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El jefe le advirtió el lunes 9 de marzo: «La cosa se está poniendo fea». Todavía se caminaba por la calle sin mascarilla, sin restricciones ... de aforo en los comercios, el coronavirus circulaba sin freno y el Gobierno aún no había decretado el estado de alarma. Pero algo ya no iba bien. La empresa de reformas para la que José O. D. (Valladolid, 1973) trabajaba desde hacía seis meses empezaba a recibir llamadas que anulaban encargos. «Colocábamos velux, teníamos que entrar en las casas y había gente que, por miedo, decidía esperar». El jueves 12 de marzo, recibió la peor de las noticias:lo siento, no hay trabajo para todos. El negocio siguió adelante sin él. «No cerró, se quedó entonces con otros dos trabajadores». Y entró en el paro justo cuando España estrenaba confinamiento.
Desde entonces, no han sido meses fáciles. Su mujer trabaja en limpieza. «Ella tiene más trabajo, por la desinfección de oficinas... Ahora le han llamado de la UEMC para hacer más horas». Pero el dinero que entra en casa –él cobra 430 euros de subsidio, agotó ya el paro– no es suficiente. «Ya me pilló la crisis anterior. En 2008 me tuve que reciclar y pasé del andamio a la escalera de la fibra óptica. Estuve tres años». Encadenó después varios trabajos hasta que hace algo más de dos años tuvo que guardar cola en las oficinas del paro. Hace seis meses le salió el nuevo empleo.«Estábamos empezando a salir. La situación iba a mejor. Trabajo no faltaba». Hasta que el virus destrozó toda nueva esperanza.
«Ahorros no había muchos, tenemos dos hijos, chico y chica, mellizos de trece años. Y los suegros ayudaban un poco, con dinero, alimentos». El mes pasado decidió recurrir al Ayuntamiento. Él es uno de los 959 nuevos hogares vallisoletanos que han percibido una ayuda por la situación provocada por la covid. «No es una deshonra. Somos trabajadores. Esta crisis nos puede afectar a cualquiera». En su caso, recibe una tarjeta prepago (600 euros) para comprar alimentos y productos de higiene hasta el 31 de diciembre. Ha de justificar cada gasto ante los trabajadores sociales de su Ceas, en La Victoria. El Ayuntamiento ha concedido 183 tarjetas de este tipo durante la pandemia. «Es una opción que evita hacer cola, que permite comprar productos frescos», defiende la concejala de Servicios Sociales, Rafi Romero.
Confía J. O. D. en que sea una ayuda temporal, «porque lo que yo quiero de verdad es trabajar». Ahora estudia, se prepara para optar a una de las 68 plazas de peón que ha convocado el Ayuntamiento. «Es una lotería, lo sé. Con el no vas. Pero ojalá que lo consiga».
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