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Juan Martín, de 79 años y residente en una calle de los aledaños del Puente Colgante, vive solo desde hace poco más de tres ... años cuando su mujer falleció. Sin hijos, ni familiares cercanos, este vallisoletano ha vivido la irrupción de la pandemia del coronavirus «con más temor si cabe, al estar solo en el mundo», explica. «Bueno, solo no del todo, que tengo algunos amigos», matiza inmediatamente. Sin embargo, estos, a los que ve habitualmente en el hogar del jubilado de Puente Colgante –cerrado en la actualidad–, no pueden ayudarle debido a la actual situación de confinamiento.
Este vecino de la capital vallisoletana solicitó la pasada semana el servicio municipal de gestión de residuos domésticos para personas en cuarentena por el Covid-19. «A los pocos días de decretarse el estado de alerta, empecé a tener los síntomas y soy una de esas personas con riesgo», admite en relación a una operación de corazón a la que se sometió hace doce años por un fallo en la aorta.
«Empecé a tener fiebre, y llamé a los médicos. Yo no tengo Seguridad Social, al ser funcionario jubilado, pero están también muy pendientes de mí. De hecho, hoy –por ayer–, me han llamado también de la asociación de diabetes, porque mi mujer lo era, y al conocer mi situación ha dado aviso a otro médico, que me ha llamado para ver cómo evoluciono», agrega con naturalidad.
«Ha sido un poco después cuando me han contactado del Ayuntamiento. Es la primera vez que venían, y me han explicado qué hacer con las bolsas y mi basura para que ellos la recogiesen», indica antes de admitir que «menos mal» que unos días antes de empezar a tener síntomas de coronavirus compró bolsas herméticas, «una pequeña manía que tengo», matiza.
Poco después, dos operarios del servicio de limpieza, con trajes especiales e higienizados para el trabajo –además de mascarillas y gafas de protección para los ojos–, han llamado al interfono de su domicilio para acceder hasta el rellano de la vivienda. «Les he visto de lejos, eran un chico y una chica, pero no hemos tenido contacto. Me han dejado una cesta negra, y he metido mis bolsas ya cerradas», indica Juan, que no sabe si repetirá la gestión el viernes, en el próximo servicio de este tipo previsto por la Concejalía. «Al vivir solo, genero muy poca basura... Pero está es la única forma de que se lleven todo», añade.
A este extrabajador del Ministerio del Interior no le han hecho la prueba para saber «si soy positivo», pero permanece en cuarentena. «Ahora solo deseo que todo termine bien, poder dar mis paseos a por el pan en la tienda de aquí abajo, y, ya de paso, bajar al hogar del jubilado a volver a relacionarme», concluye.
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