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Banquetes navideños fuera de casa y a mesa puestaEn casa de los San José son tantos que «hace años» que ni se plantean organizar una celebración navideña en otro lugar que no sea un restaurante. «Nos juntamos veintinueve, como para meternos en una casa, nos toca salirnos al rellano», bromeaban al mediodía de este lunes, vermú en mano, los ya no tan benjamines de la familia. Porque ellos, como tantos otros grupos, se han decantado por juntarse día de Navidad y darse un homenaje a mesa puesta.
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Una opción, la de los banquetes navideños sin mancharse las manos ni estrujarse el cerebro ideando el menú en cuestión, que está más que extendida en la capital vallisoletana. Unos lo hacen por falta de tiempo para cocinar y otros simplemente por comodidad, al reunirse numerosos comensales alrededor de la mesa. Los motivos son diferentes, pero lo cierto es que los pocos restaurantes que este lunes han abierto sus comedores en el centro de Valladolid estaban a rebosar.
Hace semanas que completaron sus agendas. «Hay más movimiento que otros años», aseguraba el hostelero Francisco Castro, del Café del Norte. No daban abasto los empleados, una decena de cara al público, solamente atendiendo las mesas del vermú. «Llevamos desde el puente con mucho jaleo; la gente tiene ganas y se nota», señalaba Castro.
Tienen todos los turnos completos desde primeros de diciembre, sobre todo de familias como los García Cortés, que se han reunido para «pasar un día agradable todos juntos, que hay que verse más», como comentaban mientras apuraban los entrantes. Donde también estaban «hasta arriba» era en Los Zagales. «Nosotros abrimos todos los años, suelen venir familias, las comidas o cenas de grupos de amigos se dejan normalmente para otro día», consideraba el maître del local, Tomás Gómez, quien coincidía con Castro en el «movimiento» de clientela registrado este año por el día de Navidad.
Las calles del centro de la ciudad estaban este lunes al mediodía semivacías, a medio gas. Las tiendas, al ser festivo, estaban cerradas. El carrusel de la Plaza Mayor esta vez no era divertido, apenas giraba, sin pequeños a los que hacer pasar un buen rato. La gran mayoría de negocios hosteleros tenían sus persianas bajadas. Las terrazas estaban desiertas. A ver quién era el valiente que se tomaba el café o la cerveza de turno con los termómetros rozando los cero grados. Los aparcamientos disuasorios, en nivel verde, lejos del lleno de los días anteriores, cuando encontrar una plaza libre se antojaba misión imposible.
Pero también hubo quienes se desperezaron y armaron de valor, como los Conde Pérez, para no faltar a una de las «tradiciones más arraigadas» en la familia: acudir a la misa en la Catedral. «Es sagrado, lo hacemos todos los años», aseveraba el patriarca, José María, «encantado» de poder tomarse un vino con sus hijos y nietos. Ellos, sin embargo, después de tomar un aperitivo optaron por regresar a casa para «comer tranquilamente».
Había poco trasiego en las calles, pero dentro, al calor de la barra, había negocios en los que hacerse hueco era toda una proeza. Muchos otros se quedaron en casa, por eso de que había que examinar lo que Papá Noel había dejado bajo el árbol y, además, este martes es día laboral. En cualquier caso, ya fuera en el piso o fuera, cualquier excusa era buena para juntarse este lunes y disfrutar del festivo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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