsa con el escudo de Valladolid y unos libros. Guardando una camisa y una chaqueta. Recibiendo una mala noticia, el fallecimiento de la madre de un conocido, que hace que Óscar Puente meta un poco de prisa luego a Ana Redondo, cuando ambos se alejan ya por la calle Niño Jesús, porque quiere pasar antes por el tanatorio.
Al bajar la escalinata, un grupo de unas cincuenta personas, amigos, simpatizantes, aplauden con ganas. Alguno, al saludar a Puente, aún le llama «alcalde», aunque él haya dejado claro que le han «degradado a ministro». «¿Dónde está Anita?», pregunta insistente una mujer. Algo rezagada, repartiendo saludos. Un abrazo de Óscar Puente con Carlos Heredero, uno de esos trabajadores de la tramoya municipal que seguirán aquí para que todo siga funcionando. Un selfi de Ana Redondo. Una foto de familia con los dos ministros y una mujer que aleja el andador en el que se apoya para que no le haga feo en la foto. Ana Redondo tirando besos al aire, «no quiero llorar».
Cuando alcanzan el coche, apenas quedan tres fieles. Luis Lucido, secretario de Alcaldía de Óscar Puente. Encarna Sandonis, su jefa de Gabinete. Isaac Barrientos, responsable de redes sociales. Los últimos abrazos traslucen toda la emoción contenida y casi desbordada de la última hora. Son las 10:15 de un lunes de noviembre y hace rato que Valladolid despereza sus rutinas para cumplir otro día del calendario. Son las 10:15 de un lunes en el que un alcalde y una teniente de alcalde, dos concejales, ahora dos ministros, cierran una etapa con un boli bic azul y siguen con sus vidas.
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