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La imagen de varios pavos reales del Campo Grande 'sorteando' el estado de alarma y aventurándose a recorrer las calles de una ciudad desierta, extrañamente vacía, que se ha visto obligada a confinarse para protegerse de un virus mortal e invisible que ha paralizado medio mundo, desató hace unos días todas las alarmas en redes sociales. Las sospechas apuntaban hacia un mismo blanco: la alimentación. Tanto el alcalde, Óscar Puente, como la concejala de Medio Ambiente y Sostenibilidad, María Sánchez, salieron al paso de las «preocupaciones» de los vallisoletanos y negaron la posibilidad de que les faltara manutención: a la fauna del parque se la alimenta todos los días, también durante el confinamiento.
De esta labor se encarga, desde hace diecinueve años, Luis Magdaleno, capataz del parque y operario del Servicio municipal de Parques y Jardines del Ayuntamiento desde hace 39. Cada mañana, puntual, a las ocho, este vallisoletano llega al Campo Grande para «hacer todas las labores de mantenimiento tanto de la flora como de la fauna». «Llueva, nieve o haga sol», dice, todos los días sigue una escrupulosa rutina. Lo primero que hace es echar de comer a los cientos de animales que habitan en el pulmón verde de la ciudad.
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El motivo, según justifica, no es otro que los animales «saben que a esa hora les damos comida». El primer turno es para la colonia de cisnes, patos y gansos que viven en el estanque. «Todas las mañanas les echamos un barreño, pero mira, si es que todavía tienen; si tuvieran hambre estarían ya aquí, alrededor de mí, pero comen muchísimo y cuando les da la gana, van a su bola», afirma Magdaleno mientras arroja un cubo de pienso en una de las orillas de la laguna.
Tras ello, llega el turno de los pavos reales, las palomas y los gorriones, pero también de las ardillas. La pajarera, por su parte, requiere «más atención diaria». «Y claro que la tiene», especifica el capataz. Una empresa externa se encarga cada día de su limpieza y conservación. «Con la pajarera hay que estar más pendientes, y se está, pero ¿el resto? Anda que no tienen comida y bichos por aquí», apostilla Magdaleno.
Esta «tarea rutinaria», como se refiere, apenas les lleva media hora de su jornada laboral. En torno a las ocho y media de la mañana, los «centenares» de animales que el capataz del Campo Grande tiene contabilizados ya están «tranquilos y con comida de sobra para el resto del día».
Magdaleno se sabe de memoria cada rincón de este gran parque público. No hay escondite que se le resista. También los lugares donde los visitantes, normalmente, echaban de comer a la fauna antes de la forzosa cuarentena. Por ello, desde que se decretó el estado de alarma, el responsable decidió «colocar comederos adicionales» de grano y frutos secos en aquellas zonas donde los forasteros acostumbraban a dejar comida a la fauna, pese a que numerosos carteles «ruegan», a lo largo del espacio ajardinado, «no echar comida a los animales». «No hay ningún motivo de preocupación por la fauna; está bien atendida y bien alimentada», apunta.
No obstante, afirma que «en el invierno más crudo» sí incrementan «un poquito la ración porque necesitan más grasa». «De todas formas, los animales son muy listos y complementan su dieta con lo que pillen, y aquí tienen de todo», señala, al tiempo que reconoce no entender el «escándalo montado en redes sociales» por esta cuestión. «La gente no puede pensar que los cisnes solo comen las obleas que venden en el quiosco porque no es así. Aquí hay un equipo que se encarga de cuidar y mantener el parque, y la fauna forma parte de él, así que la alimentamos y hacemos lo que está en nuestra mano para que esté lo mejor posible», argumenta.
Las puertas del Campo Grande permanecen cerradas al público desde el pasado día 15. Así seguirán, al menos, hasta el 12 de abril. Pero, ¿qué ha cambiado desde entonces? Luis Magdaleno lo tiene claro:«la suciedad». «Se ha reducido el trabajo de limpieza porque no hay nadie, y el tiempo que dedicábamos a limpiar, lo dedicamos a la vegetación y a los animales», subraya.
Por último, cabe destacar que el Ayuntamiento de la capital invierte 3.000 euros anuales en pienso y comida para la fauna del Campo Grande. Así al menos lo confirma la edil de Medio Ambiente, quien detalla que, entre otros, se adquiere «trigo y pienso, algo de frutas para algunas aves de la pajarera y frutos secos para las ardillas».
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Óscar Beltrán de Otálora e Isabel Toledo
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez (ilustraciones)
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