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Lo primero que hace Valentín Benavides al entrar en el inmenso salón de actos del Seminario es abrir bien las ventanas. Las casi trescientas butacas ... están vacías, como el escenario y como la platea superior, tapada con una cortina. Solo están él y diez de los 45 miembros de la coral Harmonía. Todos hombres. El martes ensayarán las mujeres. Benavides dirige cinco coros. Además de este, el de El Pilar, el Coro Joven de Valladolid el de niños de Harmonía Pueri y Alterum Cor. Y es consciente, desde que empezó la pandemia, de que esta se había convertido en una actividad de riesgo.
«Existía la duda razonable de si los aeroles contagiaban. Porque una mascarilla limita la propagación, pero puede haber partículas en el aire», explica. Así que no solo obliga a cantar con la mascarilla puesta. «La higiénica, la azul», aclara, porque permite proyectar bien la voz y no da sensación de falta de aire. Y ha reducido los participantes, o ha dividido las sesiones, para asegurarse de que haya distancia suficiente. Nada de situarse unos detrás de otros, siempre en semicírculo. «Va en contra de lo que es un coro, el cantante así se siente un poco solo, pero se están acostumbrando bien. Nos está sirviendo para mejorar individualmente. Cuando hay muchos participantes, alguno se puede relajar, porque la masa oculta las deficiencias individuales», dice, intentando hallar el lado positivo a este drástico cambio de planes.
Unos cambios que le han llevado incluso a tener que encontrar nuevas ubicaciones para ensayar. El Centro Cívico de Parquesol le sirve para los niños -todos menores de 18 años-, pero se le queda pequeño para los adultos, por eso ha encontrado acomodo en el Seminario. En este salón de actos en el que la fotógrafa, Henar Sastre, les pide que al menos se acerquen un mínimo para la foto, porque están tan abiertos que ni el gran angular da abasto para captarlos a todos. «Buscamos espacios amplios, con las ventanas abiertas... Y con los abrigos preparados».
Como los ensayos oscilan entre la hora y media y las dos horas, intenta que la ventilación sea constante o, incluso, airear la estancia a la mitad de la prueba. «Salimos y ventilamos», cuenta Benavides.
Sabe que a corto plazo no habrá actuaciones. Los festivales de Navidad parecen descartados, pese a que quedan dos meses largos aún. Quizá con el buen tiempo de nuevo, si la tormenta amaina para entonces y se puede cantar en exteriores... «Pero hay una cuestión psicológica importante», dice. «En los coros hay gente que ha superado un cáncer, o con quimio, pero que sigue yendo a coro, con mucho cuidado». Necesitan volver a su rutina. A su pasión o su 'hobby' habitual, prepandémico. «Una mujer me dijo que tenía miedo pero cuando vino y vio cómo lo hacíamos me dijo 'así sí'».
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