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Desde las riberas del Pisuerga hasta las aguas turbias de los humedales de Camboya. Pablo Sinovas, biólogo vallisoletano de fama internacional, lleva seis años «con ... los pies sobre el terreno» en este país asiático, donde trabaja por la conservación de especies amenazadas como el cocodrilo siamés, un reptil que hasta hace no demasiado estaba considerado extinto.
Sin embargo, su último descubrimiento, un hallazgo «histórico» en su campo, se produjo durante sus vacaciones y por casualidad. Estaba de viaje de ocio en Sumatra, en uno de los parques nacionales más importantes de Indonesia, cuando en una de las fotografías captadas con su cámara, con la que «siempre salgo por la selva para hacer fotos de todo», vio algo que le llamó la atención y le hizo exclamar: «Madre mía, no me lo puedo creer». Era un lagarto «de colores muy llamativos que no había visto nunca», detalla.
Unos días después -el tiempo que tardó en conseguir cobertura- y con ayuda de un experto en la materia, Lee Grismer, que llevaba treinta años detrás de ese reptil sin éxito, confirmó que se trataba de una especie de lagarto que estaba en 'paradero desconocido' -sin que haya constancia del porqué- desde hace más de cien años.
«Se trata de una especie muy desconocida, solo tenemos las descripciones escritas en el siglo XIX», señala Pablo Sinovas. Aunque hay algunos ejemplares en museos, el paso del tiempo y el formol han acabado con su gama de colores.
«Lo encontré en una roca, se movía por la superficie con naturalidad», indica. Un dato que considera importante, ya que las hipótesis apuntaban a un animal arborícola debido a un dedo alargado que tiene en la parte trasera, característico de quien se agarra a las ramas.
«Lo primero es saber si ha evolucionado, que imagino que sí, porque el original es de Malasia y yo lo encontré en Indonesia», recalca el biólogo vallisoletano. Se trata de un estudio «complicado», ya que sería necesario obtener muestras biológicas, algo a lo que el Gobierno indonesio «se suele oponer».
Pablo Sinovas
Biólogo
Pablo Sinovas, que estudió Biología en la Universidad de Oviedo, lleva más de un lustro trabajando en la conservación de especies amenazadas y en la exploración de áreas protegidas nunca estudiadas. En verano de 2024, y al frente de un proyecto de la ONG Fauna y Flora en el Parque Nacional Cardamomo de Camboya, contribuyó a la reintroducción de cocodrilos siameses tras el descubrimiento de un nido con sesenta huevos de esta especie, en peligro de extinción y amenazada por la caza para la producción de pieles y el consumo de su carne.
Cien días después del hallazgo, los huevos eclosionaron y ahora se trabaja en su reintegración. Un proceso donde las comunidades indígenas, que consideran al cocodrilo «un animal sagrado» y al que «protegen por cuestiones religiosas», están «muy presentes».
«Hemos liberado diez cocodrilos en el Parque Nacional de Virachey», explica el biólogo. Se trata de una zona 'nueva' donde, si esta especie había existido de forma histórica, la extracción y la caza para la venta de piel la acabó por extinguir. Con la reintegración se busca restaurar la especie y dotar de protección a la zona. En un país que vive un auge urbanístico, «queremos conservar toda la biodiversidad de la zona, es un seguro de vida», subraya el vallisoletano.
¿Y ahora qué? Estos diez cocodrilos han comenzado a establecer una población bajo el control de los profesionales, que les siguen la pista de cerca.
Para su seguimiento, los cocodrilos llevan implantado un receptor ultrasonido que se acopla a los diferentes receptores que se han colocado a lo largo del río. «Así podemos vigilar su supervivencia y su adaptación, datos que nos ayudaran para futuras reintegraciones», detalla Pablo.
La actual tecnología dista de la tradicional, como la radio o la telemetría satélite. «Aunque son métodos muy eficaces, tuvimos que desecharlos por motivos logísticos», comenta Sinovas. Y es que al tratarse de un punto tan remoto no se podía estar «cerca con una antena». Una zona salvaje sin cobertura que, además, limitaba su uso por la poca duración de las baterías.
Pablo Sinovas
Biólogo
Sinovas trabaja también en la protección de los geckos, unos reptiles que habitan en las rocas calcáreas -piedra caliza-. Son pequeñas colinas independientes en medio de llanuras que imposibilitan a sus 'inquilinos' desplazarse. «El no poder ir de roca en roca hace que estos animales no se puedan relacionar con otros, lo que con los años y la evolución crea especies nuevas», detalla el biólogo vallisoletano.
«Si se destruye una de estas pequeñas montañas, se extingue esa especie en concreto». Por ello, Pablo cree que puede dotar de protección extra a las colinas. Y es que en pleno boom urbanístico, con «rascacielos que hace diez años no existían», la demanda de cemento es «enorme».
Pablo Sinovas
Biólogo
Otro de los proyectos en los que está inmerso tiene que ver con los elefantes. A través de un estudio se ha podido determinar que el elefante asiático -casi extinto- cuenta con unos cincuenta ejemplares con una diversidad bastante alta, «lo que significa que se trata de una población muy resistente, con potencial para la repoblación».
Ahora se sabe que se trata de un hábitat adecuado para su recuperación, aunque han determinado que «una de las principales barreras de movimiento» es el desarrollo de infraestructuras, que «generan un gran estrés en mamíferos que necesitan mucho espacio vital».
Aunque destaca que en estos momentos no está en el punto de mira de los cazadores, muchas veces quedan atrapados en los lazos con los que cazan ciervos y jabalíes. Una trampa que «aunque no los mata directamente», provoca heridas, sobre todo en las crías, a las que les causa infecciones mortales.
Aunque su trabajo actual está muy centrado en reptiles, los mamíferos han ocupado también un espacio importante en su trayectoria profesional. En Polonia, donde asegura que vivió una «de las mejores experiencias de su vida», pasó el invierno a temperaturas bajo cero en los bosques en busca de rastros de lobo para conocer la ecología de los carnívoros de la zona.
Además, otra parte importante de su carrera la desarrolló en Inglaterra, donde cambió las raquetas de los pies por un despacho en el que desarrolló un trabajo centrado en las políticas ambientales sobre el comercio internacional de vida silvestre. Este puesto le llevó a viajar por todo el globo terráqueo para abordar la situación de especies amenazadas e, incluso, asesorar a los gobiernos en esta materia.
Pero Pablo Sinovas notaba que le faltaba algo y quería tener «los pies en el barro». Fue en ese momento cuando apareció la oportunidad de Camboya, donde continúa.
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