![El calor y el «miedo» a los espacios cerrados frustran el primer día de barra en los bares](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202006/22/media/cortadas/hosteleria1-k8JE-U110579118167FtC-1248x770@El%20Norte.jpg)
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«Sin más». Ni frío ni calor. Como si la ciudad continuara inmersa en la última fase de la desescalada y la Junta de Castilla y León no permitiera desde ayer que bares y restaurantes pudieran habilitar las barras para el consumo después de reivindicar ... a lo largo de la semana la importancia que eso suponía para el sector. En la hostelería, la nueva normalidad entró de puntillas. Sin demasiados cambios con respecto a los días anteriores. Añoraban la utilización de los mostradores. Los necesitaban, pero tendrán que esperar. Al menos de momento. Hasta que clientes y propietarios se «acostumbren» a esta nueva vida. Porque ya sabían que podían tomarse el café y el pincho junto al tirador de cerveza y las vitrinas, la mayoría inhabilitadas, pero pocos lo hicieron. El buen tiempo –a las dos de la tarde el termómetro rozaba los 25 grados–, el «miedo» de la clientela a permanecer en espacios cerrados y el hecho de que ayer ya se permitiera la movilidad entre provincias resultaron ser factores definitivos.
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Desencadenó en un vermú a medio gas. Fueron muy pocos los que regresaron frente al mostrador del bar. Solo los del amor incondicional. Los que estas semanas intentaron amoldarse a tomar su copa de vino al aire libre, pero no pudieron. Porque como en la barra, en ningún sitio. Como los hermanos Francisco Javier y Antonio Blas, que son de «sujetar la barra». O Tomás y Sonsoles, que ayer anticiparon el aperitivo a la hora del desayuno porque les podían las «ganas».
Hubo menos gente por las calles de lo habitual y las terrazas estuvieron lejos de colgar el cartel de lleno que semanas anteriores las caracterizó. Pero no los domingos. Porque desde que subieran la verja de sus negocios hace casi un mes, los domingos son menos domingos. «Muy flojos». Tranquilos. Así lo aseguró Teresa Rodríguez, de La Criolla, al tiempo que insistió en su predisposición de «ir poco a poco». «No queremos que se nos amontone mucho la gente, aunque la mayoría se decanta por la terraza. De momento no queremos apostar por la barra, aunque antes nos daba mucho juego, representaba un porcentaje muy alto de las ganancias», apuntó Rodríguez.
Su opinión la suscribieron todos los nombres que han prestado su voz bajo estas líneas. Reconocieron que al ser el primer día de nueva normalidad esperaban «más ambiente». Confiaron en que la clientela retrasaría su hora de tomar el aperitivo, una tendencia creciente durante el último día de la semana, pero los minutos avanzaban y la gran mayoría de establecimientos lucía un paisaje similar: terrazas lejos de su aforo máximo e interior prácticamente vacío.
Algunos, como el restaurante Jero, aún no han levantado la persiana. Lo harán pronto: el miércoles. Otras, como las propietarias del restaurante María, Alejandra Cuadrado y Cristina Martín, vivieron la jornada del domingo como si de una inauguración se tratara. Reabrieron las puertas de su negocio el sábado después de más de tres meses cerrado, y aunque afirmaron que «notamos que viene menos gente que antes», se mostraron «satisfechas, muy contentas» por la respuesta de los usuarios. «Hemos aguantado con el restaurante cerrado porque el 'take away' (comida para llevar) nos funcionaba bastante bien;el interior del restaurante lo tenemos habilitado, pero la gente no quiere entrar. Prefiere terraza, después de tanto tiempo en casa no quieren estar encerrados», subrayó Cuadrado.
Julia Manuel contaba los días para que llegara el momento. Su gastrobar Pasión, situado junto a la Plaza Mayor, es «cien por cien de barra». No tienen posibilidad de habilitar una terraza y el aforo en el interior es «muy limitado». Pero este domingo, dijo, fue un día de «alegría». La «esperanza» se abrió camino después de tres meses «malos». «No es como antes, los domingos tenemos muy poco, pero para nosotros significa mucho poder usar la barra, es todo el negocio», incidió. Justo enfrente, en Los Zagales, el panorama es completamente diferente. Terraza completa e interior desierto. Su encargado, Tomás Gómez, estimó que «el próximo fin de semana es cuando de verdad se va a notar la barra» y emplazó a dentro de quince días su «pleno rendimiento». «Es pronto, es el primer día y la gente tiene que acostumbrarse a que puede volver a usarla», apostilló. Valladolid es de barra. Tan solo, coincidieron los hosteleros, necesita «tiempo».
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