«Ha sido devastador, nos ha dejado reventados a todos; pero también es apasionante vivir, organizar, enfrentarse a una enfermedad que era una desconocida, infecciosa y muy transmisible... que nos obligó a cambiar todo el sistema asistencial, a leer cada día cuanto salía, a ... adaptarnos a las novedades». Así echa la mirada hacia un pasado aún muy reciente y que todavía se hace real cada día en los hospitales, el doctor Carlos Dueñas, médico internista del Clínico, responsable de la asistencia relacionada con la covid en este complejo vallisoletano y coordinador en su especialidad a nivel autonómico.
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El también jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Clínico, repasa la rápida evolución en diagnóstico y tratamiento de una enfermedad que apenas tiene ahora cinco camas ocupadas en su UCI y siete en planta por covid; pero que este mismo enero superaba el medio centenar de ingresos en cuidados intensivos. Revisa Dueñas una patología «de la que cada día aprendemos algo».
Destaca este internista que, «últimamente, lo que venimos apreciando de forma clara y relativamente frecuente es que la covid ha hecho de gatillo. Ha disparado enfermedades genéticas, para las que el paciente podía estar condicionado para terminar desarrollándolas; pero el coronavirus ha hecho que aparezcan ya, que se despierten. El paciente podría haberlas desarrollado años más tarde o, incluso, nunca pero pasa de no tener nada a padecerlas. La covid pone en el punto de partida estas patologías que te iban a atacar, pero más adelante. Esto se había descubierto con otros virus y ahora estamos observando que es muy habitual con este. Si estás predispuesto genéticamente favorece que despierte. Son sobre todo enfermedades autoinmunes como artritis reumatoide o vasculitis o lupus...», repasa.
En cuanto a las secuelas, el doctor Dueñas prefiere hablar de esa importante mayoría que ha superado la covid sin rastros, un porcentaje alto a favor incluso entre los ingresados en un hospital; pero sí reconoce que hay algunas huellas, en algunos pacientes, que perduran durante meses, más que en otras infecciones; pero también puntualiza otras consideraciones que inciden en estos daños persistentes. «En general, las publicaciones más pesimistas apuntan a un 30% de los pacientes infectados por coronavirus arrastran secuelas a medio plazo, unos seis u ocho meses. Algunos más. Pero hay que considerar varios factores. ¿Hasta qué punto influye la situación pandémica en un enfermo?, ¿en su caso?, ¿en su ánimo?, ¿en su afectación? Otro condicionante importante es el exceso de información. Los afectados pueden leer fácilmente sobre su enfermedad, los daños habituales... estas cosas influyen en algunos o contribuyen a empeorarlos», destaca. No quiere decir el doctor Dueñas, e insiste en ello, que los pacientes no se sientan como describen pero «un cansancio que habitualmente, con una vida normal, trabajando, no reparas en él... cuando tienes covid te fijas y mucho». Además, «algunas de las secuelas más habituales como la fatiga, el dolor generalizado, un cansancio permanente... no podemos medirlo, no hay pruebas objetivas y es imposible de cuantificar y, por lo tanto, de estudiarlo bien. Es complicado, por ello, tratarlo. ¿De dónde viene? Damos recomendaciones de vida saludable pero poco más puedes hacer. Igual que con la famosa nebulosa que describen tantos, que no les deja pensar con claridad, concentrarse como antes... Es tan poco tangible para nosotros. Ahora se están investigando las cefaleas poscovid, sin son tensionales, migrañas, si habían aparecido antes... La pérdida de memoria la estudiamos pero no deja huella, las pruebas de imagen actuales no nos muestran nada. Nada de nada en este tipo de cosas a diferencia de las respiratorias que claramente se detectan con una prueba de resoplar o un escáner. En el futuro, puede que tecnología más sofisticada nos dé respuestas».
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Las secuelas «nos preocupan y mucho, en particular las que se prolongan y, desde luego, las respiratorias y cardiacas. Algunas cicatrices tras la neumonía son brutales, hay que vigilar si hay fibrosis pulmonar, sobre todo en los que han estado en UCI. Estas unidades también dejan sus daños por las largas estancias, no solo por la covid. También problemas cardiacos importantes. Nos preocupa y por eso hay consultas específicas poscovid en casi todos los hospitales y tenemos que mantener el seguimiento y continuar estudiando y aprendiendo».
Otras secuelas repetidas «son la caída del pelo, a mechones o la pérdida de olfato y gusto que en algunas personas dura todavía y se contagiaron al principio de la pandemia. La anosmia parece que se produce cuando hay una fuerte carga viral que acaba dañando el nervio y eso se tarda en recuperar. A los que les dura poco es porque solo han sufrido una inflamación. Los talleres para recuperar olfato y gusto no está muy claro que funcionen. La verdad se que no tenemos mucho que ofrecer. No hay pastillas para el cansancio. Hay que tener mucha paciencia porque en algunos casos, los menos, la recuperación tarda, es lenta».
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La literatura científica recoge que, incluso en personas jóvenes, el coronavirus puede causar accidentes cerebrovasculares, convulsiones e, incluso, el síndrome de Guillain-Barré, una afección que causa parálisis temporal. Algunos adultos y niños presentan un síndrome inflamatorio multisistémico. Son también algunas de las secuelas que recoge el Ministerio de Sanidad.
En cuanto al diagnóstico, y sobre todo al tratamiento de la covid «en solo año y medio es muchísimo lo que hemos aprendido. En diagnóstico, la PCR fue, desde luego, fundamental, sobre todo cuando ya hubo suficientes en número, y las pruebas de anticuerpos. Las de antígenos no eran tan certeras pero ayudaron a detectar muchísimos casos y a poder aislar; aunque se escaparan algunos positivos. Tuvieron su papel, fueron útiles. Esta misma semana han anunciado una nueva generación de esta prueba que es mucho más fiable. También se ha logrado distinguir entre los anticuerpos que provoca pasar la enfermedad y los de la vacuna. Esto es muy importante para poder conocer bien las reinfecciones». Asimismo, recuerda que «en cuanto a epis, nosotros en el Clínico no estuvimos mal. Había mascarillas, recomendaciones para su uso... aunque han ido cambiando. Fue tremendo, doce alas de un hospital dedicadas solo a covid. Organizar a doscientos profesionales de diferentes especialidades para afrontar una enfermedad desconocida. Llegamos a ingresar a cien pacientes de otras provincias, sobre todo de Segovia».
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En cuanto a los tratamientos, «han ido variando mucho y lo que más claro tenemos ahora es qué no se debe hacer;pero todavía no hay un fármaco definitivo. Lo primero que empleamos fueron algunos que ya existían, porque no puedes hacer uno de la noche a la mañana, para tratar otras patologías como la malaria o el VIH. Fue la época del lopinavir/ritonavir que se usan combinados para el VIH o la hidroxicloroquina, para la malaria. Sabíamos que tenían efecto antiviral y que no causaban daños. Luego llegó el remdesivir que se empleó inicialmente para el ébola. El Clínico fue de los cinco primeros hospitales que empezó a usarlo con un éxito razonable. También los corticoides y a protolocalizar su empleo», destaca.
Otro punto «del que ahora sabemos mucho más es el de las fases de la enfermedad. Ahora las conocemos y se puede frenar antes de que llegue a ese punto de que el virus estimula tanto las defensas que se produce una respuesta exagerada e importantes complicaciones. Hasta hace poco no había nada para evitar el avance de la enfermedad. Ahora, el fármaco monupiravir puede inhibir que los pacientes enfermen gravemente de coronavirus. Junto a él, el citado antiviral remdesivir y, en breve, dispondremos de los anticuerpos monoclonales con lo que se trató en su día al expresidente Donald Trump. El problema de los fármacos de fase inicial, en los que estábamos más huérfanos, es que son intravenosos y ello impide un tratamiento en Atención Primaria, pero se está trabajando en ello. Hay mucha investigación. La evolución es espectacular, también del efecto de anticoagulación, de cómo favorece los trombos hemos aprendido mucho. Lo que nos faltan son buenos antivirales orales para que a personas con perfil de riesgo como diabéticos, con asma u obesidad se les trate en fase inicial. Y luego conocemos bien, hay algoritmos, para poder saber quien va a ingresar y quien no cuando se detecta un caso;pero no los hay para los que ya están hospitalizados. A veces te vas del hospital pensando que uno ya evoluciona bien y cuando vuelves al día siguiente te lo encuentras intubado y te preguntas qué ha pasado. A mí no me gusta que el paciente vaya por delante, yo tengo que saber qué puede ocurrir. Llevamos cuatro mil casos y nos sigue sorprendiendo este virus».
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Carlos Dueñas fue de los primeros en contagiarse; pero «fue leve y me permitió, teletrabajando, preparar protocolos y planes para abordar lo que se nos echaba encima». Recuerda que, ya en febrero de 2020, comenzamos a prepararnos, a compartir información en redes sociales con especialistas en infecciosos de Castilla y León y de fuera. Se ha publicado tanto, que los profesionales jubilados, como no los cogieron para otras funciones, nos facilitaron el trabajo de estar al día haciéndonos resúmenes, comentando lo más destacado. Revisiones, audios... Además, algo que no es habitual en este tipo de publicaciones, todo se editaba en libre, abierto, no hacía falta estar inscrito para leerlo. La solidaridad científica es grande en la pandemia y te permitía conocer resultados de tratamientos, podías intercambiar con otros médicos. Recuerdo que los italianos nos lo advirtieron: No sabéis lo que se os viene encima».
Y «así seguimos, investigando en red y aprendiendo. Esperemos que esto ya esté controlado;pero ahora conocemos bien el camino que igual sirve para todas las infecciones que vengan. Teníamos que haberlo tenido antes; pero quien se esperaba esto».
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