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Adaptarse o morir. A los propietarios de La Latina, en la calle Doctor Cazalla, no les ha quedado más remedio que renovarse por enésima vez. Esta vez, después de que se decretara a la zona de San Miguel como acústicamente saturada (ZAS). Muchos meses de ... debate que derivaron en unas restricciones mayores a los decibelios con la prohibición de poner música entre las 6:00 y las 8:00 horas. «Ni las teles encendidas», apuntan los gerentes del local, Óscar Sanz y Miriam Celestino.
Era una colleja más que ahora intentan esquivar con una iniciativa peculiar. Dar cascos inalámbricos a los clientes que se asomen por el local durante esas dos horas. «No hemos tenido más remedio que adaptarnos a la última normativa del Ayuntamiento. Lo han delimitado de tal manera que la única opción de que no parezca una misa son los cascos», apunta Óscar Sanz, acompañado en todo momento por Miriam.
En vez de quedarse con los brazos cruzados empezaron a estudiar posibles opciones. Y las hallaron en las Baleares, en eventos privados, cruceros y en otras zonas ZAS como en el País Vascos. «A la gente le ha gustado la iniciativa y ya saben que hasta las 8 tiene que ser así. Nada más entrar se encuentran con un bar en silencio, pero ha tenido aceptación», recalcan los propietarios después de invertir alrededor de 10.000 euros en adquirir los cascos y el equipo reproductor.
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Sergio García
«Entendemos que tenemos que seguir con la actividad. Tenemos un negocio y vivimos de esto. Era esta decisión o bajar la persiana. A las 6:00 horas tenemos una afluencia de público importante y no podemos cerrar», continúan.
De esta forma, aunque dentro de estos aparatos existen tres canales de reproducción, los propietarios dejan libres uno de los canales con una 'playlist' elaborada con «música actual y variada». «Cada uno puede regular el volumen y disfrutar. Es una iniciativa que la gente agradece, porque entiende que nos hemos adaptado a la nueva norma, la cual consideramos desproporcionada e ilógica», añaden.
No entienden cómo la situación en San Miguel ha derivado hasta declararse zona acústica saturada. «Si lo son estas calles, lo debería ser todo Valladolid, desde Parquesol hasta La Victoria. La zona está vacía, sobre todo después de las últimas restricciones», añaden.
El problema, según detallan los dos propietarios, arrancó tras la pandemia con las dobles licencias a los establecimientos hosteleros. El ocio nocturno podía abrir también por la mañana para amortiguar los golpes de la covid. «Esas licencias no se acotaron al periodo de pandemia. Permanecieron en el tiempo. Así que un bar de noche, con actuaciones en directo y música, podía abrir de nuevo a las 6 de la mañana con la misma actividad. Podía seguir con todo. Ese ocio nocturno apareció por el día y trajo el problema vecinal, el acústico.. los vecinos empezaron a protestar, con razón, porque la calle estaba descontrolada», rememoran Óscar y Miriam.
Las quejas de los vecinos fueron en aumento con el paso de las semanas. Más negocios «se aprovechaban» de esa situación en San Miguel, hasta que se cortó de raíz por parte del Ayuntamiento. «La única justificación que tiene la administración es, según los vecinos, la gran afluencia de público en la calle. Dicen que molestan. Pero eso serán los establecimientos que no controlen su acceso. Si uno cumple con la seguridad en su puerta, tampoco molesta. Si no contribuyes a esas molestias, por qué se saca esa ley. No lo entendemos porque los sonómetros (uno colocado a escasos metros del bar) dicen todo lo contrario», recalcan para reiterar que no hacía falta poner más vetos a los negocios.
«No se molesta, porque la actual ley no permite molestar si la cumples. El que no respete la ley del ruido, castígale; el que no respete la ley de espectáculos, castígale. Hay que cumplir la ley, no hace falta restringir más. Esto no deja de ser un negocio del que vive gente. Tenemos trabajadores que dependen de esto», lamentan desde La Latina, con más de quince años de experiencia en el mismo rincón de Valladolid.
Una larga trayectoria en los amaneceres de la ciudad, en la que aseguran que nunca han tenido ningún problema hasta ahora. «Cuando la gente se asoma al local, como ha pasado con la Policía, se da cuenta de que es un establecimiento normal, pero que simplemente abre a las 6:00 horas. Nuestro público de día no es el mismo que se encuentra por la noche. Es gente algo más mayor y más tranquila. Aun así, sabemos que son horas muy sensibles, porque son horas en las que puedes molestar. Los dos socios nos preocupamos y siempre hemos hecho lo máximo posible. Ahora, nos han metido en el mismo saco. Y no lo entendemos», explican.
Una imagen, afirman, «muy dañada» y que les ha obligado a replantearse un futuro cierre. «Se piensa que es un lugar de perdición. Esa imagen ya no se puede cambiar por lo que ha salido en la prensa o lo que piense cada uno. A uno se le quitan las ganas de seguir y de luchar. Es una situación difícil», concluyen.
Un momento complicado del que han salido, de momento, con cascos inalámbricos y un bar en silencio desde las 6 hasta las 8.
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