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Lo que empezó siendo hace cuatro años, cuando arrancaron a funcionar en el número 3 del paseo Juan Carlos I, un bote destinado íntegramente para comprar «alguna cosita» a su nieta Jimena, de cinco años, se ha convertido hace un poco más de 30 días ... en un recipiente para sufragar parte de la factura mensual de la luz. No les ha quedado otra. El bar Juan Carlos I, cuyo titulares son el matrimonio formado por Purificación Escudero y Jesús María Cano, se ha reinventado en eso de administrar las propinas de los clientes.
Sí, se han visto obligados a cambiar de recipiente y de propósito al destinar los donativos de los asiduos a un fin que «nos gusta bastante menos». Les ha tocado empezar a emplear cada céntimo introducido en un pequeño botecito para abonar lo que cada mes, religiosamente, les pide la compañía eléctrica.
Todo empezó hace un poco más de un mes, en plena conversación de barra de bar sobre cómo afrontar una subida de precios a todos los niveles. Detrás del mostrador, Purificación Escudero; al otro lado de la misma, José, cliente de los de toda la vida. «Fue una propuesta de José. Se inventó la idea de que el bote del negocio fuera para pagar la luz, en una especie de reclamo para dar a conocer la situación de la hostelería. Estuvo dos días diseñando un cartel llamativo y desde entonces, los donativos se han incrementado por esta causa», explica Escudero.
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De hecho, en la primera recolecta ya ha recaudado 60 euros. «Con eso pagamos parte de los 440 euros que tengo que abonar cada mes por la luz. Tenemos un bar de barrio. No hago comidas y aun así la factura de la luz se ha multiplicado por tres, y esto va en aumento. Lo que sí que notamos es que las propinas han aumentado. Se dejan más vueltas de las consumiciones desde el día que el letrero se colgó», añade.
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Una ayuda solidaria de los clientes que se compensa con el frenazo de los precios de sus productos por parte de Purificación y Jesús María. «Todos estamos padeciendo la misma situación, así que no hemos repercutido esta subida en los asiduos que vienen todos los días hasta aquí. Por ejemplo, tenemos el café a 1,20 euros y damos siempre tapa y una galleta. La hostelería está sobreviviendo en estos últimos tiempos. Palpamos una evolución a la baja desde que abrimos hace cuatro años», continúa la propietaria, mientras Rafa le deja las vueltas de un vino en el bote. «Él es uno de los que más deja en el bote de la luz», apostilla.
«Es una pena por lo que estamos pasando todos. Nos vamos apañando, pero tenemos unos costes fijos todos los meses que a veces nos hace replantearnos el futuro. No estamos pensando en cerrar, pero si no salen los números... Al final hay un alquiler, agua, luz, impuestos y productos más caros. Somos un bar que vivimos principalmente de los cafés, con horas puntas cada recreo del instituto Ramón y Cajal», detalla la hostelera.
Una inflación que ha generado muchas dudas a este matrimonio, orgullosos de esta iniciativa sobre todo tras recibir el calor de su clientes. Ahora tienen un nuevo propósito, aunque son sabedores de que a lo mejor no se cumple. «Nos gustaría que el bote de las propinas vuelva a ser para nuestra nieta Jimena. Tendrá que pasar algún año para que vuelva la idea de comprar alguna cosita a nuestra nieta con la voluntad de la gente», concluye Purificación.
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