Carlos Gallego, estudiante de Derecho en 1975
«En el ambiente había mucha tensión y hubo gente que lo pagó»Carlos Gallego, estudiante de Derecho en 1975
«En el ambiente había mucha tensión y hubo gente que lo pagó»Carlos Gallego vivía entonces en la calle López Gómez. Aquel sábado, hace ahora cincuenta años, se enteró de la noticia por televisión. El Ministerio de Educación y Ciencia decretaba el cierre de las facultades de Filosofía, Medicina, Derecho y Ciencias de la Universidad de Valladolid. « ... Inmediatamente, los compañeros nos pusimos en contacto por teléfono. 'Oye, ¿has visto esto?'». Ahora abogado, aquel año todavía estaba a punto de serlo, cursaba el quinto y último curso de Derecho en la universidad. Acto seguido, colgó, y bajó a calle para acercarse a su facultad. «Fui caminando, para ver cómo estaba el ambiente. Y todo estaba desolado, no había nadie. Era sábado, un día oscuro, sin sol. El ambiente era negro», recuerda. Quizá ese aspecto climatológico era también un reflejo del panorama a nivel social. «Veías que era un ambiente de incertidumbre, de no saber qué iba a pasar. Y notabas que era una situación que no atendía nada, que el régimen estaba dando palos de ciego».
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El cierre de la Universidad de Valladolid fue oficial el 8 de febrero, y se alargó hasta mayo. Esto conllevó la suspensión de las clases (en un primer momento durante todo el curso, si bien la reapertura fue en mayo), las matrículas, y de los exámenes, que finalmente se realizaron en septiembre. «Se intentó paralizar el movimiento de masas estudiantil. Fue una forma que el régimen tuvo de intentar dar un escarmiento, para que el resto se lo pensara dos veces. Aquí había habido revueltas estudiantiles, pero no fueron ni más ni menos que las que ocurrieron en cualquier otro sitio».
El ambiente universitario se juntó con situaciones similares en muchos puntos de la sociedad. «La ciudad era un reflejo de esto. Había mucha vida obrera (Fasa, Maggi, Michelin) y la tensión venía desde muchos colectivos de Valladolid. Hubo un episodio de violencia, cuando la policía irrumpió en Filosofía y Letras, recuerdo que estaba Elisa Serna, era una asamblea en la biblioteca. Y entraron dando con las porras a los estudiantes. Entonces los obreros se solidarizaron, y así. Comenzaban a ocurrir cosas que hacían que subiera la tensión». Una de ellas, quizá la que determinó la decisión del ministerio, sucedió en la facultad de Medicina, cuando varios alumnos lanzaron huevos al rector, José Ramón del Sol Fernández, al grito de dimisión.
La clausura obligó a los estudiantes a buscar otra forma de prepararse en el ámbito académico. El acceso a la facultad, salvoconducto mediante, estaba permitido, así como consultas con profesores, pero nada de clases. Nació entonces la universidad paralela. «Nos reuníamos en grupos, en parroquias y locales en barrios, donde algunos profesores daban clase a pesar de la prohibición. Yo casi terminé la carrera en la iglesia de San Ildefonso». Mientras, en la calle, la tensión continuaba entre los estudiantes. Se producían concentraciones por parte de los estudiantes en las calles de Valladolid. «Se utilizaban tácticas, porque había muchas carreras con los guardias. Sabían por dónde meterse para que no pudieran entrar con los coches, por ejemplo. Ahora lo recuerdas de otra forma, pero cuando estabas ahí también pasabas miedo, porque a veces también intervenían con caballos», relata.
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«El ambiente tenía muchos matices, era uno de miedo, pero también de esperanza, de ilusión, porque veías que se estaba abriendo, que sin duda el franquismo estaba terminando. Ahora que ves que la película ha terminado, y que ha acabado bien, lo ves con cierto aire festivo, pero hubo gente que lo pagó. Era una situación que combinaba lo festivo con lo trágico». Compañeros de carrera que fueron apresados, personas que se implicaron y que estuvieron en la cárcel, que sufrieron torturas. «El cierre expresó que había una enfermedad, había unos trastornos sociales muy importantes, y fue muy decisivo. Por primera vez también se vio afectada la clase media y muchos frentes de la sociedad apoyaron a los estudiantes».
En su casa, Carlos Gallego guarda una serie de recortes, octavillas, sentencias de la época. «El suceso atrajo no solo a prensa nacional, también a medios internacionales, de Francia o Alemania». Entre estos documentos se encuentran algunas portadas de El Norte o del Diario Regional, ahora extinto. En los papeles, formato sábana y organizados en siete columnas, se recogen las informaciones de la clausura. Uno de ellos, la portada del 9 de febrero de 1975 de El Norte, recoge un editorial sobre la clausura, que muestra un claro mensaje en contra de la decisión ministerial. «En el periódico también se notaba la influencia de ese ambiente que existía en la sociedad».
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Aquellas noticias recogen también historias paralelas, como la de la dueña de una pensión que se ubicaba junto a la facultad de Derecho, y cómo le afectaba el cierre. O la de un universitario, que frente a la clausura, comenzó a trabajar. Justo encima de ese artículo, se ve una imagen de un momento. Una clase de Derecho. Entre los alumnos, Carlos Gallego, junto a sus compañeros. La promoción del 1970-1975, que este año marca en el calendario el cincuenta aniversario de su graduación. El mismo tiempo desde ese cierre que significó a una sociedad que empezaba a ver el final del franquismo en España.
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