Observadores mudos durante el juicio, fuera de la sala del Tribunal Superior de Justicia de Valladolid, Amaya y Rafael describen como «un calvario todo este largo proceso de más de cuatro años; en el que se niegan, además del daño causado, a reconocernos como afectados», coinciden en señalar ambos.
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Recuerdan también los dos con ironía que «qué casualidad que los cinco hayamos sido intervenidos en similares fechas, en el mismo hospital y coincidiendo las secuelas con la alerta, qué casualidad que no se hayan etiquetado en los casos con estos graves daños qué producto se empleó». Amaya añade que además los «médicos ahora ya reconocen, y por escrito, que se empleó y no es cierto como se ha dicho en el juicio que no haya daño moral. Perdí mi trabajo, también Rafael, yo llevaba 17 años como administrativo y me ha costado mucho encontrar un nuevo empleo, no estaba preparada para hacer otras cosas». Esta joven madre de dos menores asegura «que el daño emocional es enorme, te destrozan la vida, yo no me atrevo a conducir ni he renovado el carné».
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Amaya fue intervenida a finales de 2014 y «desde el primer día no veía, los propios oftalmólogos decían que no era normal, después salieron a la luz los casos delPaís Vasco y sus secuelas y eran igual que los nuestros. Sacyl no nos ha hecho caso, no nos ha indemnizado y contestó por silencio administrativo la reclamación, por eso estamos en el juzgado. Es realmente ofensivo que te digan que no hay daño moral y falso que no haya discapacidad, tanto Rafael como yo tenemos reconocido por el Instituto de la Seguridad Social una incapacidad total».
Rafael también recuerda que «mi vida ha cambiado por completo. Cómo que no. Yo era profesor de autoescuela en un negocio familiar. Es lo que sabía hacer, con lo que me ganaba la vida, era feliz. El mismo día en que llegué a urgencias del Río Hortega, por la mañana había estado dando clases con el coche. ¿Cómo pueden intentar decir que ya veía mal antes y que no hay daños importantes? He tenido que prepararme unas oposiciones para la ONCE y soy peón de obras en el Ayuntamiento de Arroyo. Lo que nos ha ocurrido nos ha afectado a toda la familia y ahora vivo con el susto de no perder el otro ojo, de que no se repita el problema. Me hago revisiones continuas».
Ambos también apelan a la falta de estudios en su momento. «No nos hicieron la de potenciales evocados hasta los tres meses, ¿Cómo saben que no estaba ya atrofiado antes el nervio óptico? y ¿No hay responsabilidades por no etiquetar bien los productos en una cirugía?».
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