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Comedores Compulsivos Anónimos
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Comedores Compulsivos Anónimos
«Con 15 años me comí una tarta de 20 raciones»«Siempre estamos luchando y lo seguiremos haciendo de por vida, al final aunque lleves años sin darte un atracón esto es como un adicción ... a cualquier otra droga solo que esta la ves todo el tiempo, convives con ella», explica María F., miembro de Comedores Compulsivos Anónimos (Overeaters Anonymous, en inglés) desde hace más de 15 años, un grupo al que llegan sus miembros con la esperanza de resolver su problema de forma definitiva a través del acompañamiento. Muchos de los miembros de OA Ingieren de manera compulsiva de una gran cantidad de alimento en muy poco tiempo aunque el atracón no tiene que ver con el hambre física, más bien se trata de un hambre emocional para lidiar con la ansiedad, la tristeza o el miedo.
María encontró en OA un espacio en el que empezar a sanar. «Llegué con un sobrepeso de 30 kilos, muy baja autoestima y con una fuerte compulsión por el azúcar en todas sus versiones, para mí era droga pura», confiesa. La tentación les acompaña siempre. «comer tienes que comer al menos tres veces al día y para nosotros vienen fechas muy complicadas», admite la mujer que lleva seis años en abstinencia.
Las navidades, donde las celebraciones giran en torno a una mesa llena de entrantes, platos y postres, son para ellos un auténtico desafío, para muchos un calvario. «Lo que más nos afecta es el saber que podemos fallar a los nuestros, el sentimiento de decepción es el peor. Estos días tenemos que centrarnos en las personas con las que compartimos y si tenemos tentación valernos de miebros de OA, que para eso somos una comunidad», dice María.
A los 15 años confirmó lo que siempre ha sabido, que era comedora compulsiva. «Mi madre había hecho una tarta de veinte raciones para las fiestas del pueblo, la dejó encima de un armario para que no la cogiera pero me levanté por la noche, la busqué y me la comí de una sentada», recuerda. Sabe que en celebraciones como la Navidad se cometen «atrocidades» con la comida. «Hay personas que han llegado a comerse la ración de su hermano y de su padre por no saber parar».
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Para poner solución a esta complicada conducta alimenticia está esta red de apoyo para personas que buscan alejarse de la compulsión por la comida a través del acompañamiento, compartiendo sus experiencias en un espacio para hombres y mujeres de todas las edades en el que no se juzga a nadie y donde encuentran un desahogo, en OA se dan cuenta de que no están solos. En Valladolid hasta hace unos meses se realizaban reuniones presenciales en la calle Saturno, aunque ahora se hacen en modalidad online. «Desde la pandemia en muchas ciudades nos reunimos mediante viedollamada y hacemos también ambas a la vez», dice la voluntaria de Comedores Compulsivos, con presencia en toda España.
Para asegurar unas fiestas abstinentes cuentan con un manifiesto de veinte premisas en las que refugiarse si tienen una crisis. María es el ejemplo de que se puede salir de la adicción a los atracones. «Y eso que yo he sido cocinera toda mi vida por estar cerca de la comida.
Al perder el control sobre la comida pueden llegar a ingerir cantidades de más de 10.000 calorías aunque María no ha vuelto a recaer y se mantiene en abstinencia desde 2018. Ahora es madrina de otros miembros a los que presta su apoyo. «Poco a poco te ayudan y les ayudas a mejorar para formar parte de una comunidad, igual el que no lo padece puede que no lo entienda, por eso es tan importante que se nos conozca», finaliza.
Gemma es una de las veteranas de OA, asociación que conoció hace tres décadas y que define como «un modo de vida» que le ha ayudado a encontrar la serenidad con la que ahora convive. «Estaba comiendo helado y no podía parar, incluso estaba llorando porque me decía a mí misma que no quería más pero me comí un litro de helado», narra la vallisoletana. Estos días son para ella «días de estar más a alerta» y de apoyarse entre todos. Sabe mejor que nadie que es una adicción muy difícil de manejar porque «genera mucho aislamiento y vergüenza a las personas que la padecen», pero anima a todo el que esté en una situación así o sospeche que puede estarlo a formar parte de OA, «un grupo donde no se juzga a nadie y donde se trabaja en los valores, funcionamos como un complemento a la atención psiquiátrica o piscológica que muchos reciben».
Comedores compulsivos también fue para Eva M. un espacio de sanación. Su trastorno comenzó tras el fallecimiento de su padre. «Caí en depresión y ahí comenzó todo». Los atracones, la tristeza y la sensación de que no pasaba nada. «Nunca he sido excesivamente gorda, peso 75 kilos y mido 1,60, pero la compulsión tiene muchas formas, no tienes por qué tener obesidad», aclara. Asegura Eva que ha hecho todas las dietas posibles, «con medicamentos, con suplementos, hasta probé con acupuntura». También padecía estos atracones durante la noche, «me levantaba de la cama y me comía una tableta de chocolate, otra de turrón, bollos, pan, cualquier mezcla de azúcar, harina y grasas me desataba», señala.
En su caso el peso no fue una señal de riesgo pero sí lo fueron los síntomas de salud como la hipertensión o la diabetes. «Por eso es tan importante que la gente conozca que hay un espacio donde poder abrirse, este es el inicio de todo y la muestra de que se puede mejorar», confiesa ahora recuperada. Actualmente hay cincuenta grupos en toda España y Eva desde Navarra ayuda en la organización de la Junta Nacional. «Somos muchos pero no hay un control de cuántos, porque este es un espacio al que se entra de forma anónima sin registro ni estadísticas».
Para las personas con problemas de compulsión con la comida las navidades son «como ponerse delante de un toro, son peligrosísimas y hay que trabajarlo mucho».
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