![La abogada María González, junto a la sede del Colegio de Abogados de Valladolid.](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202211/10/media/cortadas/1457828434-kbAG-U180665635573fmD-624x385@El%20Norte.jpg)
![La abogada María González, junto a la sede del Colegio de Abogados de Valladolid.](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202211/10/media/cortadas/1457828434-kbAG-U180665635573fmD-624x385@El%20Norte.jpg)
«Las bandas latinas confunden a los menores simulando lazos familiares para atraparles»
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La letrada sostiene que los adolescentes captados por estas organizaciones «sectarias y jerarquizadas» son «verdaderas víctimas»Secciones
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La letrada sostiene que los adolescentes captados por estas organizaciones «sectarias y jerarquizadas» son «verdaderas víctimas»Entre ellos se tratan de hermanos y el jefe del 'coro' o 'capítulo' hace funciones de padre y hasta monitoriza a los menores en sus estudios y su vida cotidiana en un remedo de la familia biológica que no se ocupa de ellos. Aunque después, ... cuando ya está atrapado, si el iniciado «no cumple» tal y como ordena la cúpula, asoma la verdadera cara de las bandas latinas: castigos físicos, acoso en las redes sociales, amenazas con hacer daño a los seres queridos... «Hasta el punto emplean el miedo y la violencia», explica la letrada María Gonzalez Ortiz, «que chicos que han querido salir han tenido que irse, con todo su clan familiar, fuera de la ciudad». En Valladolid, indica, el resurgimiento de estas organizaciones de delincuencia juvenil, que parecían haber sido desmanteladas antes de la pandemia es una realidad este último año, pero aclara que «es embrionario» y, aunque el problema no ha llegado a niveles de violencia callejera y peligrosidad como en Madrid, Barcelona o Valencia, en las zonas que frecuentan en Valladolid, «la sensación de inseguridad ciudadana está ahí».
Los menores captados por estas bandas suelen estar en edades comprendidas entre los 12 a 16 años, procedentes de familia de inmigrantes, generalmente monoparentales o han llegado a España solo con la madre o el padre, «que hacen largas jornadas laborales y no pueden supervisar a sus hijos ni contratar a nadie para que les acompañe mientras ellos no están». En estos menores «confluye la marginalidad, el aspecto familiar, pues pasan mucho tiempo solos, se encuentran desarraigados, sin identidad, no encuentran referentes y ello les afecta la autoestima». Unido a elevados niveles de fracaso escolar, estos menores son un caladero para estas mafias, que muchas veces los utilizan para eludir condenas de larga duración en el tráfico de drogas y delitos contra la propiedad.
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J. Sanz
En ningún momento se reconocen como «bandas», sino como «asociaciones en defensa de la cultura latina, entidades para ayudar y proteger a sus miembros, les atrapan con la propaganda deque van a generar arraigo. De hecho, a sí mismos se llaman familias, suplen a los padres en algunas funciones pero, en lugar de darles dinero, son los chicos los que pagan cuotas mensuales. De lo contrario, reciben castigos físicos. Los menores son verdaderas víctimas: como en cualquier secta, si no 'cumples', pagas», manifiesta esta abogada especializada en Extranjería, penal y familia, que conoce de primera mano el funcionamiento de la más famosa y numerosa de estas organizaciones en España, los Latin Kings.
Con este supuesto vínculo familiar que se genera entre ellos, estos menores, las bases de la banda, se sienten arropados, «van a tener un lugar, un reconocimiento social en el grupo, un respeto que no encuentran en un entorno que para ellos es racista y un sentimiento de grupo donde afianzarse, porque en realidad, están solos, con sus padres ausentes».
A estos chicos de familias desestructuradas les captan en el entorno de los institutos, parques públicos e instalaciones deportivas y les prometen lo que no tienen, «respeto, apoyo, autoestima». Se sienten arropados por una estructura jerárquica, piramidal y muy organizada que se vuelve en su contra si quieren abandonarla. «Es muy difícil salir: van a tener sanciones, castigos físicos y acoso a sus allegados, pues utilizan el miedo como arma arrojadiza».
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María González se detiene de forma especial en el papel de «objeto sexual» que estas bandas otorgan a las mujeres. «Las chicas son cosificadas y objetos de acompañamiento de los 'reyes'. Una de las pruebas de acceso a estas 'familias' es que las mujeres tengan relaciones sexuales con los integrantes de la cúpula, e incluso si se va a tener pareja tienen que pedir permiso al 'padre'.
Para esta abogada, la manera de neutralizar estas conductas «tiene que ser un trabajo conjunto y no solo punitivo, sino familiar e individual, en los institutos, para consiguir que estos menores tengan un sentimiento de arraigo en la ciudad, y también formativo y laboral».
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