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Desaparición de Alejandro Aranda: su pista se perdió junto al Puente MayorEl reguero de pistas objetivas que ha podido dejar la desaparición de Alejandro Aranda en Valladolid, de 30 años, es escaso. Tal vez inservible ocho ... días después de que su rastro se esfumara después de que se instalara en Valladolid para ejercer de guía turístico en la capital tras viajar desde Zaragoza. Centró su 'base de operaciones' en el hotel Olid de la plaza de San Miguel, desde donde salió, pasadas las 23:00 horas del domingo 23 de marzo. «Un escasa hora después, su rastro se perdió», apuntan fuentes de la investigación.
El punto exacto fue una carnicería de la calle Puente Mayor minutos antes de las 0:00 horas del día 24. Así lo ha registrado el sistema de grabación del negocio la misma noche de la desaparición. Iba en dirección al propio Puente Mayor y desde entonces pocas pistas más tiene la Policía Nacional. Con ese indicio, lo que sí que se ha podido reconstruir ha sido parte del recorrido previo de Alejandro desde el hotel. Todo ello gracias a las cámaras de diversos establecimientos.
Sin saber con exactitud los pasos del desaparecido, Alejandro Aranda llegó hasta la calle San Quirce para bajarla hacia el río. Pasó por delante de un supermercado Gadis, donde depositó las últimas pertenencias que llevaba (una mochila o maleta). Acto seguido, se cambió de acera y siguió por San Quirce hasta llegar a la plaza de la Trinidad con un caminar tranquilo. Junto a la biblioteca pública de la Junta se sentó unos minutos para continuar por la calle Puente Mayor y perderse todo tipo de rastro.
Desde entonces no se ha podido establecer un recorrido preciso filmado por cámaras de negocios o diversos edificios. A partir de ese punto, las opciones de posibles caminos a seguir son infinitas, con enlaces a La Rondilla, bajar a Las Moreras o, incluso, cruzar dicho puente para encarar el barrio de La Victoria. Pero no hay más certezas ni pruebas fidedignas.
Todo eso sucedió sin que la familia de Alejandro lo supiera (no se denunció su desaparición hasta la mañana siguiente), por lo que la conclusión de perder el rastro en los entornos del Puente Mayor aportó pocos indicios en la investigación. Desde entonces, mientras la Policía Judicial continúa analizando grabaciones de diferentes puntos de la capital, es de vital importancia la colaboración ciudadana.
Después de que la ciudad y municipios del alfoz se empapelaran con el rostro de Alejandro, las llamadas de un posible avistamiento se han multiplicado con el paso de los días. Algunas de ellas por las calles de La Rondilla o La Victoria, si bien ninguna de las mismas han arrojado algo de luz a un posible hallazgo.
Es la información con la que trabajan el padre y la hermana de Alejandro, que en la mañana de este lunes se encontraban en las puertas del hotel Olid valorando qué nuevos pasos tomar a la espera de que amigos del joven se vuelvan a trasladar desde la provincia zaragozana para seguir con la búsqueda.
Precisamente este pasado fin de semana más de un centenar de voluntarios recorrieron diversos enclaves con la nimia información que tienen. Organizaron batidas y peinaron varios puntos sin ninguna conclusión más allá de descartar determinados enclaves.
Los 55 voluntarios llegados en autobús desde Zaragoza peinaron durante todo el sábado a pie la capital vallisoletana (lo dividieron en ocho sectores) con la idea de que grupos reducidos, de cinco o seis personas, recorriese cada calle y cada rincón en busca de alguna pista sobre Alejandro Aranda. El resto, a bordo de vehículos a explorar las zonas rurales. Tanto la hermana, Isabel, como el padre, Eduardo, se mostraron visiblemente emocionados y agradecidos ante la movilización para encontrar a su ser querido.
Ese sentimiento lo mostraban este lunes a las puertas del Olid, aunque reconocían que ahora no tenían ningún hilo del que tirar. «Vengo de hablar con representantes de la Iglesia y parece que lo van a recordar en todas las misas que se den en la provincia», recalca el padre, mientras abordaba el posible brote psicótico que podría haber sufrido su hijo la noche del 23 de marzo. «Sabemos que sacó unos 80 euros de un cajero de Zaragoza antes de venirse a Valladolid», concluye.
Alejandro Aranda es delgado, mide 1,88 metros, tiene el pelo castaño (la Policía Nacional informó que el mismo día de su desaparición se rapó los laterales de la cabeza), los ojos verdes y la última vez que se le vio vestía cazadora negra de cuero, botas negras tipo montaña y pantalón de chándal también de ese color.
El aviso sobresaltó a la Policía. Un piragüista alertaba a primera hora de este lunes de que una persona se encontraba en la orilla del Pisuerga en el tramo comprendido entre el puente de Santa Teresa y el de la VA-20. Las alarmas se encendían, si bien la rápida presencia de la Policía descartó que se tratara de Alejandro Aranda al comprobar que era un hombre de avanzada edad. Tras conocerse el fatal desenlace, los propios agentes del Cuerpo Nacional de Policía telefonearon al padre del desaparecido para avanzarle que se había encontrado un cadáver, si bien no tenía ninguna relación con su hijo. «La Policía nos insiste en que aunque no lo parezca están recorriendo el río (incluido con drones) varías veces al día», ha agregado este lunes el padre del desaparecido, Eduardo Aranda.
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