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Lo primero que hicieron Jesús y Enrique López Ledo el 13 de marzo y, ante el aviso de calamidad nacional, fue ir a su banco de toda la vida y abrir una línea de crédito para tener un 'paraguas' con el que resguardarse del 'temporal' que se avecinaba.
Después ambos hermanos junto a sus dos empleadas del negocio familiar, Tintorería Ledo, doblaron los turnos de trabajo hasta el sábado para cumplir con los compromisos pendientes. Todo antes de echar la persiana. Y, aún les dio tiempo a hacer una copia del anagrama de la empresa y colocarlo en la puerta con el 'Quédate en casa'.
Consejos y recomendaciones
-¿Por qué esa prevención de acudir al banco?
-(Jesús López Ledo) Somos un negocio pequeño pero bien financiado. Teníamos claro que aquí no se iba a quedar nadie tirado. Tenemos a dos trabajadoras que son compañeras, no empleadas. Así que queríamos asegurarnos de que podemos hacer frente a todos los gastos.
Ni ERTE (expediente de regulación temporal de empleo), ni despidos, ni cierre patronal... Nunca se les pasó por la cabeza sumarse al colchón de papeleos de protección empresarial que ha abierto el Gobierno central y completa la Junta.
Detrás de los López Ledo hay dos familias más. La de Feli, que «lleva 40 años con nosotros». E Inma, más joven pero también de la casa. «Por ellas y por nosotros cerramos, pero no son vacaciones. Nosotros asumimos todo. Y punto».
-Habría sido más fácil sumarse a las ayudas oficiales. Y nadie les pondría pegas por acudir al cierre excepcional...
-(Enrique López Ledo) ... Si, pero aquí hay una respuesta mutua por parte de toda la empresa. Hemos pasado muchas dificultades juntos como para dejar a nadie tirado y librarnos ahora de las cargas sociales.
Al igual que con la ropa de sus clientes, en Tintorería Ledo tratan de no dejar ninguna 'mancha' en su expediente social. «Lo teníamos claro desde el principio -sentencia Jesús-. Si te portas bien con el trabajador, él (ellas en este caso) se portarán bien contigo».
Ahora dedican los días sin que les espere una montaña de ropa y mantas que limpiar, planchar y arreglar, a ver pasar el tiempo y a saludarse las mañanas a través del WhatsApp de toda esta plantilla-familia. «No puedes hacer otra cosa», se conforma Jesús (63 años).
Bueno, él es de los afortunados que tiene un perro que rescató en una protectora. Eso significa turno de paseo a las 8 de la mañana, dos de la tarde y ocho de la tarde. Un día a la semana acude con su mujer, Mari Mar, a la compra a una tahona y a un súper cercano a su casa en Zaratán.
El dominio de los artilugios de un buen tintorero («es un nombre antiguo que equivoca a la gente. Lo nuestro es limpieza en seco») no le ha convertido en un virtuoso de nada. «Al contrario soy un manazas. No puedo evadirme ahora con el bricolage. Lo que si hago bien es limpiar un buen pescado».
Enrique (53 años) se quedó en Valladolid, no muy lejos de la sede del negocio (c/ Puente Colgante) donde vive con su mujer y sus dos niñas. En este tiempo tan extraño dedica las mañanas a poner deberes a sus hijas, antes de realizar las labores de casa junto a su mujer, comer y «una rica siesta».
No solo entregaron todos los compromisos antes de cerrar ese fatídico viernes 13 de marzo. Seguramente nadie echará de menos estos días el traje que dejó en el tinte para la comunión de la sobrina en mayo. Por si acaso, los López Ledo, no querían dejar a nadie pendiente y desviaron el teléfono del negocio a su domicilio.
Las tintorerías figuran en el decreto de estado de alarma como sector estratégico (en realidad ese papel lo juegan más sus 'vecinos' de las lavanderías). «Nos llamaron de la Administración por si éramos necesarios. Pero yo creo que es una confusión porque nuestro negocio no dispone de las barreras sanitarias obligatorias», recuerda Enrique. «Pero, si nos llama el Gobierno para lavar cien mantas, pues se lavan», suelta enérgico su hermano Jesús.
Mucho trabajo. Mucho plantón delante de los disolventes y las planchas en seco. Todos los hermanos tiraron del carro para ayudar. Jesús se metió en Medicina y Enrique en una compañía de seguros.
Con el tiempo decidieron continuar el surco que habían abierto sus padres. «Con ellos aprendimos todos los trucos del negocio. Y nos pareció que seguir era lo mejor», resume Jesús.
La cosa fue tan bien que dio para abrir una extensión de la firma en el emergente barrio de Parquesol. Era mucho trabajo y los hermanos decidieron darle otro 'planchazo' a su compromiso social. «Desde hace tres años se la hemos externalizado a Aspaym. Ellos lo explotan y dan trabajo a dos personas con discapacidad. Nosotros somos sus socios colaboradores», explica orgulloso Enrique.
No habrá tantos vallisoletanos que no hayan lucido sus mejores galas en bodas, bautizos, comuniones o cualquier acto social gracias a los servicios de la tintorería más antigua de la ciudad. Le han planchado la raya al traje de la democracia local. Porque nacieron en 1974 cuando las calles todavía respiran la vestimenta social diseñada por Francisco Franco. Mientras el dictador agonizaba, los López y Ledo, sus padres, remataban los trámites legales para situar su fecha de estreno, que vino a coincidir con el nuevo tiempo: 1975.
Parecía un buen año. Tiempo de acabar con el color sepia, marcado por los tonos marrones y neutros de la grisura uniformidad franquista. Una tintorería podía ser un negocio floreciente para vestir el nuevo tiempo que poco a poco se iría desplegando por nuestras calles. Y así ha sido.
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