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La mayoría dejaron este mundo con lo puesto sin más ropa que los cuatro trapos que vestían antes de enfrentarse al pelotón de fusilamiento en los albores de la Guerra Civil. «No solían llevar objetos personales a sabiendas de lo que se enfrentaban y lo ... normal es que dejaran lo poco que tuvieran, abrigos incluidos, a otros presos», relata el arqueólogo y presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), Julio del Olmo, en alusión a la ausencia de efectos personales identificados en la mayoría de los cuerpos exhumados de la fosa común de represaliados del cementerio de El Carmen en la que trabajan desde hace una semana. De allí han rescatado ya del olvido catorce cuerpos, y tienen quince más a la vista. Cinco de ellos, como excepción, sí llevaban algo encima, una simple cuchara de metal, con un amplio cazo -«corta, ancha, basta y de hierro grueso»-, guardada en los bolsillos de la camisa o el pantalón.
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¿Por qué la presencia de este utensilio cotidiano? La explicación hay que buscarla en el paso del grueso de los represaliados por la cárcel antes de ser fusilados. «Es algo común, que ya nos hemos encontrado en otras fosas, y se trata de la cuchara del rancho típica de la cárcel, similar a la que se utilizaba en el Ejército, que era lo único que conservaban antes de ser llevados al paredón», resume el experto. Cinco de estas cucharas se sumarán ahora al terrible listado de objetos rescatados de las fosas comunes localizadas de El Carmen. Su valor, en la época, debía ser casi nulo y sus ejecutores ni siquiera se molestaban en conservarlas para otros reos.
Las piedras con las que algunos familiares marcaron la localización de tres de las fosas comunes de represaliados no se equivocaban y allí, en el mismo lugar en el que erigido el memorial en su recuerdo por UGT y el PSOE en los años ochenta, han sido localizados los tres enterramientos masivos. El problema es que una de las fosas se encuentra bajo el muro de ladrillo de dicho memorial. «Tenemos el permiso verbal para realizar la excavación bajo ese muro, que podría ser derribado, y la idea es construir algún tipo de nuevo memorial allí (por parte de UGT y el PSOE) y quizás un segundo adosado para conservar los restos», señala el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), Julio del Olmo.
Las cucharas del horror, en este sentido, apenas aportan información sobre las identidades de sus portadores más allá de confirmar la tesis de los arqueólogos de que la fosa en la que trabajan en la actualidad fue utilizada para enterrar a presos fusilados y que todo apunta a que puede tratarse de la 'número 5', catalogación que se correspondería con la documentación de la época, en la que los propios ejecutores numeraron los distintos enterramientos comunes de El Carmen. La mayoría de los cuerpos rescatados hasta ahora presentan, a su vez, «daños evidentes de disparos e, incluso, algunas balas en las costillas y, en algunos casos, en la cabeza fruto de tiros de gracia», destaca Julio del Olmo.
La documentación señala la presencia de diez fosas comunes en el camposanto. Siete de ellas han sido ya localizadas, y una octava a mayores que los especialistas atribuyen a enterramientos de fusilados extrajudiciales que no constaban en escrito alguno. Las tres últimas, que todo apunta a que se corresponden con las número 5, 6 y 7 (abiertas entre el 5 de diciembre de 1936 y el 6 de junio de 1938), fueron localizadas bajo el segundo monumento en recuerdo de las víctimas erigido por UGT y el PSOE en los años ochenta en el tristemente célebre cuadro 63 de El Carmen, situado a quince metros exactos del primero, del que ya fueron rescatados 247 víctimas entre 2016 y 2017 y en cuyo lugar se construyó el actual memorial que alberga los cuerpos exhumados.
«Todo indica que en la actualidad nos encontramos ante la fosa 5, aunque aún debemos seguir trabajando para confirmarlo definitivamente, y esperamos encontrar en las tres fosas descubiertas 166 cuerpos, que son los que figuran en la documentación -con nombres y apellidos-, aunque podrían ser más», anticipa el responsable de la excavación, que comenzó el pasado 14 de septiembre una vez recibidos los pertinentes permisos administrativos.
Entre los catorce cuerpos exhumados hasta ahora se encuentran los restos de dos varones, uno de ellos de avanzada edad, que no presentan disparos y que sí tienen los cráneos seccionados con precisión quirúrgica. «Entendemos que pudieron ser presos que murieron en la cárcel y que pudieron ser estudiados con algún tipo de fin médico», apunta, como hipótesis, Julio del Olmo. Su historia no figura como tal en la documentación localizada por la ARMH, en la que también consta que en una de las fosas puede hallarse el cuerpo de un recién nacido. «Sabemos que en su caso, aunque aún no hemos localizado sus restos, se trató de un caso judicial, cuyo origen desconocemos, pero que podría estar vinculado, quizás, a una muerte prematura del hijo de una presa que fue enterrado aquí», considera el arqueólogo.
Las exhumaciones, a cuenta y cargo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, podrían prolongarse durante los próximos tres o cuatro meses. «Trabajaremos aquí hasta que saquemos todos los restos y ojalá podamos identificar a algunos de ellos», desea el presidente de la ARMH. De algunos, como en el caso de tres de los cuerpos localizados en la, en principio, fosa 7 cuentan ya con indicios de que podría tratarse de un sargento de la Guardia Civil (Salvador Lapuente), un teniente (Ángel Egaña), un médico (Emilio Pedrero).
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