Cocinas para la discapacidad que abren puertas a la vida

La Escuela Internacional de Cocina de Valladolid y cinco organizaciones –Predif, Aspace,Cocemfe y Autismo Castilla y León– han abierto sus puertas a los cocinillas y aspirantes en un nuevo programa, enmarcado en el proyecto RUMBO, una iniciativa desarrollada a nivel estatal y financiada a través de los fondos europeos Next Generation, que en Castilla y León desarrollan estas federaciones.

Adaptado a necesidades variadas, en esta primera edición –que se desarrollará todos los martes y jueves del 28 de febrero al 16 de marzo, cinco horas cada día por la tarde– sobre todo a personas en silla de ruedas y con carencias cognitivas, el chef Raúl del Moraz guía estos días las manos de doce comprometidos alumnos que no pierden detalle y lo interrogan de continuo sobre si vale cualquier pimiento, o qué usar para dar el toque picante, o las diferencias de los panes... o en que dirección cortar la cebolla y cómo lograr picar finita la zanahoria.

Así de sencillo. Y de complejo. Las personas con discapacidad, especialmente cuando la arrastran desde pequeños, viven en entornos protegidos en su propio hogar o en residencias donde otras manos sustituyen muchas de las labores domésticas indispensables para integrarse, para ser independiente. Los padres o hermanos o las instituciones les ponen un plato caliente sobre la mesa y, muchas veces, ni siquiera observan cómo se corta una cebolla o que los garbanzos están en agua desde la noche anterior. Cuando la discapacidad es sobrevenida a una edad más adulta, hay más fortuna en los conocimientos gastronómicos;pero también se antoja como algo secundario y las habilidades –salvo para los que guisar es su pasión– están muy limitadas. Muchos nunca, nunca, han cocinado ni una simple pasta con tomate de bote.

Por ello, no es de extrañar que cuando los técnicos de las organizaciones que amparan a las personas con discapacidad indagan sobre las causas de que muchas de estas personas, con algún obstáculo en su cuerpo o mente, rechacen emanciparse, se han encontrado con que lo que más los asusta para hacerlo es el no saber cocinar.

«Ni siquiera un huevo frito sabe hacer mi mujer», destaca Miguel uno de los aprendices más aventajados porque en su casa cocina él y tiene especialidades como callos con garbanzos o arroz con bogavante «para quince o veinte suelo hacer» o carrilleras. Es más «soy el cocinero de las reuniones de amigos y hago también la compra en casa». Su caso no es un ejemplo de necesidad para emanciparse, que ya lo está, lo es de superación y normalización.

Comparte territorio en estas instalaciones de Huerta delRey con Isabel que se apunta a los purés o Vanesa que declara, arrancándose las palabras entre una sonrisa tímida, que «me encanta cocinar y estoy aprendiendo mucho». Paco se apunta a lo de que «no sé nada de nada pero me está gustando mucho». Y no muy lejos, Mar repasa con su solo brazo izquierdo verduras para convertirlas en el picadillo base de las lentejas que el grupo está preparando. Lo suyo es una enfermedad degenerativa a la que ella combate con esfuerzo y nuevas habilidades: «hay que adaptarse a lo que se tiene», dice esta sorprendente mujer mientras trocea un rojo pimiento. Yolanda asegura que, «en casa yo hago cosillas, me gustan los guisos sobre todo porque los postres me parecen muy difíciles».

El docente, Raúl del Moraz, explica que, en estos talleres, «trabajamos desde lo más básico de higiene y manipulación y sobre todo conservación de alimentos, el cómo congelar... hasta lo más práctico, aprenden a preparar platos sencillos, muy habituales en cualquier hogar, para que puedan hacer sus menús como en cualquier familia. Aprenden a cocinar, con sus límites, pero se adaptan bien. Se los ve con muchas ganas. Es para algunos su primer contacto con la cocina que, para nosotros, también es un arte, y cada uno llega hasta donde puede y le interesa».

El presidente de Predif Castilla y León, Francisco Sardón, destaca que «nuestro objetivo como entidad es organizar actividades que promuevan la autonomía y la independencia de las personas con discapacidad, que generen la posibilidad de que no se vean abocadas a vivir en un modelo residencial y puedan hacerlo en su entorno familiar o incluso de forma independiente emancipándose con su familia». Sin embargo, uno de los problemas que hemos detectado a lo largo de estos años, que les genera más desconfianza a las personas con discapacidad, es resolver los problemas de la vida cotidiana, como puede ser hacerse la comida. Por eso, hemos organizado este taller para que adquieran conocimientos básicos de cocina y que esta tarea básica no sea una barrera a la hora de tomar la decisión de vivir de manera independiente.

Y, en algunos casos, para el desarrollo de esta y otras actividades es importante el apoyo para poder llegar a donde su discapacidad pretende impedírselo. De ahí, la figura del asistente personal. Laura Pina López, acompaña estos días a estos cocinillas porque algunos requieren una ayuda más personalizada. Ella es educadora social y se ha formado como asistente personal para mejorar su preparación. «Creo que es una figura muy necesaria que permite que las personas pueden dirigir su vida, disfrutar de sus plenos derechos y con los apoyos necesarios ellos pueden llegar a dónde quieran, les levanta además la autoestima e impulsa su autonomía».

Los objetivos principales, por lo tanto, de este proyecto son la prevención de la institucionalización de las personas con discapacidad, tratando de favorecer que puedan elegir su propio proyecto de vida, y la introducción de soluciones tecnológicas y de domótica en sus propias viviendas para impulsar esta iniciativa.

El motivo de plantear un curso de cocina, se enmarca en el apartado de empoderamiento de las propias personas con discapacidad, tratando de dotarles de herramientas para algo tan básico como es la cocina en su día a día.

La idea es que, a parte de la elaboración de las propias recetas, también se trabaje la parte de planificación de las mismas, sin olvidar que después de cocinar también es importante conocer la parte de conservación de los alimentos, y de recoger la cocina y los elementos utilizados, con el objetivo de generar también rutinas y hábitos saludables.

En definitiva, señalan fuentes de Predif, «se trata de dotar a las personas con discapacidad de recursos y conocimientos básicos de cocina para poder aplicar en su día a día; impulsar la participación activa en la preparación y desarrollo activo de las recetas propuestas; propiciar la autonomía para poder vivir de forma independiente y desarrollar una formación de cocina diseñada con criterios básicos de accesibilidad universal para atender a las necesidades diversas del grupo.