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Guantes, mascarillas y, sobre todo, «mucho cuidado a la hora de mantener las distancias con sospechosos, detenidos y ciudadanos a los que paramos». Así afrontan estos días los policías municipales sus patrullas y controles aleatorios (fugaces en infinidad de puntos de la ciudad) para ... controlar el cumplimiento de la situación de estado de alarma que «nos obliga a todos a permanecer en casa por nuestro bien y el de los demás».
Consejos y recomendaciones
Las excusas de los primeros días, cuando los agentes llegaron a superar el centenar de denuncias, poco a poco van agotándose y los ciudadanos parecen estar entendiendo la «gravedad de la situación», coincidieron en señalar los agentes que el domingo al mediodía establecieron un control en la plaza de Zorrilla, a la salida de Miguel Íscar, donde pararon en pocos minutos a más de una docena de peatones y conductores. Solo una mujer se hizo acreedora de la correspondiente sanción después de reconocer que iba a ver a un familiar que estaba atrapado en un hotel (vino de otro país cuando estalló la crisis) en compañía de una allegada. «Pero no entienden que no pueden ir de dos en dos de paseo para eso», se desgañitaron los policías antes de proceder a identificar a la pareja. Otros explicaron que venían del despacho (en domingo) o de ver a un padre enfermo, uno alegó que iba a comprar al Hipercor (mostró el anunció que indicaba que estaba abierto) y los más justificaron que habían salido a por pan, prensa o tabaco al quiosco.
«Estos días te encuentras de todo, como gente que baja al perro diez veces al día, otros que van a dos kilómetros a comprar el pan o a la farmacia más alejada posible de sus casas...», reconocían los agentes, que enseguida levantaron el control (apenas duran minutos para abarcar toda la ciudad) para montar otros tres sucesivos en la Circular, la avenida de Soria y el paseo de Juan Carlos I, ya en colaboración con la Policía Nacional y, como reciente novedad, con los 'agentes de la autoridad' (así lo lucen en sus chalecos amarillos) de una unidad del Regimiento Farnesio.
«Si algo positivo podemos sacar de todo esto es la coordinación y el entendimiento entre las dos policías y los militares», reconocía el subinspector del 092 Ignacio Ayuso, cuando coordinaba precisamente los controles con un mando del 091 y un oficial del Ejército. Solo los agentes locales interpusieron durante los siete primeros días de confinamiento 74 denuncias diarias por incumplirlo, si bien es cierto que el viernes, último día laborable, descendieron notablemente de las 123 del jueves a las 84. Fue precisamente ese día cuando sorprendieron y multaron a una mujer que salió disfrazada por las calles de la Pilarica. «Sin motivo y sin más explicación», recuerdan.
La situación se complica por las noches, aunque es cierto que las calles vacías facilitan ahora la localización de los infractores, como ocurrió en la madrugada de ayer, cuando los agentes pararon un coche ocupado por tres jóvenes en el cruce del paseo de Juan Carlos I con Mirlo (Pajarillos). «El chico nos dijo que venía de Cuéllar de ver a la novia...», suspiran los agentes. Pero es que, excusas aparte, dio positivo por consumo de tres drogas y su coche tenía la ITV caducada. A los tres les multaron a mayores por incumplir la orden de confinamiento. Otro tanto ocurrió en un garaje próximo, en Pilarica, donde los policías se asomaron al ver luz y escuchar música. Dentro había dos personas fumando porros. Así, sin excusas. Uno de ellos fue detenido al tener en vigor una orden judicial de busca y captura.
«Las excusas poco a poco se van agotando», aclararon los agentes antes de concretar que a todo el mundo se le pide «certificados que les permitan moverse, tiques o cualquier cosa que demuestre la veracidad de su motivo para salir de casa». Y más aún en domingo, con todo aún más cerrado que a diario. Los policías incidieron que «la gente está comprendiendo que esto no es ninguna broma» y añadieron que «el grado de cumplimiento de los vallisoletanos, anécdotas aparte, cada vez es mayor». Y para los incumplidores que salgan sin motivo de sus domicilio, en las calles casi desiertas de la capital les esperan controles conjuntos de policías y militares. Poco a poco se van acabando las excusas.
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